domingo, 29 de diciembre de 2019

Desilusión


Era su novia de toda la vida y lo acababa de dejar. Se hundió pensando que nada volvería a ser igual que antes. Su corazón se arrugó y pareció faltar el aire en sus pulmones. Llovieron lágrimas en su interior. Una última mirada la vio desaparecer mientras se alejaba y antes que el timbre lo hiciera regresar al aula de preescolar junto a los otros niños.

domingo, 22 de diciembre de 2019

Bloc de notas



Meticuloso, ordenado y observador, siempre llevaba un cuaderno de notas para escribir todo aquello que ocurría alrededor de su existencia. Así cuando veía una pareja de novios describía como sería su insoportable convivencia conyugal futura. Si tropezaba con un sacerdote, lo sospechaba en una imagen desnuda en un burdel. Si acaso se trataba de un ama de casa distraída frente a un escaparate de moda, la imaginaba desfilando ante los espejos de su casa. Y si era el caso de un militar enhiesto lo pensaba en ropa interior repantigado en el sofá de su casa.

Su cuaderno engordaba por días hasta que, en cierta ocasión, debió de anotar: esta es mi muerte como escritor. Y se hizo el papel en blanco. Eso sí, pautado como los surcos de la existencia.

domingo, 15 de diciembre de 2019

Endemoniada







La frase era enigmática, escribió mientras trataba de desentrañar las palabras plasmadas. Después serpenteó en su brazo hasta envolverlo y subió por su cuello. Entró por su boca y por su nariz sin poder evitarlo. Al deslizarse por el fondo de su garganta sintió su sabor amargo y cómo le revolvía el estómago y se volvía visceral y testicular. La frase saltó y rodeó su corazón hasta diluirse en su sangre para llegar a su cerebro que la alumbró, por fin, tras ser esclarecida.

domingo, 8 de diciembre de 2019

Turbulenta lectura







«La niña se acercó al hombre que leía en el parque y le dijo: señor no le va a gustar el final de esa novela. Y cómo lo sabes, ¿acaso no eres muy pequeña para haberla leído? —le respondió el hombre algo contrariado—. Es verdad —contestó la pequeña—, pero lo sé porque me escapé de ese libro».

La lectura de aquel pasaje la inquietó porque había soñado esa escena la noche anterior. Cerró el libro de golpe y lo no volvió a abrir. Al llegar a casa lo guardó en la biblioteca y se puso a escribir lo que le había ocurrido. Comenzó su relato desde su infancia cuando un hombre leía un libro en un parque.

domingo, 1 de diciembre de 2019

El escritor encamado




Una larga enfermedad lo había postrado en la cama. Desde allí escribía largos textos sobre su enfermedad y la miseria de una vida enfermiza. En cambio, los textos producidos gozaban de tanta salud y vitalidad que lo convirtieron en un escritor de éxito. Hasta tal punto alcanzó fama que protagonizó un anuncio de colchones.

domingo, 24 de noviembre de 2019

domingo, 17 de noviembre de 2019

Rutinas


Cada tarde sale a caminar. Es una rutina en la que desde hace años gasta un par de horas diarias. Le hace sentirse bien y le deja pensar. Mientras camina imagina que le crecen unas alas y se siente levitar un palmo sobre el terreno. El tiempo pasa pronto y apenas siente fatiga. Vuelve a casa, mira las zapatillas y entonces recuerda que el vendedor le dijo: usar este calzado es como llevar alas en los pies.

domingo, 10 de noviembre de 2019

Balas trazadoras

Joan —el tiempo ha borrado la memoria de su apellido— era un licenciado en Física y Química con quien fragüé amistad a través de la poesía durante el llamado ‘servicio militar obligatorio’. Aún conservo el poemario ‘Vint-i-set poemes en tres temps’ de Miquel Martín i Pol que me obsequió en lengua catalana, poeta de quien solo conocía por aquel entonces una adaptación que el cantante Kiko Veneno había realizado para su canción ‘No pido mucho’.

Cierta noche, durante un ejercicio de práctica antiaérea en los acantilados de Gijón, me comentó mientras observábamos el cielo iluminado por las balas trazadoras: «ves, igual que esas trazas de luz en el cielo negro, así es la lucidez del pensamiento, destellos de luz que nos guían para saber por dónde vamos en nuestra oscuridad». Después callamos los dos durante largo rato.

domingo, 3 de noviembre de 2019

El telépata







Cansado de discutir aprendió a contestar en silencio a sus interlocutores. Llegó a establecer elaborados diálogos. Nadie comprendía su mutismo. En cambio, él mantenía largas conversaciones interiores que le llevaban a entender cómo eran quienes le rodeaban. Les ofrecía consejos, les consolaba, comprendía más que nadie sus cuitas. De sus labios apenas se escuchaba un sí o un no y su familia preocupada quiso llevarlo hasta un internado de salud mental, pero él que sabía sus pensamientos, se fugó. Después de hacerse anacoreta fue contratado por una agencia de espionaje.

domingo, 27 de octubre de 2019

Dos sombras






—Deberíamos hacer algo con esta perra vida donde terminas por morirte.

—¿Hacer qué?

—No conformarse.

—Vivir es conformarse.

—No. Vivir debería ser confortable.

domingo, 20 de octubre de 2019

Curación






El doctor le dijo que volviera dentro de un par de años.

—¿Y podré sanar de esta enfermedad, doctor? —preguntó.

—No se preocupe, el tiempo todo lo cura.

domingo, 13 de octubre de 2019

Satánico






Cada vez que se extraviaba algún objeto dentro de la casa hacía un nudo en la esquina de un pañuelo. Era un método aprendido de su abuela quien le enseñó cómo encontrar las cosas perdidas. La técnica consistía en atar, de manera simbólica, los testículos al diablo, en un sortilegio para desmontar la conjura de las pérdidas, y no desanudarlo hasta que la cosa extraviada apareciera.

La frecuencia de los enseres desaparecidos creció con el paso de los días y fue tal su habilidad en hacer ataduras que todas las telas de la casa aparecían anudadas. Al final para no desaparecer ella se ató a sí misma.

domingo, 6 de octubre de 2019

Titirimundis



—Señora Marioneta, está usted perturbando la imaginación de los niños. 

