domingo, 26 de diciembre de 2021

Amo



Todas las noches salía a pasear su can a la misma hora y por el mismo itinerario. Enjuto y timorato, su cuerpo era impulsado por el corpulento animal. Se paraba en la única farola de la calle, caminaba quinientos pasos hasta el contenedor de la basura, se santiguaba frente a la antigua ermita quemada por un rayo y se lamentaba por no haber nacido perro antes de volver a casa.

domingo, 19 de diciembre de 2021

Componedor



Lo llamó el señorito.

—Dígame, don Carlos.

—¿Te gusta Enriqueta?

Aquiles se encogió de hombros con la cabeza gacha.

—Es una buena sirvienta y podría ser mejor madre y esposa.

—Si usted lo dice don Carlos, así será.

—Te veo poco entusiasmado con la idea.

—No se me había ocurrido y así de sopetón, la noticia…

—Pues no se hable más. Viviréis en el cobertizo y formaréis un hogar.

Don Carlos acostumbraba a disponer las cosas a su favor. Aquella componenda le proveería de futuras generaciones de sirvientes. Así es como se hacía progresar el mundo, compatibilizando fortunas y destinos, evitando sobresaltos y quebrantos sociales. Sin ir más lejos, su hija Delfina, estaba acordada con el notario, sumando dos suntuosas dotes. Cada oveja con su pareja, solía decir. Y yo el pastor que los guía, pensaba. Respecto al amor, eso era una cuestión de artistas vagos y su loco extravío el de estar contra estos tiempos tan pragmáticos.

 



domingo, 12 de diciembre de 2021

Nerdos



Hay poetas que viven en su torre de marfil, entre objetos de marfil y escriben versos de marfil. Pasean solitarios, en soliloquio, por sendas de elefantes, alimentándose del amor que se propician a sí mismos. En su pensamiento ebúrneo desprecian el género humano por no estar a la altura de sus dioses pajizos, sintiéndose incomprendidos y presa de caza valorada por la insidia social. Y al final, solo son una figura decorativa marfileña más en el estante de la vida.



domingo, 5 de diciembre de 2021

La escalera

 


 

Me levanté temprano como cada jornada. Eran las seis de la mañana de un día borroso y gris. Al salir para el trabajo mis aletas nasales respiraban agua y mis pensamientos me hacían aligerar el paso como para desquitarme del reparto de más de cinco toneladas de peso que me esperaba. Al recibir el itinerario de la distribución de gas, allí estaba otra vez la casa de la colina.

 

Decidí dejarla para el final y, mientras pensaba en los trescientos treinta y tres escalones que la elevaban de la calle, me vino una imagen de la mansión hisckotiana que aparece en ‘Psicosis’, y a su moradora, una vieja señora que jamás me dio propina.

 

Tras un espeso día aparqué el camión aliviado de tara y con un persistente olor a repollo podrido. Me fijé en la escalinata que serpenteaba hasta la vivienda. Cargué dos botellas de butano sobre mis hastiados hombros. Su resplandor anaranjado era lo único que coloreaba aquel paisaje de ceniza.

 

Recordé, antes de comenzar a subir, que en el cálculo de escaleras, la profundidad de cada escalón debe de ser de unos treinta centímetros y su altura no superar los veinte, siendo muy recomendable que el alto de paso sea superior a dos metros.

 

Sin embargo a cada escalón de aquella tortuosa ascensión, en mi cabeza se dibujaba la cara de la propietaria hosca a la que siempre le parecía mal el servicio, por el que se quejaba sin razón, que nunca agradecía y que terminaba con una avalancha de improperios.

 

Mientras avanzaba con la pesada carga trataba de comprender el valor de las huellas y de las contrahuellas para saber cuál sería la elevación o distancia entre peldaños, cuyo diseño el constructor no supo replantear.

 

Cuando la policía llegó, expliqué cómo había sucedido el accidente, porque la mujer que ahora yacía en el suelo entre un charco de sangre, abrió la puerta justo en el momento que resbalé, por la pátina de lluvia en el piso, y por la mala aplicación de la Ley de Blondel que en su ecuación establece la fórmula correcta para que el usuario pueda desempeñar la tarea de ascender por la escalera.

 

domingo, 28 de noviembre de 2021

El profesor

 

Entré en el aula y me sentí como el hombre invisible, no porque nadie me viera (que nadie me vio) sino porque mi materialidad era imperceptible a sus percepciones. Durante unos minutos los observé mientras ellos continuaron ignorándome imbuidos en su orgía de ruidos y de estupideces adolescentes. Pensé entonces que debería hacer algo por su más que probables, desgraciadas vidas. Para ello les sonsaqué cuál sería el programa que propondría llevar a cabo en el presente curso. «No hacer nada maestro», manifestaron a coro. «¿Nada?», les pregunté con retintín. Habían trazado su destino y yo le ayudaría a que llegaran a ser nada.



domingo, 21 de noviembre de 2021

Anti spoiler



«El espectáculo de hoy ha sido suspendido», anunciaba la chica vestida de bailarina de cancán a la puerta del local. «Si me da su entrada, le dejo pasar», repetía a cada una de las personas que esperaban haciendo cola para entrar. El murmullo y los comentarios se trasmitían en voz baja a lo largo de la fila que se prolongaba hasta dar la vuelta a la manzana, dado que se trataba de una actuación famosa y muy esperada en la ciudad, a pesar de que nadie conocía nada de su contenido. Los asistentes intrigados fueron penetrando al recinto donde se encontraron con un espacio vacío. Las puertas se cerraron y una voz en off dijo: «hoy ustedes son el espectáculo».



domingo, 14 de noviembre de 2021

Onírico vivir





Abrió los ojos y no reconoció nada de lo que vio. Había dado una cabezada en el sillón de su cuarto de estar tras la profusa comida y ahora tenía delante de sí, la imagen de un salón palaciego. En ese momento, un criado con impecable uniforme de sirviente, entró en la estancia y le preguntó: «¿Ha vuelto el señor a tener ese sueño donde vive como otra persona?» Entonces, confundido, reflexionó sobre lo ocurrido interrogándose: «¿en qué sueño me sueño y en cual soy real?»

domingo, 7 de noviembre de 2021

Cuento triste

 

Acaba de leer ‘La tristeza’ y la imagen del cochero Yona y su caballo se repite en su mente sin cesar, lo imagina hundido en su desolación como pisadas hundidas en la nieve. Le desespera tanto ese final sin nadie con quien desahogar su corazón que por un momento se viene abajo como el protagonista del cuento de Chejov. Mientras reflexiona sobre el arte del autor ruso un mensaje de WhatsApp aparece en la pantalla de su teléfono móvil junto con un sonido peculiar adjudicado al contacto de un amigo. Lo lee: «El hijo de Martín ha fallecido de Covid en Londres». Piensa en ese padre que desde hace algunos años vive retirado en un pequeño pueblo, aislado y solitario. Le vuelve la imagen del cochero: Mi hijo ha muerto; pero a mí la muerte no me quiere. Se ha equivocado, y en lugar de cargar conmigo ha cargado con mi hijo. Siente la angustia de Martín pensando que son los hijos quienes deben enterrar a los padres y no al revés. En ese momento hace suya la desesperación que se habrá apoderado del corazón de Martín. Recuerda entonces que el dolor de los padres que pierden a un hijo no tiene nombre y las palabras del cuento vuelven a su mente: Su tristeza a cada momento es más intensa.

Enorme, infinita, si pudiera salir de su pecho inundaría el mundo entero. De un salto se pone de pie como si quisiera sacudirse lo que siente y despertarse de un sueño, mientras en un espejo ve que hay lágrimas en su cara, pero que, como Martín, no tiene ningún ser humano con quien desahogarse: El caballo sigue comiendo heno, escucha a su viejo amo y exhala un aliento húmedo y cálido. Yona, escuchado al cabo por un ser viviente, desahoga su corazón contándoselo todo.

 

domingo, 31 de octubre de 2021

La urna

 



Al abrir la puerta observó un leve temblor en el labio de abajo, como balbuciendo un saludo que no pronunció desde sus ojos claros y su lacia melena rubia. La hizo pasar y la mujer entró con su condición inferior no solo de estatura sino de clase social. Ambas expusieron un gesto de tristeza enlutada, de pésame absoluto como el cero absoluto de la temperatura, y compungieron lágrimas de un sentimiento convenido y convencional para el momento de ese encuentro.

Toda la vivienda regida por un diseño funcional y minimalista filtraba la luz meridional y clara a través de grandes cristaleras que hacían de paredes, perfilando la silueta de las dos mujeres que dieron rienda suelta a lo emotivo de la ocasión, como quien reinicia una computadora para ponerla en marcha de nuevo. 

La urna funeraria, también denominada urna cineraria que viene del latín cinis-eris que significa ceniza, y que es un vaso cerrado de piedra, bronce, mármol, alabastro, cerámica o vidrio, en el que los parientes de un difunto recogen sus cenizas después de su cremación.

Tras el instante iniciático, la propietaria de la vivienda le indicó con un gesto a la visitante el camino a seguir. Entre una y otra parecía fluir una cierta confianza capaz de transmitir anécdotas y chismorreos y, sin embargo, había un escalón psicológico de superioridad y sumisión entre la una y la otra.

Aunque la conversación comenzó fría y con cortedad, las dos mujeres a medida que aflojaron la seriedad de la cita se relajaron de tal forma que hasta soltaron algunas risas, parcos segundos que las devolvieron al luto y al pragmatismo requerido por la situación.

Las urnas funerarias en polvo de mármol morado de Carrara están creadas a mano por artesanos italianos y, como tutelaje del Medio Ambiente, las materias primas utilizadas para la elaboración del producto proceden de empresas autenticadas según las normas internacionales.

