Al menos dos o tres veces al mes se escribía una carta a sí mismo. Cuando le pregunté por qué lo hacía me dio varias razones.
—Lo hago para tener correspondencia porque nadie me escribe. También para dar trabajo a los carteros y porque no quiero que se pierda el género epistolar. Pero, principalmente, lo hago para decirme aquellas cosas que no tengo valor de contarme frente al espejo.
Siempre hay que evitar romper los espejos.
ResponderEliminarSaludos,
J.