—Disculpe, señor Autoridad, me hicieron así. 

—Así, cómo, ¿andrajosa y mal vestida? 

—No, libre. Movida por los hilos de la ilusión y de la ingenuidad. 

—Lo que hace es exaltar las mentes y pervertir las sanas costumbres de la obediencia. 

—Lo que hago es hacer reír y soñar, e imaginar mundos imposibles. 

—La utopía es una subversión inadmisible de la que debo informar al señor Poder. 

—Como dijo el poeta: no he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo. 

—Los poetas son otro de los virus que tacan al sistema y que habría que encarcelar. 

—George Orwell, un tipo que se les escapó a ustedes, dijo: la libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír. Y en eso estamos. 

—Pues le llevaré ante el señor Juzgador para que le aplique la ley y le condene por enaltecimiento de la libertad. 

—Lo que hay que condenar es la mentira y la hipocresía. 

—No se hable más, se acabó la función. 

—Mi espíritu es el de nunca callar.

domingo, 29 de septiembre de 2019

De compras


Desde que abrieron el comercio me llamó la atención porque no se podía apreciar nada de su interior debido a sus cristaleras opacas. Mi curiosidad fue creciendo cuando supe que la tienda solo estaba abierta al público una hora diaria. Cada vez que cruzaba por el lugar, atraído por un cierto magnetismo, volvía la cabeza y me preguntaba qué clase de productos despacharían en ese establecimiento. Un día, dispuesto a matar mi interrogante obsesión, me paré a observar el tipo de clientela que acudía al negocio. Descubrí que ninguna de las personas que entraban allí, salían después, ya que pasados sesenta minutos el cierre se bajaba y no subía hasta la jornada siguiente. El descubrimiento me sobresaltó y tomé la decisión de entrar. Mientras caminaba hacia local mi pulso se aceleró y comencé a sudar. Cuando estaba en el umbral me detuve a leer un cartel que, al contrario del clásico ‘No se permiten devoluciones’, advertía: ‘No se devuelven admisiones’.

domingo, 22 de septiembre de 2019

Acorralado



—¡Abuela!, que dicen los científicos que tienen acorralado al bosón de Higgs.
—(…)
—No, no ha hecho nada, pero llevaban muchos años buscándolo.

Mi abuela se durmió una mañana hace más de treinta años. Cuando me entero de algo interesante me gusta hablarlo con ella, es quien mejor me entiende.

domingo, 15 de septiembre de 2019

Turbulenta lectura



«La niña se acercó al hombre que leía en el parque y le dijo: señor no le va a gustar el final de esa novela. Y cómo lo sabes, ¿acaso no eres muy pequeña para haberla leído? —le respondió el hombre algo contrariado—. Es verdad —contestó la pequeña—, pero lo sé porque me escapé de ese libro».

La lectura de aquel pasaje la inquietó porque había soñado esa escena la noche anterior. Cerró el libro de golpe y lo no volvió a abrir. Al llegar a casa lo guardó en la biblioteca y se puso a escribir lo que le había ocurrido. Comenzó su relato desde su infancia cuando un hombre leía un libro en un parque.

domingo, 8 de septiembre de 2019

Instrucciones de uso para hacer la o con un canuto



En el uso del canuto para hacer la o, es primordial saber elegir, previamente, el tipo de material de que está formado el mismo, dado que condicionará la calidad de cada o escrita al final del proceso.

Si se opta por trabajar con uno compuesto por elementos vegetales, las oes obtenidas tendrán la singularidad de cargar sus círculos en curvaturas vegetarianas. Si por el contrario resulta que se escogen materiales prefabricados, tipo PVC, abundarán las redondeces escuálidas y antipáticas que se reconocen en palabras como odio u omóplato.

Es por ello que la arbitrariedad no debe presidir el juicio de la elección y hay que tener buena mano para escoger el canutero.

El tipo de tinta es, por igual, un componente importante en el proceso de creación de oes. No es lo mismo una tinta china que la destilada del pulpo o calamar. El orbital de la o puede tender a ser plasmado con bordes más contundentes o livianos, según el tintado.

La templanza en el pulso es, finalmente, el requisito más significativo para los hacedores de oes con un canuto. Su habilidad en adquirir la técnica de plasmación de la o determinará su endeblez tipográfica, el trazo longitudinal cerrado, la esfericidad de su espíritu y su eterna redondez.

domingo, 1 de septiembre de 2019

Abducción pictórica



La mujer que vigila la cuarta sala del museo, dedicada al impresionismo de Toulouse Lautrec, observaba como un hombre se embelesa frente a un cuadro. Cada día visitaba la sala y se quedaba impasible largo rato con la mirada fija en la obra. Después se despedía de la mujer.
La vigilante, abonada a su rutina, en una ocasión levantó la vista del libro que leía y vio al hombre enfrentado a la pintura nuevamente. Volvió a embeberse de letras hasta que terminó su turno de trabajo y cayó, entonces, en que el hombre no se había despedido. Desde ese día no lo volvió a ver por el museo.
Ahora, cada vez que vuelve a su rutina laboral y mira el cuadro 'Baile en el Moulin Rouge', siente una especie de repelús.

domingo, 25 de agosto de 2019

Seguridad



Entra un ladrón al establecimiento con el rostro tapado y empuñando un arma blanca. Los ojos de la dependienta expresan el miedo atenazador del instante que parece transcurrir a cámara lenta. El caco le pide que le entregue lo más valioso que haya en el comercio. Ella accede y le entrega un espejo sin fondo donde cae y desaparece.




domingo, 18 de agosto de 2019

Turnos






Cinco pacientes reunidos en la sala de espera refieren, uno a uno, su situación:



—Lo peor del cáncer no es que te mate, sino que mientras te mata no te deja vivir —habla el primero.

—Lo malo de vivir no es morir al final, sino que no puedas gozarlo [sic] —explicó el siguiente.

—Corremos hacia la muerte sí pero no todos de igual manera. Ahora sé que estoy condenado a una pronta ejecución.