Le confesó su agotamiento existencial ante el río de gente que había transitado por el chalet las últimas dos semanas, en una prolongación lastimera de condolencias, ensimismamientos, muestras banales de afectos, cuchicheos, consejos para la transición a la viudedad, panegíricos al finado, y evaluaciones varias de rendidos homenajes hacia su figura.

Una de las cuestiones más escabrosas era la maldad del patrimonio hereditario. Un tósigo para el cual no había encontrado aún un antídoto. La pareja no tenía hijos en común ni tampoco con sus anteriores parejas, por lo que una saga de hermanos y sobrinos de las ramas familiares habían entablado una batalla despiadada por establecer a quien correspondían más honores de ensalzar al extinto y por repartirse su acaudalada fortuna.

La urna cineraria ‘Freddie Mercury’ está realizada después de un concienzudo estudio de las líneas y del diseño, con uso de materiales como el metal de pizarra y Swarovsk, además de un arreglo foral donde es posible colocar una vela votiva.

Antes de despedirla, la mujer le preguntó: «¿quieres ver a mi marido?» Perpleja, acudieron a su mente varios pensamientos: una foto, un vídeo, una resurrección inesperada. Las dos subieron los peldaños de una escalera al aire, dejando en un plano más bajo el salón iluminado por el sol caramelo de la tarde. La dueña de la casa, abrió la puerta corredera que daba paso a una recoleta biblioteca iluminada por pequeñas luces entornadas, mientras se escuchaban levemente canciones instrumentales de Queen.

«Entra», le dijo, y volvió a señalar con sus gestos imperativos dónde tenía que mirar. Elevó entonces la mirada y vio la urna.

En la urna funeraria de bronce 'Velata madre' se podía leer: 'Memento, homo, quia pulvis es et in pulverem reverteris'.



domingo, 24 de octubre de 2021

Mesh



La recoleta cala techada de estrellas lo vio partir de madrugada. Salpicaban pequeñas olas de crestas plateadas en el casco del bote que comenzó a deslizarse suavemente sobre un mar de tinta. La oscuridad tenía palabras sin rostro, figuras imprecisas que se apretujaban unas contra otras mientras la barcaza, empujada desde la orilla iniciaba el sigiloso viaje.

La calmosa negrura almizclada con la emoción y el miedo lo despedían. Atrás quedaban las luces de la ciudad tragadas por el negro silencio y un hogar al que, seguramente, no retornaría más para volver a jugar por sus encaladas callejuelas, esas que lo verían crecer.

La patera avanzó rumbo hacia la frontera donde dicen que los sueños son posibles, en tanto que el monótono traqueteo de la navegación le hizo bajar los párpados y dormir arropado por el calor de un pecho maternal.

Al primer rayo del alba abrió sus grandes ojos y contempló con inocencia y temor el fatigado semblante de sus acompañantes de singladura. Un aire fresco y salino lo espabiló en mitad de un inmenso azul rodeándolo por todos lados.

Al desembarcar en aquel puerto extraño, saltó a tierra y desnortado corrió hasta un rincón. Najma, la niña rifeña que le había abrigado durante toda la travesía, gritó: ¡Mesh! ¡Mesh!

Una joven voluntaria fue tras el gatito arlequinado y se lo devolvió.



N. del A.- Mesh, palabra de origen bereber (tamazight) que significa gato.

domingo, 17 de octubre de 2021

La anomalía



Aquella mañana parecía otra de muchas mañanas similares donde la gente se levantaba temprano para realizar su actividad cotidiana. Bajo el orondo sol nada hacía presagiar que ninguna persona acudiría a su ocupación laboral. Al parecer todos los habitantes del planeta se habían contagiado de un virus informático que les introdujo un pensamiento crítico: considerar absurdo que les estuvieran robando su vida por la obligación de tener que ir a trabajar. Así que decidieron quedarse en la cama para detener el mundo y reiniciarlo con un modelo más benévolo y desacelerado de producción.



domingo, 10 de octubre de 2021

El viejo maestro



El cadáver se incorporó del féretro donde había sido alojado y con voz grave, ante la mirada de asombro de quienes asistían al velatorio, les dijo: 

«No os asustéis, sigo muerto. Solo he vuelto un momento para escribir mi obituario. No me fío para nada de los plumillas que están en esta sala fingiendo que me conocían a fondo y le importaba lo que hacía. Cuando mi cuerpo esté acartonado y os disputéis el mérito de contar lo que conmigo habéis compartido os citaré el Eclesiastés: ¡Oh vanidad de vanidades, todo es vanidad! Porque fui un vanidoso y no honesto conmigo y por ello busqué fama y adulación, allí donde los mediocres me esperaban para pasarme la mano por el lomo y obtener rédito social, porque por cada paso dado hice de mi vida un acontecimiento llamativo y sonoro, un permanente reclamo de reverencias, mientras os miraba como culebreabais entre mis pies. ¡Moscas empalagosas, ni una letra escribáis sobre mí!». 

Dicho lo cual, el muerto murió de nuevo, tan petimetre como siempre y sin despeinarse.



domingo, 3 de octubre de 2021

Asombrados



Eligió como oficio ser cazador de sombras y a lo largo de su vida profesional persiguió y atrapó miles de ellas. Las clasificaba según su forma, tamaño y peso, si eran humanas, animales, vegetales o de cosas. Las buenas sombras las daban los árboles y las más asequibles eran las chinescas, mientras la más delicada resultaba ser la sombra de ojos y las más escurridizas las sombras invisibles. Luego estaban las pálidas sombras lunares, las de colores y las diminutas sombras del átomo. Consiguió un mundo sin sombras después de encerrarlas todas en un agujero negro, pero su hazaña quedó ensombrecida cuando, con malasombra, su sombra escapó de la cacería. 



domingo, 26 de septiembre de 2021

El jardín secreto



Cuentan de un hombre extravagante que cultivó un luminoso jardín lleno de las más maravillosas y exóticas plantas, nunca contempladas por ojos humanos. En su vergel creció la flor del sonido que en su ulular imitaba el llanto nocturno de un niño; la flor abanico, abierta al soplo del viento ábrego; la flor del gato de largos bigotes y espinadas garras; la flor de la pituitaria que mezclaba todos los aromas agradables; la flor del beso que daba amor sin fin; la flor linterna de iridiscencias lunares; la flor de porcelana, quebradiza a la mirada; la flor garza primorosa y alada; la flor de jade hecha del mineral de las palabras; la flor leona que rugía sus colores; nenúfares aéreos flotando como nubes; orquídeas murciélago que vampirizaban la luz; la flor de la escritura, reflejo de todos los libros leídos; flores cuánticas con pétalos cúbit; y la flor de la imaginación, capaz de ser presenciada de infinitas maneras. Cierto día cuando nació la flor de la muerte, murió y con él toda esa belleza, al ser su última voluntad el sellado y desmemoria del lugar. 

Ocurrió entonces un final sobrevenido a esta leyenda porque su mejor amigo, a semejanza de lo que sucediera con Kafka, traicionó su petición y no echó al fuego la llave del jardín cuya hermosura puede ser admirada por cuantas personas sientan curiosidad y gusto floral.



domingo, 19 de septiembre de 2021

El caminante



Levantó su cuerpo temprano dispuesto a ejecutar lo planeado el día anterior. Mientras preparaba la marcha se paró un momento ante el espejo y, sin pronunciar palabra, se dio un consejo. Luego que todo estaba preparado y el desayuno acabado, salió del domicilio despidiéndose de nadie y, ya en la calle, volvió la mirada hacia el edificio como si no hubiera de retornar al mismo nunca más.



Echó a caminar como quien va a la tienda del barrio a comprar algo que olvidó y cada uno de sus pasos tenían un latido distinto. Los primeros sonaban a música de jazz y marcaban el swing de las pisadas que recordaban a las correrías de su infancia, dejando atrás la ciudad como quien abandona su niñez. Recordó, entonces, una cita de Kafka: «La historia de los seres humanos es un instante entre dos pasos de un caminante».



Los kilómetros se fueron acumulando en las plantas de sus pies, primero sobre el asfalto y después sobre la tierra rojiza. La melodía que imprimían sus piernas comenzaba a sonar a baile de salón, intentando evitar los hoyos y los guijarros más ariscos.



Sus pies no hablaban mucho, aunque cargaban con el peso de su organismo y él lo sabía, por lo que decidió regalarles con una visión del paisaje boscoso lleno de pináculos verdes, musgos, helechos y yerbas medicinales.



Recorrió un gran trecho del camino en soledad, cubierto por el cielo azul y atento a las conversaciones de los pájaros. De tarde en tarde se cruzaba con alguien que no existía y, aun así, lo saludaba.



Para reponer fuerzas detenía su andar y aguardaba a que lloviera un poco de maná para alimentar su flacura y el adelgazamiento de su resistencia, cada vez más convencido de que transitaba por una ruta invisible.



El ocaso decidió aparecer por el horizonte, se presentó sin más con el cotilleo de que lo vio salir del hogar una mañana de hacía cientos de años, y ahora lo conminaba a tomar pensión y cama. Antes de hacer la parada nocturna, contó las estrellas y le faltaba una de las habituales, provocándole una cierta melancolía.



Alojado en una fonda de mala muerte soñó que un caminante opuesto a él descaminaba lo que había andado, borrando sus huellas como quien borra el tiempo, otorgando un sentido contrario a sus pasos, a sus pensamientos, a su sentir, que siempre veía de espaldas y en el que se reconocía de manera extraña como un viajero de sí mismo desconocido e inverso.



Lo espabiló la cisterna de la habitación contigua al sonar como un despertador de agua cuando el alba amanecía por decreto ley. Tornó al sendero y comenzaron a crecerle los pies con cada paso dado, algo que provocó tres cambios de zapatillas a los mil kilómetros.



