domingo, 28 de noviembre de 2021

El profesor

 

Entré en el aula y me sentí como el hombre invisible, no porque nadie me viera (que nadie me vio) sino porque mi materialidad era imperceptible a sus percepciones. Durante unos minutos los observé mientras ellos continuaron ignorándome imbuidos en su orgía de ruidos y de estupideces adolescentes. Pensé entonces que debería hacer algo por su más que probables, desgraciadas vidas. Para ello les sonsaqué cuál sería el programa que propondría llevar a cabo en el presente curso. «No hacer nada maestro», manifestaron a coro. «¿Nada?», les pregunté con retintín. Habían trazado su destino y yo le ayudaría a que llegaran a ser nada.



domingo, 21 de noviembre de 2021

Anti spoiler



«El espectáculo de hoy ha sido suspendido», anunciaba la chica vestida de bailarina de cancán a la puerta del local. «Si me da su entrada, le dejo pasar», repetía a cada una de las personas que esperaban haciendo cola para entrar. El murmullo y los comentarios se trasmitían en voz baja a lo largo de la fila que se prolongaba hasta dar la vuelta a la manzana, dado que se trataba de una actuación famosa y muy esperada en la ciudad, a pesar de que nadie conocía nada de su contenido. Los asistentes intrigados fueron penetrando al recinto donde se encontraron con un espacio vacío. Las puertas se cerraron y una voz en off dijo: «hoy ustedes son el espectáculo».



domingo, 14 de noviembre de 2021

Onírico vivir





Abrió los ojos y no reconoció nada de lo que vio. Había dado una cabezada en el sillón de su cuarto de estar tras la profusa comida y ahora tenía delante de sí, la imagen de un salón palaciego. En ese momento, un criado con impecable uniforme de sirviente, entró en la estancia y le preguntó: «¿Ha vuelto el señor a tener ese sueño donde vive como otra persona?» Entonces, confundido, reflexionó sobre lo ocurrido interrogándose: «¿en qué sueño me sueño y en cual soy real?»

domingo, 7 de noviembre de 2021

Cuento triste

 

Acaba de leer ‘La tristeza’ y la imagen del cochero Yona y su caballo se repite en su mente sin cesar, lo imagina hundido en su desolación como pisadas hundidas en la nieve. Le desespera tanto ese final sin nadie con quien desahogar su corazón que por un momento se viene abajo como el protagonista del cuento de Chejov. Mientras reflexiona sobre el arte del autor ruso un mensaje de WhatsApp aparece en la pantalla de su teléfono móvil junto con un sonido peculiar adjudicado al contacto de un amigo. Lo lee: «El hijo de Martín ha fallecido de Covid en Londres». Piensa en ese padre que desde hace algunos años vive retirado en un pequeño pueblo, aislado y solitario. Le vuelve la imagen del cochero: Mi hijo ha muerto; pero a mí la muerte no me quiere. Se ha equivocado, y en lugar de cargar conmigo ha cargado con mi hijo. Siente la angustia de Martín pensando que son los hijos quienes deben enterrar a los padres y no al revés. En ese momento hace suya la desesperación que se habrá apoderado del corazón de Martín. Recuerda entonces que el dolor de los padres que pierden a un hijo no tiene nombre y las palabras del cuento vuelven a su mente: Su tristeza a cada momento es más intensa.

Enorme, infinita, si pudiera salir de su pecho inundaría el mundo entero. De un salto se pone de pie como si quisiera sacudirse lo que siente y despertarse de un sueño, mientras en un espejo ve que hay lágrimas en su cara, pero que, como Martín, no tiene ningún ser humano con quien desahogarse: El caballo sigue comiendo heno, escucha a su viejo amo y exhala un aliento húmedo y cálido. Yona, escuchado al cabo por un ser viviente, desahoga su corazón contándoselo todo.

 

Un tiempo único

    Nauplio Fernández observó, al despertar, que no se había movido de la cama en toda la noche. Entonces una idea iluminó su cerebro: e...