—Al final estás solo frente al hecho de la muerte.

—Cada uno tiene su turno: ese momento vital que todo lo transforma —dijo el último.

domingo, 11 de agosto de 2019

Santón







Consultó a un asceta al respecto de su trayectoria vital:

—Me puedes decir algo relativo a mi vida —le preguntó.

—Dime con qué sueñas y te diré quién eres.

Tras pensar durante unos instantes dijo:

—Sueño con sexo y con que me toca la lotería.

—Tú estás mal —sentenció el eremita.

—Seguramente. Aunque cuando sueño soy feliz.

domingo, 4 de agosto de 2019

Juanito y las pulgas



Furfur es uno de los setenta y dos demonios relacionados en el 𝘈𝘳𝘴 𝘎𝘰𝘦𝘵𝘪𝘢. De él se refiere que miente a menos que se le obligue a entrar en un triángulo mágico, donde da respuestas certeras a todas las preguntas. Este diablo debió ser el instigador de una fechoría que recuerdo a un grupo de niños de mi infancia.
Varios chavales reclamaron a Juanito, un niño llegado desde Bélgica tras un periodo de inmigración de sus padres que trataba de adaptarse a un país salvaje. Lo llamaron en auxilio de un objeto perdido en un pequeño corral que había servido de cobijo a varios perros. Juanito, ingenuo, buscó entre la broza del cubículo. Movió el estiércol aquí y allá con afán de ayudar a localizar el misterioso objeto hasta desistir de su búsqueda. Lo único que encontró fueron tres días de postración en la cama con fiebre alta, inmensos picores y el cuerpo lleno de sarpullido. Entonces entendió que las pulgas eran invisibles.

domingo, 28 de julio de 2019

Bichos




La infancia bien pudiera ser un espacio amoral e inconsciente. Al menos se puede decir que a ciertas edades es difícil tener conciencia del dolor que puedan sentir algunos seres vivos. Un comentario de mi entrañable amigo Joselu me trajo a la memoria algunas tropelías vividas en mi niñez.

Recuerdo que no me gustaba participar de aquellos desmanes contra los bichillos pero que quizás no me inhibiera contra hormigas y moscas, pues uno de los juegos era hacer arder sobre un palo una botella de plástico y dejar caer las gotas del material derretido sobre las largas filas de hormigas que iban y venían a sus hormigueros, a modo de aviones que bombardearan un convoy militar. Sin llanto ni gemido por parte de los insectos no le suponíamos dolor, aunque sus filas quedaban bastante maltrechas y sus exoesqueletos plastificados. Reconozco apenarme de tal malicia porque con el tiempo los insectos me han servido, incluso, de inspiración lírica.

Pero en mi memoria guardo un decálogo de bárbaras costumbres —de las que siempre me aparté—, en las relaciones de los niños y los insectos, reptiles y hasta mamíferos. Así vi con asombro como tenían por costumbre, algunos chicos, meter tabaco en la boca de las lagartijas y colocar un palito entre sus extremidades a modo de que aparentara ser un guitarrista. Las moscas, saltamontes y otros bichos voladores eran objeto de amputación de miembros, o atados con hilos hasta que se extinguía su vitalidad.

Solían buscar alacranes bajo las piedras porque eran los más implacables depredadores para después, en el mismo recipiente, acompañarlos de arañas, escarabajos, ciempiés, gusanos, hormigas y algún otro insecto que se preciara. Se trataba de saber quién sobrevivía en aquella jungla de seres extraños. El resultado era una orgía de miembros descuartizados y en el epílogo no perduraban ni los ganadores que recibían la muerte como premio por parte de sus captores.

No todos los animales corrían igual suerte. Los niños temían especialmente a las avispas, a las que solían quitar el aguijón y a las abejas. Adoraban a los grillos que alimentaban con lechuga y guardaban en una pequeña jaula. Coleccionaban gusanos de seda que engordaban con las hojas de la moreda. Capturaban y soltaban a las libélulas al igual que a las santateresas. En verano perseguían a las chicharras y por las noches el más preciado tesoro eran las luciérnagas.

Los anfibios, reptiles de tamaño medio, gatos, perros y pájaros, son capítulo aparte.

domingo, 21 de julio de 2019

El tendero de las palabras



La primera vez que me fijé en él lanzaba piropos a un grupo de jovencitas que pasaba frente a su tienda de ultramarinos. En la puerta había colocada una pizarra sostenida sobre una especie de atril de patas cortas. Escrito con tiza, junto al precio del pan, las patatas y el azúcar, se podía leer: «no hay sábado ni mocita sin amor».

El descubrimiento fue una licencia para mi curiosidad y mi imaginación de niño. Cada vez que tenía ocasión volvía a pasar por la calle donde reglaban frases ingeniosas, las mismas que procuraba memorizar para después comentarlas a mis amigos.

Un día tuve que entrar a comprar un kilo de garbanzos para cumplir con un encargo de mamá. El tendero, prodigioso para mí, me agasajó con algunas bromas y me despachó las semillas. Dijo: «un kilo de legumbres y cuarto y mitad de adjetivos para estos garbanzos tiernos y jugosos».

Entonces bajó un bote de cristal lleno de trocitos de papel blanco que estaba colocado en uno de los estantes, entre las latas de conservas, y me lo dio junto con el paquete de garbanzos. «Toma, un regalo», me dijo, mientras pensaba que mejor me hubiera dado un caramelo.

Al salir del comercio, intrigado, desdoblé el papel y dentro estaba escrita una palabra: obnubilar.

domingo, 14 de julio de 2019

Palabra




Pasaba por allí y al mirar, de forma inadvertida, pude ver que la habían echado al cubo de la basura. Supuse que en una época donde la imagen y el ruido son preponderantes, dejaron de usarla.
            Me dio pena y, con cuidado de no mancharme, la rescaté. Luego de haberla limpiado recompuse sus siete letras y la coloqué como título de este cuento por si le hacía falta a alguien.




domingo, 7 de julio de 2019

La escritura circular







Abordó la escritura de un relato sobre un escritor que escribía un cuento. Cuando anotó la palabra título, el escritor de su cuento anotó la palabra título. Durante un instante pensó cómo llamar la narración hasta que decidió bautizarla con el nombre de ‘La escritura circular’. Entonces el protagonista de su historia designó a su creación ‘La escritura circular’. Y empezó a manchar el blanco del papel con las primeras palabras: «Un escritor escribía un cuento sobre un escritor que escribía un cuento que se escribía a sí mismo hasta el infinito».

domingo, 30 de junio de 2019

Consuelo



Me la encuentro pasado un tiempo tras el accidente de tráfico que acabó con la vida de su joven hijo. Nos saludamos con la mirada porque hay momentos donde sobran las palabras.