Este crecimiento le facilitó un marchar más deprisa como si fuera un andarín atleta capaz de llegar a su destino antes de que la carretera hubiera terminado.



Al fin llegó a una playa, él, sus pensamientos y su dolor de plantígrado. El agua del mar le habló para convencerle que ya no estaba fatigado porque su cansancio se había solidificado, y que era hora de volver a casa donde nadie le esperaba para recibirlo con los brazos abiertos y una limonada.

domingo, 12 de septiembre de 2021

domingo, 5 de septiembre de 2021

Alunizaje



Selene acudió ese lunes al comercio donde trabajaba, una franquicia de ropa usada en días de plenilunio. Aquella mañana la imagen de una lunática había quedado atrapada en las lunas del probador. Selene alucinada por la escena llamó un perito en lunas para que pudiera sacarla de la situación de creciente tensión. Una marea de clientes abandonó el local inundando la calle con el consiguiente lunar para el negocio propiedad de un tipo a quien apodaban el Hombre Lobo. Todo acabó cuando un eclipse oscureció esta narración.



domingo, 29 de agosto de 2021

Corazón parado



Al despertar le dijeron que su corazón había dejado de latir. Algo inédito para él, un ser infatigable permanentemente activo. Al abrir los ojos observó un paisaje aséptico de objetos verdes, grises y blancos despersonalizados. «Un corazón late de media unas setenta veces y bombea cinco litros de sangre por minuto y al pararse, la sangre de los pies tarda bastante en subir a la cabeza». Los médicos habían practicado una incisión en su pecho para colocar un stent, una especie de muelle que volvía el corazón más mecánico y metalizaba los sentimientos. «Si mi corazón se detuvo durante un rato ha cesado de sentir y de amar y de afligirse y de exaltarse y de acelerase y de amustiarse». Su vida tras la angioplastia discurriría por la vía de la tristeza y el miedo a coger velocidad. Parecía que el mundo fuera más estrecho y los problemas más superfluos. Ahora vivía con un corazón anómalo.



domingo, 22 de agosto de 2021

Prospecciones



Alguien dijo es un obús. Los niños habían estado jugando en el huerto a desenterrar vestigios del pasado, eran arqueólogos en busca de tesoros perdidos, así que removieron piedras y montones de tierra hasta toparse con aquel artefacto.

La palabra obús estalló en los oídos de todos los mayores que, raudos, acudieron a presenciar el hallazgo. Entonces, hubo quien opinó que se trataba de una bomba. La tensión subió por momentos, las madres retiraron a sus hijos del escenario y algunos pensaron que habría que llamar a los artificieros para que desactivaran el proyectil. No faltó quien, a riesgo de perder su vida, se acercó para sacar una foto con el móvil.

En mitad del revuelo, la misma voz gritó: ¡No corráis! ¡Es una bomba hidráulica!



domingo, 15 de agosto de 2021

Mialgia



El dolor llama a mi puerta y aunque no le abro, entra y lo ocupa todo. Me vence, me vuelve contra mí y me hace otro. No me suelta ni un instante, agazapado dentro, invisible, secreto. Termina con la lucidez física y hace que me arrastre por los pasillos del miedo y la preocupación. Vuelve rígido el pensamiento y lo fija en una única dirección que no parece tener alcance. Es una habitación vacía, una fuente sin agua, un pensar en la nada, la caída sin fondo, el reloj ciego, la afónica palabra, es un arder sin fuego, la noche sin silencio, el tuétano hueco. Entonces la vida sobrevive en la angostura, en el deceso de la paz, en el solitario deseo de acabar.



domingo, 8 de agosto de 2021

Inédito

 

Rebuscando en una de esas librerías de viejo que gustaba frecuentar, encontró un libro extraño, las tapas sin titular en cuero gastado y que, al mirar en su interior, pudo ojear: 


«nunca leerás dos veces el mismo texto». Tal fue la emoción por el hallazgo que pagó apresuradamente y corrió a casa para, una vez pertrechado en el sofá, sumergirse en una lectura que, intuía, sería maravillosa. 

Lo abrió al azar hacia la mitad del tomo y comenzó a leer con la sensación de que estaba ante un texto de virginidad lectora. Tal fue la subida de adrenalina que lo cerró de golpe, no sin antes poner la cinta marca páginas. 

Aquel éxtasis lo hizo volver al libro por donde lo cerró esperando continuar con la lectura iniciada, algo que le fue imposible porque la entrada que se mostraba antes sus ojos no era la que con anterioridad observó. Asombrado y sin entender qué pasaba salió de la semi penumbra del cuarto al balcón para contemplar a la luz aquel prodigio donde cada página leída, era arrancada por el viento que la volaba lejos hasta desaparecer, aunque el volumen seguía teniendo igual número de hojas. Autores ignorados por la Historia de la Literatura, conocimientos nunca revelados, fórmulas para problemas matemáticos irresolutos, diagnósticos infalibles para enfermedades incurables, hasta el desmenuzamiento de la paradoja de la mecánica cuántica o la resolución del teorema de la imposibilidad. 

Sintió entonces un vértigo que le hizo tambalearse y después un repelús. Recordó que la chimenea estaba encendida y, sin pensarlo mucho, lanzó el ejemplar al fuego. De su ignición se elevaron unas bonitas volutas de sabiduría.

 


domingo, 1 de agosto de 2021

Impuntuales







Cuando la novia llegó al lugar acordado para la ceremonia, testada por una diadema de horquillas florales sobre su melena recogida y ceñida en un traje de albura perfecta, el recinto permanecía vacío. Desconcertada, miró primero el reloj y, de inmediato, volvió sus ojos hacia el padrino, quien se encogió de hombros mientras ponía cara de interrogación. Entallada en un largo vestido con escote palabra de honor y un sobrehilado de encaje, allí se encontraba ella peripuesta y sin nadie. 

Todo preparado para la celebración: la pérgola de colores brillantes de la que colgaban guirnaldas de tela en franjas de oro metálico y violeta eléctrico; las sillas en formación espacial simétrica; el atril solemne de los discursos sentimentales y hueros; el fondo marino con un mar de azul digital y un cielo celeste metalizado; hasta una metástasis de felicidad se había expandido por el aire. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaban todos los invitados? Entonces sonó el teléfono móvil y un coro de voces, al otro lado, gritaron por el manos-libres: ¡Eres la primera novia que no llega la última a su boda!



domingo, 25 de julio de 2021

Juego de letras



Farik pela a los niños del barrio. A cada pequeño le marca una letra sobre su cuero cabelludo con la maquinilla eléctrica. Después los chavales, cuando abandonan la barbería, se alinean para formar palabras al azar que dan nombre al pasatiempo de ese día. Hoy han creado el vocablo palimocho, pero no han podido divertirse porque era un juego olvidado.



domingo, 18 de julio de 2021

Trance



El antojo de aquella mañana fue ir a comprar churros. Mientras la churrera vertía la masa en el aceite hirviendo, quedó como hipnotizado por la espiral que iba formando el tejeringo dentro de la oscura perola, movido por dos palos de madera. Despertó cuando mojaba el churro en el café, después de cincuenta años.


domingo, 11 de julio de 2021

Pescadora



Le sonrió mientras la saludaba al coincidir en el zaguán del edificio siempre alelado por su belleza. La joven atractiva y hermosa, le devolvió el saludo con una sonrisa liviana y displicente.

—Te gusta la pesca —afirmó tras observar que sostenía en sus manos una caña de pescar—. Ella asintió con una mueca de simpatía sin articular palabra y continuó caminando hacia la puerta del ascensor. Él, la miró absorto hasta ver desaparecer las líneas curvas que delineaban su cuerpo, su vestido ceñido casi transparentando su ropa interior.

No dejó de imaginar toda la tarde cómo de erótica estaría su vecina del séptimo piso manejando la caña con un fondo marino, hasta que observó como una potera enganchada a un hilo de nailon, acababa de capturar un tanga negro de encaje que ascendía por el ojo patio ante su perplejidad.

domingo, 4 de julio de 2021

Acuarela


Todas las noches la mujer china fríe rollitos de primavera. En verano, en otoño, en invierno y también en primavera. Los fríe con el delicado afán de alimentar a su prole. La escucho en la cocina hablar en una lengua milenaria que produce en mi mente un cierto entusiasmo, imaginando un paisaje de ojos rasgados y siluetas tenues de mujeres chinas. La mujer desenrolla el mantel de la vida en común y sirve su entrega en platos de porcelana china. Su ambición vital es secuestrada por momentos deletéreos y fugaces que van borrando, día tras día, la tinta de su dibujo. Todas las noches la historia se repite irreal y en la mañana la mujer desaparece.

domingo, 27 de junio de 2021

Encargos





Las mejores historias llegan cuando la realidad es inverosímil. Alguien ha ido dejando pósits en cada esquina que cruzaba con una misma frase: «No me esperes, llegaré». Como las calles están casi vacías estos días han recuperado el sonido de los pájaros y la calma de los domingos. Me ha dado por pensar que el enunciado lo escribió la mano de la primavera. También otra cuaresma de libertad. Otra alucinación colectiva tan llena de sobresaltos y que nos asoma al precipicio de lo que nunca hemos sentido. He guardado de recuerdo uno de esos papelitos amarillos: que no se acabe el invierno. Mañana escribiré otro pósit como este, me hace feliz.



domingo, 20 de junio de 2021

Efluvios





Al entrar en aquel estudio de arquitectura lo que más me llamó la atención fue que los tres delineantes eran cojos. Dos de ellos lesionados por la enfermedad, el tercero solo se había fracturado la pierna jugando al fútbol. Contaba apenas trece años y ese verano mi padre le pidió al arquitecto, con quien mantenía una buena relación laboral, que me admitiera para ir conociendo el oficio de tirar líneas sobre el papel, dado que comencé a estudiar en la Escuela de Artes y Oficios la especialidad de Delineación, y así practicar y conocer los entresijos de los planos, a usar el escalímetro y las reglas Faber Castell de las que estaba enamorado por su color verde esmeralda y su flexibilidad. Allí con pulso tembloroso me amnistiaron de la gota de tinta en el tiralíneas que siempre manchaba el documento, para que comenzara a usar los revolucionarios Rotring.