—Una pierde a los seres queridos pero no debe perder lo que sentía hacia ellos —me confiesa casi con lágrimas en los ojos—. Cada mañana hago cosas que sé que a él le gustaba verme hacer, no sé algo como sonreír, cocinar, dar largos paseos…

Después hay un silencio.

—Mi corazón ahora es un vaso de agua y su recuerdo como una bolsita de té que mojó para que me impregne de su presencia.

domingo, 23 de junio de 2019

Ola de calor







A Isabel y Pablo les sobrevino un problema con la ola de calor: los niños se les derretían como una bola de helado en el Sahara.

–Qué hacemos con los niños en verano –exteriorizó Pablo.

–Meterlos en el congelador del frigorífico y sacarlos en septiembre –resolvió Isabel.

Dicho y hecho. Los pequeños fueron trasladados a la cámara frigorífica y allí quedaron almacenados entre los calamares a la romana, las alitas de pollo, los aros de cebolla y la tarta al güisqui.

Ese fue el verano más feliz para Isabel y Pablo desde que ambos descubrieron, hacía algunos años, que la luna llena de agosto argentea las arenas de las playas para convertirlas en fecundos lechos amorosos. Viajaron al extranjero, visitaron a los amigos, frecuentaron antiguos bares y descubrieron lugares nuevos. Fueron unas vacaciones exquisitas sólo parecidas aquellas otras eternas de militancia veinteañera.

Pero pasó el calor y se marcharon las moscas y los mosquitos, retirada que anunciaba el momento de descongelar a los chicos.

Sabido es que el calor dilata los cuerpos aunque no se ha llegado a comprobar nunca con certeza si esa expansión corresponde, igualmente, al espíritu. Una discusión, sostenida por los sabios de la antigüedad, argüía que el alma menguaba en unos gramos.

Tras la aclimatación de los cuerpos, Isabel y Pablo pudieron comprobar un fenómeno curioso en sus retoños: se les había encogido la actividad mental. Algo que les incapacitaba las habilidades para el manejo de las nuevas tecnologías y el consumo de chucherías.

domingo, 16 de junio de 2019

Aojamiento







–Tengo mala conciencia –me dijo.

– ¿Y a qué es debido?

–Estuve en la Oficina de Empleo y me pareció una situación humillante. Era como si mendigara. Y después había un señor que no paró de ponerme impedimentos y marearme. Le eché mil maldiciones.

– ¿Y por eso tienes remordimientos?

–No. Hoy me enteré que ese hombre ha muerto.

–Bueno, si no encuentras trabajo siempre puedes alquilar tus servicios para echar el mal de ojo.

domingo, 9 de junio de 2019

Cadena de mando



Toúntos
es la contracción de ‘todos juntos’. Los toúntos es el apodo que recibe una familia compuesta por cinco hermanos y sus dos progenitores que viven en un pequeño pueblo agrícola.

Cada día suben a trabajar al monte el padre y los cinco hijos. Allí tienen un cortijo y unas tierras donde hacen la labor. La escena es casi cotidiana. Después de andar un largo trecho desde el domicilio familiar hasta la finca se percatan de que la llave del caserío la han olvidado.

Pepico, el primogénito sexagenario, manda a Basilio, segundo en el orden familiar, que regrese a por la llave. Basilio traslada la petición a Ambrosio, éste a Dionisio quien a su vez la trasmite al benjamín, Olegario.

Al final es el más tonto quien hace el trabajo y el padre baja a por la llave.

domingo, 2 de junio de 2019

Descorazonada





Ella me confesó que no tenía corazón.
― ¿Qué fue de él? ― pregunté.
― Se lo di a los hombres para que se lo comieran.
― ¿Por qué lo hiciste? ― insistí.
― Porque a quienes quise, me lo dejaron inservible ― respondió con suma indolencia.

domingo, 12 de mayo de 2019

Bromistas



Los casinos de los pueblos, donde los hombres se reunían al atardecer para jugar a las cartas o al dominó, fueron fuente de chanzas y burlas sobre los más desafortunados. En cierta ocasión escuché relatar como verídica una historia vivida en esa atmósfera:

Rodolfo llegó como todas las tardes y dejó su sombrero sobre la percha. Se sentó en la mesa con sus compañeros de juego y comenzó su habitual partida de cartas. No pasó mucho tiempo cuando uno de ellos le dijo: «tienes la cabeza algo hinchada». Rodolfo no hizo caso al comentario.

No pasó mucho tiempo cuando alguien de la sala se acercó a saludar a los jugadores de la mesa y también hizo la misma observación a Rodolfo. «Se te ve la cabeza algo hinchada».

Los comentarios de ese tipo salpicaron la tarde. Rodolfo harto de tanto runrún fue al baño y se miró en el espejo. No observó nada extraño y eso lo tranquilizó.

Para culminar la gracia, en un descuido, colocaron bajo el forro del sombrero papel de periódico. Al terminar la partida de cartas Rodolfo se levantó y fue a por su sombrero. Cuando intentó colocárselo en la cabeza no pudo hacerlo.

Dicen los que le vieron que la cabeza de aquel hombre, en ese instante, se hinchó como un globo rojo. Su corazón se paró y cayó al suelo fulminado.

domingo, 5 de mayo de 2019

Consulta médica



— ¿Doctor qué tengo?
—No tiene usted nada.
—Y de eso me puedo morir.
—Si se extiende sí. Pero, de momento, está controlado.
—No es una buena noticia.
—No es una noticia, es un diagnóstico.
—Y no me podría diagnosticar mejoras importantes.
—Quizás en la próxima visita.
—Para entonces es posible que esté muerto.
—Muerto o no le pasaré le factura, igualmente.



domingo, 28 de abril de 2019

A la vuelta del tiempo





En los últimos treinta años, cada vez que se marchaba de aquella oficina, tras una larga jornada de trabajo, sentía que olvidaba algo. Después recapacitaba: «mañana veré».

Un día no pudo aguantar más esa sensación y volvió para ver qué era. Entonces descubrió, asombrado, que se había dejado allí su vida, sentada en aquella silla junto a la mesa. La reconoció por ser tremendamente joven y entusiasta. Utópica y arriesgada. Pero sobre todo inusitada. «Si pudiera recogerla», pensó. Y se marchó, entristecido. Más que nunca.

domingo, 21 de abril de 2019

La vida es sueño






Estoy dormido y en el sueño me veo acostado en mi cama. Llaman al timbre de la puerta y me despierto. Miró el reloj y son las cinco de la madrugada. Entonces me pregunto quién llamará a estas horas. Me preocupo porque pienso que puede traer malas noticias. Esa preocupación me despierta del sueño. Miro el despertador de la mesilla de noche y son las cinco de la mañana. Me digo que todo ha sido un sueño. En ese momento llaman a la puerta de mi casa.

domingo, 14 de abril de 2019

Telepatía



Mientras espero turno en el mercado dos mujeres me regalaron una pieza marital.
—Mi marido, a veces, dice la mitad de lo que piensa y termina por creer que se le ha entendido todo lo que ha dicho —refiere la primera mujer—.
—No te preocupes, eso es telepatía. Es para que escuches sus pensamientos, como las mujeres tenemos el cerebro más desarrollado que los hombres.
—Eso será— contesta mientras se vuelve hacia el tendero y le pide cuarto y mitad de chóped.



domingo, 7 de abril de 2019

El peso de una pluma







Una vieja leyenda de los pueblos del desierto, que remonta su influencia a la mitología egipcia, cuenta que el corazón de un amante debe de pesar igual que una pluma cuando le llegue la hora de su juicio. A mayor derroche más liviandad.
Si su peso vence el fiel de la balanza se hundirá en el infierno del olvido.

domingo, 31 de marzo de 2019

Pastillera



—Tomo pastillas para los vértigos, el tiroides, la tensión, el azúcar, la depresión, la circulación de la sangre, los gases, para poder dormir y alguna más para los dolores que tengo repartidos por el cuerpo.
—Abuela eres una drogadicta.
—Ay niña, no me digas esas cosas que suenan muy feo.



domingo, 24 de marzo de 2019

El síndrome del pez volador


—Estoy harta de ser mujer —me confesó Lucía—. En la próxima vida me pido ser hombre. Deberíamos ser como algunas especies de peces tropicales que tienen una cierta flexibilidad en cuanto a su determinación sexual.

— ¿Y cómo es eso? —pregunté intrigado.

—Ocurre, por ejemplo, en una especie de peces voladores, que son machos en la primera etapa de su vida y luego cambian a hembras.

domingo, 17 de marzo de 2019

El hombre de las tres íes



Yo soy el hombre de las tres íes me dijo de sopetón.
No entiendo –le contesté sorprendido.
Sí. Primero fui el hombre invisible para las mujeres que me interesaban; después fui el hombre imposible para las que me quisieron; y ahora, cumplida cierta edad, soy el hombre inservible para todas ellas.

domingo, 10 de marzo de 2019

El empleo





Diego entró a trabajar en una planta de hormigón porque ya tenía edad como para ganarse la vida. Su padre le había buscado aquel empleo después de hablar con uno de los jefes de la empresa con el que mediaba cierta amistad.

Polvo, ruido y sudor. Muchas horas entre rudos operarios pasó Diego hasta comprender que aquello no era los suyo. Claro que el grupo de verbena con el que actuaba como guitarrista cada fin de semana no daba para mantener una casa con dos niñas y una mujer.

Diego pensó en marcharse, pero antes decidió que lo echaran para pedir una indemnización. Al menos no se iría con las manos vacías, se dijo. Activó un plan de protestas. Primero fueron unos auriculares para el ruido, después unas mascarillas para el polvo, botas y mono de trabajo nuevo. Los descansos respetarlos. Así hasta elaborar una larga lista de reivindicaciones que le fueron satisfechas. Pero no lo despidieron.

Pasado un tiempo el sector de la construcción de la zona tuvo un periodo que los economistas llaman de rescisión y la empresa comenzó a desprenderse de personal. Diego pensó «esta es la mía» y no fue así. Tras una primera oleada de despidos él continuó en la planta. Las ventas siguieron su descenso y aumentó el personal que fue a la calle, pero Diego permaneció allí ante el inminente cierre de la empresa.

Un día fue citado junto al último compañero que permanecía contratado. Diego, al fin, sabía lo que se avecinaba y esperaba desde hacía tiempo. Un ejecutivo les ofrecía dos alternativas: despido e indemnización o traslado. El otro obrero escogió por la segunda opción. Diego eligió la indemnización.

La empresa trasladó al compañero de Diego a una planta filial que estaba a 300 kilómetros de distancia. A Diego lo dejó, hasta el día de hoy, como único empleado y jefe del empleo del que siempre quiso marcharse.

domingo, 3 de marzo de 2019

Dar y tomar






Hay cuentos que son una denuncia de la realidad que nos circundan, como ese que me contaron sobre un grupo de jóvenes, de los que llaman alternativos y antisistema, llegados a un barrio para montar un local donde realizar actividades culturales. En principio, la relación con el vecindario no fue buena porque distaban muchos sus estéticas y sus formas de entender la vida, y porque incluso algún vecino entendió que les restaba protagonismo a sus acciones sociales.

El paso del tiempo entreveró los intereses de cada parte e hicieron camino común, hasta que la volátil juventud y sus pocos recursos económicos les hizo abandonar su autogestionaria gestión cultural. En el local se instaló una moderna oficina para negocio de una entidad bancaria y, a día de hoy, el banco es propietario de la mayoría de las viviendas del barrio al quedarse con sus hipotecas.