Las tareas que me asignaron eran las más sencillas de la oficina. Una consistía en hacer copias de los planos de las viviendas que eran dibujados en papel vegetal, tras haber realizado el croquis y dibujo con lápiz a escala. Eran copias en papel diazotípico, sensibles a la luz ultravioleta, que tras pasar por una duplicadora heliográfica debían ser reveladas con vapor amoniacal, para lo que tenían que ser introducidas en un cajetín oscuro y de considerable altura.



Me mandaron a recoger una de ellas. Cuando fui a sacar el dibujo introduje la cabeza y respiré con normalidad. Siguió una sensación de fuego en los pulmones, un olor exasperante y cáustico, y la falta de aire como hasta entonces no había sentido, tras inspirar una bocanada de amoniaco. Salí del pequeño cuarto oscuro donde se revelaban las reproducciones medio trastornado y, en la sonrisa disimulada de los dos jóvenes con su pequeña maldad, encontré la respuesta a mi experiencia inolvidable.

 

domingo, 13 de junio de 2021

Transliteraria



Anoche, casi cayéndome de sueño en el teclado, mientras intentaba escribir este post, me visitó un personaje, salido de uno de mis escritos. Al principio pensé que, en mi somnolencia, me estaba visitando un fantasma, aunque pronto advertí que se trataba de alguien que me escribía a través de un chat de una red social. Me preguntó que si yo era yo y que si había escrito un artículo sobre él. Comenzó a desgranar datos para que lo pudiera reconocer y me reveló que ahora estaba en otro continente. También me confesó que le había gustado lo que escribí sobre él porque nadie había escrito nunca nada de su vida. Fue hace una década que escribí su entrada en el blog. Ahora era una aparición escapada de mis letras que me contaba su experiencia como personaje literario. En ese momento, un pequeño estremecimiento recorrió mi cuerpo.



domingo, 6 de junio de 2021

Acuarela



Todas las noches la mujer china fríe rollitos de primavera. En verano, en otoño, en invierno y también en primavera. Los fríe con el delicado afán de alimentar a su prole. La escucho en la cocina hablar en una lengua milenaria que produce en mi mente un cierto entusiasmo, imaginando un paisaje de ojos rasgados y siluetas tenues de mujeres chinas. La mujer desenrolla el mantel de la vida en común y sirve su entrega en platos de porcelana china. Su ambición vital es secuestrada por momentos deletéreos y fugaces que van borrando, día tras día, la tinta de su dibujo. Todas las noches la historia se repite irreal y en la mañana la mujer desaparece.



domingo, 23 de mayo de 2021

martes, 18 de mayo de 2021

Vacaciones en el mar de China

 


 

Día 1

Hoy han comenzado mis vacaciones. Este verano he decidido ir al mar de China. Pensaba que estaba muy lejos, pero ha sido abrir la puerta de mi casa y lo he encontrado ahí, parado frente a mis ojos, contemplativo.

Una línea azul parte el jade horizontal entre el cielo y el mar. De pronto he sentido lo reconfortante que es respirar este aire salino, este brillo de luz tan vertical.

En mi primer paseo, he conocido a Qiang, un albañil de la antigua Gran Muralla, hombre de trato áspero, empeñado en contravenir cualquier trazado urbanístico que no se ajuste al canon de su amurallada mente.

Al atardecer miro un cielo filatélico donde aparecen pegadas algunas las estrellas mientras el mar respira.

La perspectiva del mundo cambia según el punto de fuga.

 

Día 2

El día amaneció jaspeado y yo con un murmullo de rutinas que aún no me he sacudido. Vinieron conmigo en la maleta de las equivocaciones y las traje sin querer.

He conocido a la joven vendedora de ajos Su Xiaoxiao. El color de sus ojos cambia según la luz del mar. Hoy sus destellos eran de un cobalto urgente. Cada cabeza de ajos que oferta tiene su historia. A mí me ha vendido una que narra su experiencia vital: la de una mujer que entrega siempre su corazón al hombre equivocado. Por eso su desdicha es profunda como el mar de China, pero no tiene riberas.

Al pasear por la playa he observado un grupo de jóvenes jugando a las cartas. Entre risas una zagala ha dicho: afortunada en el juego, desgraciada en amores. Me he acordado de Su Xiaoxiao, su sonrisa rota y sus noches de nadie.

 

Día 3

Me levanto y el aire es de un azul celestial, abajo el mar reflejo de ese cielo. En mi bolsillo aun guardo la premura que llegó conmigo.

En el trazo quebrado del horizonte Yuan, un lugareño que conocí la noche anterior, pesca con su balsa de bambú como cada amanecida. Espera extraer peces fabulosos de los que ya no existen en los océanos, porque imagina bajo la superficie, una realidad inversa. La verdad oficial para él no cuenta porque inventa adversidades, como la plaga de medusas que se materializa cada estío gracias a la propaganda del gobierno.

Pasa Li Ye, una mujer menuda de carácter fuerte, me regala una sonrisa y unos buenos días. Me siento en un sombrajo frente al mar y me pierdo en un cielo de pensamientos, mientras la brisa me cuchichea inconfesables.

 

Día 4

Anoche unos amigos me invitaron al Festival de los Dragones Voladores, una fiesta de la música y la amistad. La música traspasa el alma y la amistad el corazón. La melodía del tiempo interpretó una partitura estelar que se quedó conmigo casi hasta la alborada.

La sonrisa prístina de la mañana ha sido la de Xue, la pescadera que me vende los peces asombrosos de Yuan. Me ha pesado el apetito y me ha ofrecido media docena de piezas.

      

Día 5

La muerte es desconcertante a veces. Su impacto no procura tristeza, ni dolor; solo perplejidad y absurdo. Obstruye la conciencia y abre un paisaje vacío que, al mirarlo, no ofrece detalles ni escenas. Es como una perspectiva sin punto de fuga.

Xu Yueying, una mujer viuda del vecindario, me aconseja que no me pierda la suelta de las linternas volantes. Simbolizan el dejar las preocupaciones y alejarlas de nosotros y su luz apunta hacia el camino a seguir.

Sé que el camino no está fuera y que la luz alumbra el interior como una llama oscura. La flama del día la refresca un ocaso sin tristeza.

 

Día 6

Nanshianjiao es un pequeño lugar en el mapa del mundo y un gran espacio en el corazón de las gentes que lo habitan generación tras generación, donde los vínculos de amistad, vecindad y sangre se entremezclan con el paso del tiempo.

Todo parece espontáneo y sencillo, aunque bajo esa pintura apacible y bondadosa existen vínculos ancestrales y secretos que contienen la génesis de este minúsculo pueblo.

A mitad de la tarde un banco de niebla ha inundado la playa y en él se podía leer una lista de cosas olvidadas como los primeros saludos y los besos callados.

La marina refresca los pensamientos y, por un momento, me siento aliviado de la opresión del mundo y de las algas que pueblan el deseo.

 

Día 7

Los días de vacaciones parecen no tener fin porque sus cuerdas vocales vibran en tonos inusuales y su tempo es largo y soleado.

Al refrescar el día la gente se arremolina en grupos a lo largo del paseo marítimo. Las charlas se animan sobre temas varios y cotidianos.

Xu Yueying refiere como sus antepasados despertaron el pueblo con su esfuerzo de campesinos.

Xu habla de los años cuando la gente pasaba hambre, cuando se amasaba pan para una semana y las hortalizas crecían con el esfuerzo de manos que las mimaban.

Arriba, en la montaña, celebran sus fiestas populares y los fuegos artificiales pintan con su colorido la oscuridad del Universo.

 

Día 8

El oleaje de las horas llena la orilla de ausencias. El mar del tiempo moja de recuerdos esmeraldas el rebalaje de la vida, la existencia líquida.

En tierra firme la gente se apresura a resolver sus asuntos cotidianos.

Yu Xuanji hace tres días que se marchó a la capital.

Yu es una mujer ancestral que mueve hilos invisibles en la realidad de este lugar de veraneo.

Es capaz de tejer finalmente un bordado de relaciones encantadoras en su senectud, con delicado encaje y palabras amables, para todos los vecinos que pueblan el barrio. Su ausencia es el ojo enmudecido del sueño.

Ahora el crepúsculo cierra el día con escarchados juncos reflejados en el mar que ahonda en su sentimiento de plenitud y de ausencia.

 

Día 9

Hoy escuchado el canto de las libélulas y me ha hecho recordar el sonido familiar de otros veranos, aquel que recitaban las solitarias chicharras.

Entonces las fronteras estaban delineadas por el trazo de la imaginación y el espontáneo tiempo de la infancia.

El mar era un pentagrama de líneas de colores donde se podía leer notas entusiasmadas y el ritmo de las olas. Nunca la vida ha vuelto a ser tan espléndida.

 

Día 10

El viento de Poniente ha dibujado de escamas de peces la superficie de este mar de la China.

Wei Zifu, el tabernero, seca cada mañana sus tomates al sol. Calmo con una grulla este hombre parece escuchar todas las confesiones de sus parroquianos. Nunca habla en voz alta y junto a cada consumición regala un poema. A mí me ha tocado uno que dice:

Abrir los ojos de par en par y buscar, a ciegas,

el sentido de la luz.