La historia se la escuché contar a dos jubilados que esperaban el futuro sentados en un banco.

Primero de mes






Como cada primero de mes Úrsula va a ingresar el correspondiente dinero para pagar la hipoteca de su piso, hábito que si no lo remedia un golpe de fortuna deberá repetir durante varios lustros. Como cada primero de mes Úrsula debe enfrentarse a una larga cola de personas en parecidas circunstancias a la suya y con similares estados de ánimo. Como cada primero de mes Úrsula pasa, ensimismada, un buen rato mientras le toca su turno en ventanilla y repasa los quehaceres de ese día. Como cada primero de mes Úrsula, para distraerse, lee los carteles que cuelgan de las paredes del banco: ‘Colabora en la campaña contra el hambre en África’. ‘Ayuda a la Asociación Española Contra el Cáncer’. ‘Apadrina un niño’. ‘Deja tu donativo para una oenegé’. Como cada primero de mes Úrsula piensa que con los intereses que le cobra su entidad bancaria ya podían repartir sus beneficios entre tantos necesitados.

domingo, 24 de febrero de 2019

Reencuentro



Dos antiguos amantes se volvieron a encontrar en una cafetería después de muchos años. Tras intercambiar información sobre sus vidas él confesó: 
—Contigo me equivoqué, nunca debía haberte dejado. 
Ella lo miró dulcemente para tranquilizarlo. 
—No, no te equivocaste. Acertaste por mí y me diste la oportunidad de conocer y querer a otros hombres.



domingo, 17 de febrero de 2019

Oficio




Trabajo como Ángel de la Guarda a turno corrido de veinticuatro horas y no tengo vacaciones. Mi contrato es eterno. No estoy afiliado a ningún sindicato ni adscrito a ningún convenio colectivo y mi jefe es divino, aunque no me paga nada. 

Mi labor consiste en ver sin tocar, oír sin hablar, guardar sin proteger, predecir sin avisar, soportar sin sufrir; percibir los sentimientos sin sentir. 

Estoy cuando despierta el día del que va a trabajar, junto al suicida en el momento antes de colgarse en el vacío, al lado del niño que gime tras dieciséis horas de trabajo, cuando grita la parturienta, en el paroxismo de dos cuerpos amándose, en la oscuridad del insomne, cerca del viejo solitario que se arropa con recuerdos, atento a quien ríe despreocupado y en el miedo infantil por el distanciamiento maternal. 

Oigo los pensamientos del asesino antes de matar, miro cómo oculta el ‘dinero negro’ el mafioso, me acerco al presidente de una nación cuando piensa su poder y al magnate cuando se siente todopoderoso. 

Escucho el golpe sordo de un cuerpo cuando cae al suelo desde un andamio, la agonía del enfermo, el pensamiento de aquel que llaman loco, la bofetada en la cara a una mujer, el dolor de un amante abandonado y la amargura de la violada. 

Sé del absurdo deambular del toxicómano, del fanatismo del terrorista, de la impotencia del parapléjico tras un accidente y del dolor de la misma muerte. También estoy al corriente de la emoción del enamorado y del que se sabe alegre. 

Y nada puedo hacer si no pasar como un ángel.

domingo, 10 de febrero de 2019

La invitada




Leticia era una soltera incombustible de esas que ve cómo se casan todas sus amigas mientras ella se queda para ‘vestir santos’. Siempre aguantando bromas del tipo: «Leti que se te va a pasar el arroz» y otras de condición similar. Ella sonreía siempre ante estas sandeces, pero guardaba un pozo de resentimiento colmado por el goteo de tanto retintín.
               Invitada al enlace matrimonial de sus queridos amigos Vanesa y Carlos, Leticia, como manda el protocolo, entregó igual que el resto de invitados un sobre a los novios en el día de su boda.

Este presente es para desearos mucha felicidad en vuestra nueva vida de casados. Después de pensar mucho qué cantidad de dinero debía meter en este sobre, he llegado a la conclusión que el mejor regalo que os podía hacer es mi sinceridad la cual será un lazo de unión más seguro que el sacramento matrimonial.
               En primer lugar, quiero decirte a ti, Carlos, que tu flamante esposa, en los últimos dos años, te la ha estado pegando con tu primo Rodrigo, y me ahorro los detalles que te los puede contar ella mejor que yo.
               Tú, Carlos, tampoco te quedas atrás y aunque en lo sexual, aparte de restregarte con la puta en la despedida de soltero, no hay nada achacable, le deberías contar a Vanesa que tu boda es una estrategia económica, planificada junto a tu madre, para reflotar la empresa familiar. También me ahorro los calificativos con que designan a la familia política en tu casa. En fin, creo que estáis empatados y deberías uníos ante la adversidad.

Vuestra amiga siempre,
Leticia

Vanesa y Carlos pasaron por varios estados emocionales en cuestión de segundos. Pensaron intercambiar muchos reproches, pero decidieron como gente civilizada. Vanesa recordó que pronto sería la boda de su amiga Esperanza y Carlos pensó en el casamiento de su primo Rodrigo. Ambos rumiaron que Leticia estaría invitada y les llevaría un sobre con sus mejores deseos y algunos secretos que ellos conocían.

sábado, 9 de febrero de 2019

Vagabundos







Al salir de casa se topó, sin quererlo, con un rhinovirus que deambulaba por la acera. Tenía un aspecto lamentable. En un acto de humanidad le dijo se cuidara que tenía mala cara. «Márchese a casa, métase en la cama y descanse». Enfadado, el rhinovirus se revolvió contra él y lo colonizó. 