           

Día 11

El día amanece teñido de azul vibrante y, como cada mañana, ejecuto el ritual de la sombrilla de playa. Clavo en la arena el tubo de hierro y la abro dispuesto a conquistar el paisaje.

Hoy he ayudado a Xu Yueying a colocar las suyas y me ha expresado su gratitud con un: «¡Ay, las manos de un hombre!». Y en la frase he entendido que se refería a las manos que acarician, a las manos solidarias, a las que crean y levantan sus alas. No esas otras que golpean, a esas manos violentas y castigadoras, manos de verdugos sobre víctimas.

Al caer la tarde un vuelo de gansos en formación traza la geometría opalina del cielo. Se alejan y me alejo con la imaginación hacia el contorno del verano, mientras un grupo de chiquillos lanzar piedras que rebotan, dibujando ondas, sobre la superficie del agua, igual que repetí yo en el pasado.

 

Día 12

Hoy se han reído las olas de los bañistas. Lui Chauchun se ha preocupado porque ha perdido de vista por un momento a sus dos hijos. La playa tenía como bandera la libertad de una cometa.

Ha sido un día familiar. A Xu Yueying la han visitado sus tres hijas: Guan, Yu y Zhang. Tres mujeres cargadas con la diversidad del destino a quien devuelven, cada día, optimismo y entereza.

También ha regresado la octogenaria Du Qiuliang, ahora recogida en un centro para personas mayores, pero que no falta a su cita dominical para regar las macetas de su vieja casa ahora deshabitada.

La tarde es una golondrina sin reposo que espera el vuelo de una noche de estrellas.

 

Día 13

El fantasma de los veranos anteriores recorre la orilla del mar de China, entre la niebla que ha regalado el día.

Inmortales las olas cuentan en melodía una canción de algas y pisadas sin prisa. Son las huellas del tiempo que navegan como un velero con las velas de seda.

 

Día 14

Los niños de Qiang juegan en el rompeolas. Qiang los mira mientras siente la extrañeza de ser padre, de saberse en otros cuerpos distintos a su cuerpo, tan próximos y a la vez tan lejanos.

Escuchó la vieja leyenda de que un padre es como un árbol al que le crecen las ramas, a cuyas hojas le nacen alas para ser pájaros.

Hijos, suyos, cuando él apenas ha dejado de ser el hijo amado de su padre que, igualmente, lo miraba desde la extrañeza de comprender a su hijo.

Qiang se sabe padre no porque haya razonado la descendencia de su biología, lo sabe por el constante zumbido de sus hijos que revolotean alrededor entre necesitados y autosuficientes, aunque nunca conscientes de que el vuelo alcanzado fue impulsado desde un corazón vegetal.

Los niños van y vienen con las olas como estas mañanas certeras de verano. Lo siente tan dentro de sí que le duele no estar con ellos cuando él ya no esté, cuando no pueda fijar más su mirada en los ojos de los niños y hablarles con palabras que surgen de la savia del corazón.

Tomo el sorbo refrescante de una bebida y suspiro, igual que Qiang, ante el suspense de la vida.

 

Día 15

El verano es la metáfora de las cosas sentidas que caben en un bolsillo de la imaginación. Es el tiempo de aquello que creímos posible.

 

Día 16

Esta mañana me he apresurado para ir al mercado local. Llegué con la urgente impaciencia del consumidor occidental y, de repente, tuve que desacelerar mi mente.

Me paré en el puesto de Du y Chang A esperar mi turno y poder comprar algunas viandas mientras asistía al regateo y de las compras.

El tiempo se detuvo entonces ante la parsimonia de estos vendedores que platicaban entre ellos y con los clientes.

El coloquio varió, comenzando con el diálogo matrimonial de Du y Chang que no cejaban de hacerse reproches humorísticos y cotidianos de su relación, pasando a las cuitas y alegrías de la vida entera que parecía no tener nada que hacer el resto del día. Aquí el tiempo parece tener otro precio.

En la espera Chang se refirió al calor que hacía esta mañana y que aguantábamos con paciencia «yo, vosotras y todos», para incluirme a mí.

Tras la odisea de la compra me fui a la playa a sumergirme en el agua azul. En el silencio de la profundidad pensé en la hondura del ser humano.

 

Día 17

No deberíamos ser como la roca sino como el agua que se amolda a su cauce para recorrer el camino del lecho del río, leo en la puerta de un templo camino del Festival de la Mala Rima.

Se trata de un evento destinado a la poesía imperfecta que escriben los malos poetas. Es el reflejo invertido del Parnaso cualquiera puede hacer versos sin mayor pretensión que extraviarse en el deleite de la poesía, libre de cualquier condicionamiento.

Allí he advertido la triste soledad de los feriantes, entregados a hacer felices a los demás desde su soledad sórdida, la que hace cerrar la fiesta cuando todos se van a dormir.

 

Día 18

El viento y las olas han arrastrado la barca de Gao y su hermano que, con esfuerzo, han logrado salir del agua.

El mar es traicionero dice, mientras Su Yueying no deja expresar preocupación por acontecimientos como estos. También recuerda como hubo de ‘proteger’ a una persona migrante de la policía: «me preocupa que lleguen en oleadas pero cuando te acercas a ellos y les hablas, sabes que son personas como tú», deja caer en su proclama humanista.

El corazón es una flor que se abre ante la luz del sentimiento.

 

Día 19

El mar es circular. Tiene su centro en la memoria y gira sobre sí mismo. Nie Shengqiong, una mujer cultivada y amante de las artes, me ha invitado a tomar té en su casa.

La imagen de los patos mandarines flotando en el estanque, evocan la melancolía de la quietud mientras el silencio se apodera de todo.

El mar fuera no cesa.

 

Día 20

Nanshianjiao es un lugar pequeño cosido al mar. Sus primeros pobladores no fueron pescadores, fueron campesinos y se dedicaron a labrar la tierra.

Esa es su primera paradoja. La segunda es que casi todos sus habitantes estaban emparentados y se reconocen entre ellos después de muchas generaciones. El parentesco los aísla y los fortalece a la par.

Es por ello que el pueblo parece detenido en el tiempo y cada respiración, cada paso de sus habitantes, es como un eco social. Todos los oídos lo oyen, todos los corazones lo sienten.

Su devenir no existe, es pura fantasmagoría. Todo parece circunflejo y detenido. Incluso yo que los miro.

 

Día 21

El sol pone el poema de la tarde con escamas de oro sobre las olas del mar de China.

Un día más mantiene Yu Xuanji. Un día menos asegura Xu Yueying. La tertulia se inicia con la fresca de la anochecida y asegura una crónica de los eventos del día. Son mujeres que han dado vida a la vida como Li Ye, Liu Chaichun o Du Qiuliang, junto a otras que, en su mayoría han perdido a sus compañeros en el camino o se han desprendido de ellos. A mí me dejan escuchar sus largas, tranquilas y prolíficas conversaciones.

En el chiringuito de Wei Zifu, un grupo de hombres hablan y beben a la vez. Dos de ellos dilucidan a qué distancia se debe situar una persona cuando entra en un bar y hay otra dentro bebiendo cerveza.

La vida parece inconmensurable en todos sus recodos y es quebradiza como un junco.

 

Día 22

Como no hay días iguales tampoco hay sueños iguales. Una columna azul se levanta en la cresta del día cuando canta el gallo de la aurora.

Madrugo para verme soñar en los sueños de los míos. Me acerco a su respiración y escucho una cascada onírica que cae dentro de ellos.

Salgo a caminar y me calzo los pies del caminante anónimo, mientras me cruzo en el paseo marítimo con los entusiastas levantadores de la mañana.

De repente un rostro conocido, Wu Shuji, una mujer que renegó a que los prejuicios cerraran su mente y que, desde la valentía, levantó en soledad a su familia.

Wu me refiere la historia de Wen Wan cuyo marido se suicidó igual que el de ella: «dice que ha vuelto a sonreír; yo no podría, no entendería jamás el tiempo caminando al revés. Sonreír implica desatender la conciencia de aquello que es inevitable, lo que nos postra igual que un atardecer».

No sueño. No soñar no es estar despierto. Es caminar descalzo entre la arena y las olas.

 

Día 23

Le Wan, la mujer que camina descalza, madruga para escuchar el mar al amanecer. Me cuenta que su lenguaje, en esos momentos, es calmo, susurrante y bisbisea secretos de las profundidades. Me saluda con una sonrisa y se marcha.

Luego me tropiezo con Liu Rushi y me trata de explicar que hay existencias que pueden ser, al mismo tiempo, hermosas y caóticas como una flor de loto.

 

Día 24

En la casa de Lu Huinu no hay espejos para que la narrativa del tiempo no ocupe ninguna preocupación. Lu prefiere vivir su feminidad desde lo tangencial y los armonioso, retirada del mundo de los reflejos. Desde que se oxidó su alegría reposa los días y la luz del loto.

La tarde evanescente habla del mejor verano, el que tiene detenidos los relojes de arena y hace vaciar el mar en la mirada del pensamiento afable.

La luna llena comienza un hilo de conversaciones que durará hasta la madrugada.

Al alejarnos de nosotros logramos ver el camino que nos ilumina.

 

Día 25

Los niños de Wu Shuji juegan en la orilla del mar. El chapoteo de sus risas contagia el color de la mañana. No hay otros asuntos que dilucidar en el día.

La luz es apolínea, el calor asimétrico, los pasos en la arena son huellas de agua.

Sentirse vivo en la nomenclatura del verano parece un bálsamo recetado para curar las rutinas que acechan ya cercanas.

 

Día 26

La inmersión en el mar temprano es un viaje al silencio mudo de la soledad. La playa al amanecer es un cuento de muchedumbres vacías, y bajo respiran bañistas transparentes y peces con vestidos de algas.