Para la fiebre alta y los estornudos el médico le ha mandado paracetamol y tomar mucho líquido. Un alma caritativa le prepara infusiones calentitas de miel con limón. Contra la ingratitud, nada. Curarse, si acaso, y caminar de nuevo.

domingo, 3 de febrero de 2019

Renovación del DNI




Tras fijarme que tenía caducado el Documento Nacional de Identidad desde hace veinte años, he tomado la drástica decisión de renovarlo. Sobre todo, porque no acababa de reconocer al tipo de la foto. Un examen de conciencia ciudadana me encaminó hacia la Comisaría de Policía.
−Buenas.
−Dígame.
−Es aquí para renovar el carné.
−Sí.
−¿Qué hace falta?
−Dos fotografías y el carné antiguo.
−Tome.
−¿Es usted Juan Pérez Martínez?
−No estoy seguro.
−¿Cómo dice?
−Que a veces siento que no soy esa persona.
−Un poco de seriedad, eh.
−Es por mi enfermedad.
−¿Está usted enfermo?
−Sí. Tengo un trastorno bipolar serio.
− ¿Eso qué es?
−Que unas mañanas me siento bien, como el del anuncio del donut, y otras todo lo contrario. Por eso no sé si soy yo u otro.
−Pero ¿usted cambia de apellidos durante el día?
−No.
−Pues entonces usted es este.
−Vale, si usted lo dice.
−¿Es hijo de Juan y Juana?
−De Juana sí, porque me crió, pero de Juan no sé.
−¿Cómo que no sabe?
−Es que yo tengo varios padres.
−A ver, explíquese.
−Sí porque a mi madre le hicieron varias transfusiones sanguíneas durante el embarazo.
−Eso no cuenta. Su padre es Juan y ya está.
−¿Vive en la calle del Agua número 7?
−No, se llama calle Sequía, le han cambiado el nombre; como no llueve.
−Oiga me está usted impacientando.
−Disculpe, es por culpa de mi falta de identidad que caducó hace veinte años.
−Ya veo. Ande, deme el dedo índice de la mano derecha.
−Ese no. ¿No le importa que sea el de la izquierda?
−Me parece que usted y yo vamos a acabar mal. Muy mal.
−No se ponga usted así, hombre. Se lo digo porque el derecho, como lo utilizo mucho para señalar, lo tengo un poco gastado e igual las dactilares salen un poco cubistas.
−¿Acaso tengo cara de tonto? ¡Traiga acá el dedo ahora mismo o se lo corto!
−Vale, no se me irrite que igual le afecta el síndrome scriba infensus.
−Quiere dejar de decir chorradas de una vez. Y ahora deme el pulgar.
−Sabía usted que gracias a que el pulgar se opone a los otros cuatro dedos hemos podido evolucionar. Sin él ni usted ni yo sería lo que somos.
−Me tiene harto. Son 6 con 45 euros.
−Ah, pero hay que pagar por tener identidad.
               En ese momento observé como la cara de aquel hombre enrojeció hasta un color rojo sanguina. Parecía que sus ojos se le iban a salir y dejó de respirar. Inmediatamente cayó al suelo. Dijeron que era un infarto. Entonces otro señor se me acercó y me dijo:
−Vuelva usted mañana.
               Pero no he vuelto, a fin de cuentas, prefiero ser un sujeto no identificado.

sábado, 2 de febrero de 2019

Olvido



Syna, transida de dolor por la separación de su amante, comió flor de loto para borrar de su memoria aquel amor y encontrar la serenidad. Pasados los años volvió a estar frente a él y aunque lo reconoció nada más verle, en cambio no pudo recordar nada de cómo fueron los besos y las caricias pasadas.



domingo, 27 de enero de 2019

La cucaracha



Cada noche me topo con ella el cuarto de baño. Nos miramos fijamente a los ojos mientras mueve sus antenas en un desafío que recuerda aquellos duelos que mantenían los pistoleros del Oeste. Entonces pienso si será un pariente lejano de Gregor Samsa y no me atrevo a matarla. Las cucarachas pueblan este planeta desde hace 300 millones de años. 

Al final los dos nos damos la espalda y volvemos a los quehaceres del sueño.

viernes, 25 de enero de 2019

La ilusión de todos los días






A Raúl le habían diagnosticado aquella mañana un cáncer de pulmón. Quiso saber la verdad en toda su crudeza. El doctor le contó que la metástasis estaba muy avanzada y que el final era inevitable y no muy lejano. La primera pregunta que pasó por su cabeza fue «por qué a mí», a la que siguieron otras interrogantes no menos amenazadoras.

Horas después otra noticia terminó por perturbarle el día. Era el único acertante de un sorteo de lotería y le correspondían diez millones de euros.

Raúl no entendía qué broma le gastaba el destino. Recordó que al conocer su diagnóstico pensó «por qué a mí dos veces». Y pensó que las desgracias nunca vienen solas, porque detrás de un día malo puede venir otro peor.

domingo, 20 de enero de 2019

Día de playa



La justicia, siempre divina, de la atmósfera pronosticaba un día termométricamente con las isóbaras a fiebre de camello. Discutían los noticieros especializados sobre la proclive tendencia a mantener las presiones atmosféricas en una cotización al alza. Vanesa desayunaba en camisón de seda verde y unas braguitas que amordazaban la frondosidad de su vello pubiano. Sumergía su cuchara sopera en el tazón de leche blanquecina y fresca para rescatar, con distraído automatismo, una buchada de cereales empapados de lácteo dulzor. Las fibras y el budismo eran la última cruzada dietética que se había empeñado domesticar. Pero Vanesa nunca pensaba que estaba comiendo porque le resultaba arduo el proceso combinatorio de la nutrición.

Soñar despierta era un ejercicio emocionante que además le reportaba una súbita belleza a su rostro infantil y maligno (una mezcla, digamos, de chica vamp y Lilí Monster). A pesar de lo enmarañado de su pelo, alborotado por alguna aventura onírica de la noche y del desdibujo de las postreras huellas de maquillaje, conservaba un aspecto vigoroso y fuerte, tan propio de las nativas de Tauro. Pero los 113 grados Fahrenheit de aquella mañana, le habían hecho encajar, súbitamente, una mueca de asombro y de perplejidad, enrareciendo su carita de cera virgen. Este iba a ser un día de calor, de un calor que haría sudar hasta las piedras. Se ordenaron entonces en su mente, mientras alzaba el tazón para finiquitar el asunto del desayuno, las imágenes de su biquini rojo, la arena ardiente, la sombrilla con paisajes de oasis, el chismorrear casi silente de las pequeñas olas, una pareja de delfines gemelos y la línea infinita del horizonte marino de un azulado refrescante. Un calor tontencino iba tomando el día por todas sus arterias y otros conductos de la circulación sanguínea.