En la orilla un padre recopila, junto a su hijo, cristales de colores que fingieron botellas con mensajes naufragados. El niño pregunta por las cosas que no tienen nombre y el hombre se detiene a definirlas, dando forma al pensamiento infantil para un nuevo recuerdo.

Pasan pájaros hacia Poniente y Su Yueying dice que va a cambiar la corriente marina.

 

Día 27

Yu Xuanji, durante el almuerzo al que la invité, me cuenta la génesis de Nanshianjiao. Media docena de familias que, emparentadas, hicieron el ovillo de vida que es ahora. Es por ello que hay un hilo de parentescos, un tejido urdido en un tiempo tardo.

Esta tarde el viento de Levante ha arreciado tanto que se lleva las palabras de la boca. La gente entonces se habla con la mirada, y es cuando más aflora la sinceridad porque los ojos, dicen, son una ventana al alma.

Ahora la tormenta decora un mar de oscuridades metálicas

 

Día 28

¿Qué hay en el fondo de todas las cosas sino la búsqueda del tiempo ido?

En la mañana de jade hay ecos de voces alejadas que son huellas sonoras desvanecidas en los cartílagos de la memoria.

Nanshianjiao es un lugar de observancia matriarcal, de mujeres que trazan pentagramas para interpretar los dilemas del día.

Aquí no me siento extranjero pero tampoco propio del lugar: es una especie de sentimiento apátrida del mundo y hasta de la existencia en sí.

Esta playa está perfumada con el sándalo de la tranquilidad y la paz de las flores de peral y, a veces, llegan de lejos viejos y buenos amigos que esponjan el corazón.

 

Día 29

Entender que la espuma de las olas es la sonrisa que el verano coloca a los días. Saber que una experiencia propia es que el oleaje te dé un revolcón y, desorientado, no puedas escapar del rompeolas. Pensar en el amor aquello que no se comprende desde la altura infantil.

Jian, un vecino que habla con los gatos, entabla largas conversaciones sobre la soledad conmigo. Parece atrapado en el dilema de una existencia acotada entre el mar y el lecho donde duerme.

Es un hombre sin sombra que apenas sonríe y desconoce la inversión del tiempo. Me sujeta con su hilo de resignación para contarme el hecho insólito de su existencia de persona asomada al tapiz del mundo.

Lloro sin lágrimas porque me veo dentro de él como un barco en una botella de cristal. Y para despedirnos, con su mirada me dice ve, llega tan lejos que no te reconozcas.

 

Día 30

¿Y si por un día volvemos a ser jóvenes, sentimos sin saber, reímos sin que nos duela nada y hablamos sin ausencias?

Hoy me han invitado al ‘Baile de la Medusa’, una fiesta interior que despide el veraneo y que sugiere encarnar a seres simples que nadan en un palíndromo temporal de sensaciones olvidadas.

Me ha sentado bien mirar en las aguas de la delicadeza y la vitalidad.

 

Día 31

El teatro de las sombras cierra el día. Antes todos los personajes han interpretado el papel que los encaja en su destino.

La duda se mezcla con la nostalgia a la hora de partir y el pensamiento si fija en la orquídea del porvenir. No hay lugar para las lágrimas ni los largos adioses.

Es todo un pasar página sobre las tardes vividas desde el planeamiento del ocaso.

Luego olas de luna invaden en pleamar las últimas palabras que si duermen en el eco de los días calurosos y las noches consteladas.

Termina la interpretación del estío en este mar de China.

domingo, 16 de mayo de 2021

En concierto



El pianista, ante la queja, observó: «quedarse dormido plácidamente en unos de mis conciertos en el mejor halago para mi interpretación. Quien lo hace sueña mi música».



domingo, 9 de mayo de 2021

Tareas



Mientras extendía los brazos con las palmas de las manos enfrentadas para ayudar a su abuela a ovillar la madeja, pensaba que ese gesto era como liar el mundo: con cada vuelta una pelotera mayor.



domingo, 2 de mayo de 2021

El doble






En una época fui una persona; ahora soy otra. Si las dos pudieran encontrarse a solas, en un lugar incierto, no se reconocerían; apenas si se hablarían.

Aquella que fui miraría a esta que soy con desconfianza, casi con desprecio. Esta que soy observaría a la otra con indulgencia, casi con menoscabo.

Aquella que dejó de ser criticaría de esta, la calmosa forma de amar, el estoicismo en la acción, el militante escéptico. Esta que soy le reprocharía la vehemencia, la impericia de afectos, el desastre utópico.

Ambas no entenderían qué es la otra, dada su incapacidad por el contagio de una sustancia tóxica llamada destiempo.

domingo, 25 de abril de 2021

Aprendiz





—Sabes qué es lo primero que el tiempo borra de un cadáver.

—No sé muy bien —respondió el novato.

—Los ojos.

—¿Y luego?

—El resto de la cara. Curioso ¿no?

—No sé —dijo despreocupado el neófito.

—Si los ojos son la ventana del alma, la ventana se cierra, el alma queda a oscuras y, como si fuera una planta, muere.

—Morimos doblemente.

—Seguro y además lo hacemos desnudos porque ya no se amortaja a nadie.

—Desnudos venimos al mundo. No me parece injusto lo de envolverlos en un sudario —expuso el aprendiz.

—Más bien inelegante, igual que el hecho de morir.

domingo, 18 de abril de 2021

Unipersonal



En aquel municipio había empadronado un solo habitante quien, además era alcalde electo por sí mismo y vecino único que contravenía las órdenes que aparecían en los edictos de la municipalidad. Así cuando estaba en desacuerdo con alguna normativa se iba a protestar a la casa del primer edil sin que ello causara ninguna alteración del orden público. Igualmente, cuando celebraba una sesión plenaria, todos los acuerdos se alcanzaban por mayoría absoluta, lo cual constituía una incuestionable paz social en el pueblo.

En cierta ocasión, el ayuntamiento le otorgó una licencia para construir un parterre donde colocar sus macetas y verlas florecer, aunque hubo de renunciar, después de ser acusado por su alter ego de corrupción urbanística ya que se beneficiaba del acuerdo.

Los bandos municipales consistían en largos exordios que nadie leía, a excepción de él que los escribía, inspirados en la Ilíada y desarrollados en igual número de quince mil versos homéricos.

Una vez a la semana abría la ventanilla de atención ciudadana que cerraba a los cinco minutos tras la ausencia de usuarios.

Cuando se marchó el último residente a la ciudad porque decía que el silencio era insoportable, tuvo que prescindir de los actos protocolarios como los desfiles, la entrega de medallas de oro, el libro de firmas ilustres y la izada de banderas.

Posteriormente a su fallecimiento, acontecido por un acceso de falta de popularidad y una pleuresía administrativa, el lugar fue declarado zona de despoblamiento rural.

En su honor, los servicios funerarios, a continuación de incinerarlo, guardaron sus cenizas en una hornacina del salón de plenos.



domingo, 11 de abril de 2021

Fetiches





Compró una paradoja como mascota para sus hijos. Ellos contentos le daban de comer contradicciones, incoherencias y antítesis. Creció y creció y se hizo tan grande que se produjo un hecho paradógico: la casa se llenó de sentido común.

sábado, 10 de abril de 2021

Insomnio



No podía dormir con el ruido que escuchaba junto al cabecero de su cama llegado desde el apartamento contiguo. Aunque más que el sonido sicalíptico, lo que perturbaba su descanso era la imagen que proyectaba en su cabeza. La de una joven pareja de vecinos follando sin parar a la que cada día saludaba al entrar o salir del edificio. Él muy flaco y ella de anchas cadera y trasero amplio, montada sobre su larguirucho compañero suministrando culatazos y enterrándolo con sus frondosas carnes, anegándolo en placer con su gordura, ahogando su endeblez en voluptuosidad carnal. 

A la mañana siguiente, en un cruce vecinal repentino, ojeroso y divertido, los saludó con una sonrisa que entendieron como parte de un trío sexual.



domingo, 4 de abril de 2021

Dualismos



El otro día hablé con mi cerebro. Me dijo que lo tenía preocupado. Le pregunté por qué y me respondió que no le hacía ningún caso. Le argumenté que eso era porque me ocultaba cosas, algo que entre personas que comparten su intimidad no da mucha confianza. Entonces me replicó que la mente tiene razones que el cuerpo no entiende.



domingo, 28 de marzo de 2021

Casamentero



No, nunca se casó. Eso sí, tampoco se perdió ni una sola de las bodas de familiares y amigos. Y fueron muchas las ceremonias, a contar por el número de habanos que guardaba con la inscripción de los enlaces, donde en sus vitolas se podían leer los nombres de las parejas y la fecha del casamiento.

Durante años guardó en una vitrina los cigarros puros de aquellas fiestas ampulosas, dicharacheras y rebosantes de alegría y felicidad. A veces los miraba como quien ojea un álbum de recuerdos y hasta se emocionaba, mientras mentalmente proyectaba imágenes de bailes y de risas, de mujeres esmeriladas y hombres beodos, de lágrimas y bendiciones de dicha.

Ahora, en edad crepuscular, se sienta en el pórtico de su soledad a ver morir el día. En ocasiones le llegan noticias de divorcios y separaciones. Va hacia la vitrina donde ya hay algunos huecos y busca el habano enfajado con los nombres de la pareja que ha roto. Vuelve al porche y lo enciende y succiona con vehemencia el humo. Acoge en sus pulmones una gran calada que luego con parsimonia lanza al cielo de amenazante rojez y, en tanto la fumarada se eleva hasta perderse en el espacio, piensa en las cenizas de ese amor.



Cambiar la hora



Siempre recordaré aquella familia, peculiar familia del barrio de mi infancia: los Briones. Su presencia era atrayente porque vivían hacia adentro, hacia esas reglas de intimidad secretas que tanto nos llamaban la atención y nos estimulaban la imaginación.