Llamaron a la puerta justo cuando la radio anunciaba, el último boletín tórrido que recitaba una oleada de fuego, alcanzando, en esos momentos, la temperatura crítica soportable por la exudación de los cuerpos, situada por ciertos entendidos, no sin polémica, en los 140 grados Fahrenheit. Vanesa entonces perfilaba ante el espejo su ritual de labios y carmín, la malévola constelación de pecas ubicada en sus mejillas, y se alegró, al saber, que había llegado Luis para llevarla. Sólo la retuvieron los cinco segundos imprescindibles del último retoque.

Sorprendida al entreabrir la puerta y no ver a nadie, sólo halló un charco de líquido en evaporación y reconoció las bermudas con dibujos de pececitos tropicales que le regaló a su novio. El calor le había echado por alto un día de playa.

miércoles, 16 de enero de 2019

La máquina del deseo





Cada fin de semana al salir a tomar copas con Daniel me repetía, como en una especie de ritual, que en algún lugar de esta o de otra ciudad, estaba seguro había una mujer afín a él, cuyo encuentro desembocaría en una noche de amor. 

Siempre pedía lo mismo: un artilugio capaz de averiguar quién era y dónde estaba. Algo que de tan sólo imaginarlo lo hacía feliz.




domingo, 13 de enero de 2019

El beso







Llovía sobre el silencio de la noche coja con mansedumbre y delación, en una noche de mayo cuando todas las puertas se han cerrado. La tormenta del miedo que auscultaba entre los borradores de los sueños, se hacía fuerte y jadeaba. El tiempo era un misterio envejecido como un vino añejo. Entonces la besó en la boca. La besó con un beso apasionado y definitivo mientras su mano derecha agarraba la nuca que tapaba una ondulada melena pelirroja de reflejos oscuros desplegada en el aire de la noche. Sabía que la perdía, que ya la estaba perdiendo desde esa noche desangelada. Sara no entendió el porqué de aquel beso, ni el titilar de las estrellas que asomaban en el silencio como puntitas de cristal, ni la mirada extraña del transeúnte que cruzó aquel instante. Una lágrima andrógina se deslizó por la mejilla de Esperanza mientras recordaba la última escena de la película Thelma y Louise.

domingo, 6 de enero de 2019

Mucho rímel

Sintió como su mirada le entraba dentro hasta herirlo, como sus ojos lo desnudaban hasta exponerlo indefenso. Parecía como si un millón de agujas le hubieran penetrado cada poro de su piel. Apenas podía balbucir una palabra porque aquella que 𝘩𝘢𝘤𝘦 𝘵𝘦𝘮𝘣𝘭𝘢𝘳 𝘥𝘦 𝘤𝘭𝘢𝘳𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘦𝘭 𝘢𝘪𝘳𝘦 lo había desarmado y sentía como se hundía hasta naufragar. El parpadeo de sus pestañas, como el batir de alas de una mariposa, le hizo salir del mal trago. Había mucho rímel. «Me pones un cubata».

sábado, 5 de enero de 2019

Pésame




Fue a dar las condolencias a un conocido por el fallecimiento de un familiar. Al acercarse a la casa vio la mesilla con el libro de firmas y las sillas en la puerta. No era una tarea grata pero había que cumplir. Fuera no había nadie y pensó que quizás era muy pronto o muy tarde. La puerta de la calle estaba abierta pero en el recibidor las sillas permanecían vacías. Tampoco se escuchaba ningún ruido que advirtiera de la presencia de gente en la casa. Se extrañó y dudó si entrar o marcharse para regresar después, pero se dijo que ya que estaba allí no era cuestión de volver otra vez. Entró con parsimonia mientras buscaba con la mirada la presencia de alguien en la vivienda. El velatorio estaba vacío. Su olfato lo orientó hacia el olor a crisantemos, gladiolos y lirios que emanaba desde una habitación al fondo de la casa. Durante un instante estuvo desconcertado sin saber hacia dónde ir, pero se decidió y llegó hasta la habitación donde estaba el féretro. El cadáver no estaba y en su lugar un cartel indicaba: «ni vivo ni muerto». Sintió un repentino escalofrío y se marchó. Caminó molestó durante un rato porque consideró inútil su acción y, sobre todo, se sintió frustrado por no haber podido dar el pésame a nadie.



viernes, 4 de enero de 2019

Proceso estocástico



El tiempo de espera de cada uno de los diferentes usuarios que llegan a una oficina de Correos y se ponen a la cola en una de sus ventanillas para hacer una gestión, es un proceso estocástico.

Una de las variables más terribles de este proceso es que te toque una señora con varios bultos mal empaquetados que quiere enviar, a su hijo residente en Alemania, unos embutidos del pueblo (chorizos, morcillas, longanizas, etcétera).

Las variables aleatorias indexadas pueden llegar a ser infinitas como el tiempo que deberás esperar tú y se reflejan en un índice aleatorio. El conjunto de las mismas va desde no saber poner la dirección a no hablar el mismo idioma que el operario de Correos y pasan, con parsimonia, por un conjunto de relaciones temporales como salir a buscar al marido para que especifique el contenido de los paquetes ya que ella no se acuerda, no saber rellenar el impreso de certificado, dudar si el envío es por avión o transporte corriente, mirar en el monedero para ver si lleva bastante dinero y, finalmente, discutir por el precio.



jueves, 3 de enero de 2019

Dentro del cuento



Despertó con la terrible resaca de la noche anterior sin saber dónde estaba y ni quién era. Tambaleante, se levantó de la cama con náuseas y se dirigió hacia el cuarto de baño. Abrió la puerta y le sorprendió la luz que entraba clara por la lucerna. Abrió el grifo y se refrescó la cara. Quiso, en ese momento, reconocerse en el espejo donde se podía leer la leyenda: ¿te has contado ya el cuento de esta Navidad?



Un tiempo único

    Nauplio Fernández observó, al despertar, que no se había movido de la cama en toda la noche. Entonces una idea iluminó su cerebro: e...