El clan familiar estaba gobernado por la madre: mujer alta y corpulenta que lucía una gran cabellera plateada, casi blanca; y cuya figura a raíz de la muerte de su hija mayor durante un parto primerizo, se agrandó por su presencia enlutada. Los demás integrantes del núcleo familiar aparecían a la sombra de su voluntad.

Sin ser malos vecinos, entre la chiquillería corrían mil historias fabuladas sobre las cosas que acontecían dentro de aquel domicilio. La más famosa de las anécdotas era que, cada noche, congregaba a todos los parientes difuntos en animada charla y, durante horas, hablaban de asuntos cotidianos igual que si estuvieran vivos.

Cuando fue implantado el primer cambio de horario de verano, los Briones se negaron a aceptar aquella imposición, porque dada su manera de ser iba contra su naturaleza. Y si alguien les preguntaba qué hora era, ellos respondían lo que marcaba su reloj, explicando que se trataba de la hora antigua y no de la nueva. Algo que nos parecía ridículo y poco apropiado para entrar en esa modernización de los usos urbanos.

Pasados los años no solo los entiendo en su rebeldía y, es más, sino fuera porque ahora son solo trazos de recuerdos, me solidarizaría con ellos y me podría en su lugar, para dar la hora antigua al que pasara por la puerta de mi hogar.

domingo, 21 de marzo de 2021

domingo, 14 de marzo de 2021

Mi otro igual

 


Tengo un doble. Lo adquirí en propiedad a una compañía extranjera que publicitó una oferta con un descuento del treinta y tres por ciento de su coste. Eso me hizo pensar que siempre valdría menos que yo.

En principio solo lo usaba para acontecimientos sociales como presentaciones de libros, conferencias, celebraciones onomásticas, bodas, fiestas de aniversario y de graduación. Después comencé a emplearlo en actuaciones como amar a la patria, actos litúrgicos, reivindicaciones, elecciones, degustaciones, reuniones de empresa y citas con los amigos.

Comprobado el rendimiento que obtenía con su explotación, ocupó todas las áreas de mi actividad tanto laboral como familiar. Ahora vivo alejado del mundanal ruido mientras otro ocupa mi lugar.



domingo, 7 de marzo de 2021

Vendido



Beatriz le mostró el pequeño apartamento. Su pelo negro en cascada y su brillante mirada hacían que la vivienda se inundara de objetos y vivencias. Jorge tímido y joven la siguió siempre observando su espalda y la redondez de sus hombros, la suavidad de sus formas bajo la blusa ajustada, sus minúsculos pasos de geisha y su voz casi infantil y cálida. Así fue desde que estuvieron en el portal del edificio. Luego en el ascensor él, con un cierto rubor clandestino, observó de reojo la respiración de sus pechos y la fragancia no muy cara de una perfumería de franquicia. La mujer Beatriz le hablaba y él, embargado por el chapotear de sus frases, se dejaba mojar sin entender la lluvia que lo empapaba.

Ella abrió la puerta del piso con la destreza de quien tiene por hábito hacerlo. Al entrar el eco de la vaciedad hizo que las palabras se anquilosaran, pero cuando Bea dijo que el recibidor distribuía bien la casa porque daba continuidad a los pasillos, lo imaginó colorista y decorado con art déco. Y sobre la mesa una foto de Beatriz joven, más juvenil que ahora, en plenitud de su belleza. «A la derecha está la cocina». Se asomó y la vislumbró con el delantal y las manos manchadas de harina, mientras él le sonreía desde el otro extremo pelando patatas y escurriéndolas bajo el grifo. «Y está el lavadero que es muy luminoso». Entonces Jorge volvió al plano de realidad y vio la pieza que la mujer le indicaba.

Llegaron al salón y Jorge ya no escuchaba sus palabras, aunque sus labios rojos no dejaban de moverse, mientras una escena familiar se proyectaba en su imaginación, primero como flamante pareja y luego con el trajín de una familia cargada en el enfrascamiento de la procreación. «El salón es amplio y tiene esa pequeña terrazita», por donde Jorge creyó ver el mar junto a Bea. «Dos cuartos de baño, uno más reducido y este otro dentro del dormitorio grande», algo que lo acabó por llevar hasta el espacio exterior y por lo que apenas se atrevió a mirar, ya que su contemplación era mucho mejor que la de aquella habitación vacía. «También están otros dos dormitorios más pequeños…», y el cielo, Jorge pensó, en ese instante, existe el cielo.

Tiró de la puerta y un golpe seco y sonoro le hizo reaccionar. «¿Qué le ha parecido?» Quiso decirle «muy bien, amor», y solo asintió con la cabeza. «Pues vamos a mi oficina y firmamos el contrato». «Sí».



miércoles, 3 de marzo de 2021

Clave de sol


Andrea posó sus lábiles dedos sobre la octava baja del piano vertical y comenzó los ejercicios de quinto curso, como cada tarde entre las seis y las ocho de otoño, cuando la luz tiene ese color sepia invertebrado que se cuela como polvillo de arroz por los ventiladeros de la nariz. Interpretaba distraída el allegro maestroso del concierto número uno en mi bemol mayor de Frank Liszt que era donde solía perder más el ritmo. Sentada junto a su migraña, la rubia melena leonada adornada por hilillos rizados de sol que caían en cascada sobre su espalda, Andrea se interrogaba con desesperación qué combinaría el sábado con su blusa de seda verde limón, sin encontrar en el probador de su cabeza la composición definitiva con que se vestiría entre el voluminoso ajuar que atiborraba su armario. La tarde tenía ribetes de violín en los ángulos cenitales y el piano añoraba la descansada ausencia de los dedos frágiles de la niña con pechos de mujer. Sobre las lengüetas azules del cielo sonaba una sinfonía de olores y una anacrusa, escapada del pentagrama, aterrizó sobre el alféizar de la ventana.

Andrea se levantó del piano molesta de encasquillarse en la ambigua escala de mi bemol mayor, empleándose en la escritura furtiva del diario de su migraña, donde anotaba toda clase de suertes desde que la descubriera en el preludio de su pubertad, el día que sus hormonas sexuales optaron por jugar al diábolo. Lo resolvió por rebeldía a su madre que le apercibió de lo ridículo que a su edad resultaban los juegos con amigas imaginarias y le sermoneó con la necesidad de aplicarse en sus estudios de solfeo y canto coral. El subrepticio diario lo custodiaba Andrea en un escritorio caoba que se localizaba entre su piano Petrof y la ventana por donde miraba las pajaritas de papel que regresaban todas las primaveras del África Negra y anidaban en los aleros de los caserones y más recientemente, también en los salientes afilados de los edificios de hormigón. En los últimos días había estado glosando como amanuensa embelesada, el sobresalto de ideas que le rodaban en la cabeza al suponer la compañía de Ángel Manuel caminando entre ella y su migraña por el parque de mordentes florecidos, frondosas bordaduras y semitrinos peciolados. La niña apuntaba en el diario todas las conversaciones mantenidas con la migraña, sus sueños locos de amor y de fortuna, cuando ella se veía como una gran actriz enmarcada por la pantalla de un cinema, o como una afamada modelo recorriendo las pasarelas del éxito y portando arrebatadores trajes de modistos con nombres de lujo, mientras los hombres abajo se disputaban su belleza con halagadores piropos, o quizás también como una bailarina esbelta o una cantante de éxito que arrastraba a las multitudes tras de sí.

La tarde marcada de un mágico acento de luz estaba dominada por los grados tonales del aire. La migraña sentada en la cama de Andrea respiraba fusas y corcheas, negras y blancas a la velocidad que el metrónomo marcaba, mientras contemplaba ensayar a la niña las escalas cromáticas y los arpegios melódicos, cuando sus dedos de cristal hacían crucigramas sobre el arlequinado juego de teclas y se acrecentaban los arrebatadores episodios de melancolía que tanto atolondraban a Andrea. Ángel Manuel era el quinto novio en la cuenta corriente afectiva de su radiante juventud, pero con suerte aún llevaba aprehendidos en su corazón los cuatro primeros amores que fue descartando de su baraja de cariños por aflicciones que arruinaban su libérrima alma. El amor era en manos de Andrea una bagatela, algo friable que el tiempo convertía pronto en corteza muerta dispuesta para ser consumida por el fuego de lo rutinario, soñadora muchacha de apuestos paladines que consumía a sus novios con la fiebre de quien devora una ilusión, buscando uno tras otro el príncipe imposible, el galán de quimera que no vendrá pero para quien hay que estar acicalada y dispuesta. No había para ella causa de anclamiento a sus conquistas pues su corazón no bebía de un amor más exquisito que aquel que ella se dispensaba para sí y sólo se asentaba en su conciencia un ligero rumor de culpa cuando, desde su vanidad de pianista indolente, percibía ahogarse en el dolor a alguno de sus frustrados pretendientes.

Eduardo Jorge fue el amor del pavo. El primigenio cariño que palideció su vida entera y le originó el primer descocido en el corazón cuando aún hervía en ella el sublime amor de la inocencia. Lo dejó, a pesar de ser el amor iniciático que la hacía tremolar como un flan chino, porque la atormentaba con sus sentimientos posesivos y sus pretensiones de casamiento. A pesar de la empalagosa descarga de regalos que volcaba sobre ella y de las cajas chinas de bombones con licor asiático que le cambiaba el color de sus pupilas de un glauco templado a un opalino meloso y los palitos de sándalo con olor a clementina. La niña solía confesar a su migraña con desgana que nunca se casaría por lo que fue enterrando un novio tras otro.

Gustavo Luis fue el segundo de sus novios. Se encariñó con él porque le recortaba ocasos de papel de estraza las tardes que la migraña de Andrea se sublimaba más de lo acostumbrado y correteaba como loca por la habitación de paredes pálido rosa. Además se complacía Gustavo Luis en llevarla a distinguir entre las líneas del mar, cuando el horizonte acuoso se confunde con lo celeste del cielo y hacerle versos que rimaban con los anuncios de modas y perfumes emitidos en televisión. Perdió a Gustavo Luis en un hipermercado un día que las rebajas le plantaron delante de su cara a Víctor Alfredo, un apolíneo gimnasta que masticaba culturismo, sudaba con los ojos rubios y posaba como las mariposas en época de celo. Pero Víctor Alfredo casi nunca escuchaba lo que Andrea le confesaba, cuando apremiada por sus padecimientos, narraba las veleidades de su migraña a la entrada de los solsticios, algo que le hacía arruinar todos sus sueños de fiesta y sus utopías de niña consentida. Víctor Alfredo sólo vivía para pensar en sí mismo y en sus estirados músculos de goma de mascar americana y sospechaba que Andrea fantaseaba con el sueño de las migrañas, inventando dolores imaginarios y padecimientos ilusorios. Pero a pesar de la esquiva atención a Andrea, boquiabierta, se le caía la baba cuando el gimnasta dúctil se paraba delante de ella moviendo sus bíceps como en una coreografía rusa. Por eso el día que lo conoció se quedó clisada, tonta de amor, ante aquella fachada muscúlea con alma de gimnasta cibernético. Con él disfrutó de los besos estirados y de las genuflexiones amorosas, y sin embargo Víctor Alfredo nunca atendió a su belleza de sensible pianista ni a su cariño de cuento de hadas.

Guillermo Pablo, el último estreno en tecnicolor de su corazón, tenía una sonrisa de motocicleta de gran cilindrada y se ocupaba en pasar modelos de alta costura masculina. Gustaba bromear con Andrea en un francés gutural de bachillerato. Alto, bien hecho, con una pincelada de camionero criado en el seno de una familia acomodada, creyó engatusar a Andrea con ese fingimiento de seductor de segunda fila que tanto le gustaba practicar. Guillermo Pablo hizo como si comprendiera el mundo interior de la chica pianista, como si aceptara que las migrañas son compañeras de las jóvenes rubias de frente soñadora y fisonomía de muñeca. Por eso se entretuvo con ella en los desfiles de moda puntuando los defectos de las rivales de Andrea y en las salas de fiesta donde se bailan los ritmos mecánicos más publicitados en las cadenas de radio. Pero para Andrea aquello fue un entretenimiento porque buscaba a un hombre de carácter fuerte y dominante que la castigara las tardes de migraña insoportable, que le respondiera cuando ella con actitud supuestamente sumisa lo engañara desde el fondo de sus ojos claros y tratando de domesticarlo.

Andrea soñaba entre las líneas sonrientes que las partituras musicales desplegaban ante su mirada, una vida interpretada en clave de sol, en la línea para el registro más agudo del éxito, donde en compañía de su migraña actuaba como admirada solista de los grandes conciertos que hacían llorar al público por la emoción compungida en los conductos milimétricos de la sensibilidad. Se veía sentada en el corazón de la orquesta rodeada de bajos con barba de chivo y tenores sordos, de sopranos gordísimas y contraltos de perfil teutón. Ella, la musa, envuelta en violines hirientes, trompas succionadoras de silencios, cornos ingleses y oboes marchitos, flautas ladinas y trompetas circunspectas, contrabajos atléticos y arpas licenciadas en álgebra. Andrea sentada al piano tocaba la Edad de la Ansiedad de Leonard Berstein y palpaba al modelado Guillermo Pablo haciendo filigranas en el anuncio de una valla publicitaria. Ensayaba los compases de la Sonata de los Adioses de Beethoven y la imagen de Víctor Alfredo corría a sentarse a su lado. Apenas hacía sonar las primeras notas de los Amores del Poeta de Schuman y la mirada de Gustavo Luis venía tropezando con las marquesinas de los autobuses hasta posarse en su piano de cola. El sonido de la sonata del Sur le hacía sentir cómo Eduardo Jorge la volvía a tomar de la mano por primera vez para llevarla con sigilo por los rincones inencontrables. Y si practicaba el Trino del Diablo, la sonata en sol menor de Tartini, aparecía el fantasma malhumorado de Ángel Manuel.

La mañana, como en los últimos cincuenta años, despertó en clave de la segunda línea pinturera y oronda. Andrea caminaba polifónica en busca de su cita por el parque de los heliotropos y amarantos, de las caléndulas y los lirios, de las flores del aire y de las flores del corazón. Ociosa al mundo que la rodeaba, Andrea contaba entretenida todos los hombres que había asesinado con sus sentimientos pueriles e inmaduros mientras esperaba la cita de su último amor. Pero ahora estaba verdaderamente sola desde que su migraña la abandonó un día con la llegada de la menopausia.

domingo, 28 de febrero de 2021

domingo, 14 de febrero de 2021

Invisibles





Trabajaba concentrado el alquimista en los cuatro humores del comportamiento humano. La bilis negra para la melancolía; la bilis amarilla para la cólera; la bilis roja para el comportamiento sanguíneo; y la blanca para la flema. En ese momento fue interrumpido por un sagaz aprendiz, aquejado de curiosidad, que se acercó a interrogarlo.

–Maestro puede el ser humano alcanzar la invisibilidad.

– Sí, puede.

–¿Cómo ha de ser para que la materia pierda su aspecto sensorial?

–No llames la atención. No te distingas del resto de la gente. Te harás volátil como la quintaesencia.

domingo, 7 de febrero de 2021

Consola






Los padres buscaron al niño con determinación, lo habían dejado embebido en un videojuego en el que pasaba muchas horas. Al principio con intranquilidad y después, tras auscultar hasta el último rincón de la casa, con desesperación. No comprendían que hubiera desaparecido porque las cámaras de seguridad probaban que no había salido de la vivienda. Pasados varios meses quedaron paralizados mientras un anuncio en televisión publicitaba un videojuego donde el protagonista era su hijo.

 

domingo, 31 de enero de 2021

Modelo de negocio




Llego a recoger un producto a una nave industrial. Es un negocio antiguo que ahora es administrado por los cuatro hijos que lo heredaron de un padre ambicioso. Al entrar a la oficina para hacer el pedido me encuentro a los vástagos sentados en sus respectivas mesas, cada uno ocupando un espacio distinto y, supongo, realizando un cometido diferente.

El primero, me saluda con un «buenos días» y le correspondo por igual. Me pregunta qué quiero y tras mi respuesta, mira al segundo hermano para que me atienda. Me dirijo a su mesa y me indica la cantidad que debo pagar. El tercer hermano me advierte con la mano que tengo que darle el dinero a él y cuando le pago, me da la vuelta. Entonces, el último de los hermanos, me indica que puedo pasar con mi vehículo dentro del recinto para recoger el producto adquirido. Así llevan tres décadas.

Entro en un gran almacén y perdido al fondo del mismo, veo una figura humana que trajina con materiales de un lugar a otro. Me hace aspavientos para que me sitúe cerca de él y tras informarle sobre la compra, la carga con esfuerzo en mi automóvil. Es el único empleado de la empresa y quien demuestra tener todo el mérito.

 

domingo, 24 de enero de 2021

Epístolas



Al menos dos o tres veces al mes se escribía una carta a sí mismo. Cuando le pregunté por qué lo hacía me dio varias razones. 
—Lo hago para tener correspondencia porque nadie me escribe. También para dar trabajo a los carteros y porque no quiero que se pierda el género epistolar. Pero, principalmente, lo hago para decirme aquellas cosas que no tengo valor de contarme frente al espejo.



domingo, 17 de enero de 2021

La anomalía



Aquella mañana parecía otra de muchas mañanas similares donde la gente se levantaba temprano para realizar su actividad cotidiana. Bajo el orondo sol nada hacía presagiar que ninguna persona acudiría a su ocupación laboral. Al parecer todos los habitantes del planeta se habían contagiado de un virus informático que les introdujo un pensamiento crítico: considerar absurdo que les estuvieran robando su vida por la obligación de tener que ir a trabajar. Así que decidieron quedarse en la cama para detener el mundo y reiniciarlo con un modelo más benévolo y desacelerado de producción.



domingo, 10 de enero de 2021

Diario matutino



Mientras ojeo la portada del diario no puedo sustraerme de la escena contigua a mi mesa del café. Una pareja enfrentada y silenciosa. El hombre tiene los ojos vidriosos y la mirada perdida en algún lugar lejano. La mujer lo observa callada durante el tiempo que va de la página de Internacional a la de Nacional. Ella, entonces, intenta decir algo, pero él no la deja al ponerle su mano en la boca, mientras termino la sección de Sociedad.

En Cultura el hombre dice: «prefiero tu silencio a tus mentiras». Tras los Deportes y el Ocio levanto cabeza y la pareja ha desaparecido.

Miro en la contraportada y leo en Última Hora: ‘Mata a su compañera sentimental tras una discusión en una céntrica cafetería’.

domingo, 3 de enero de 2021

Artefacto





Cuentan que el primer día que vieron entrar una bicicleta en aquel pueblo todos sus habitantes corrieron a encerrarse dentro de casa.

El hombre sorprendido al ver todas las puertas cerradas bajó de la bicicleta y la empujó mientras recorría las calles solitarias de la aldea. Se acercó hasta la fuente a refrescarse y aparcó el vehículo. Luego que hubo descansado subió a la bicicleta y se marchó por el otro extremo del pueblo.

«Hemos visto al diablo», contaban los lugareños unos a otros. «Venía subido en artefacto fabricado con dos cribas y una horca».

Un tiempo único

    Nauplio Fernández observó, al despertar, que no se había movido de la cama en toda la noche. Entonces una idea iluminó su cerebro: e...