domingo, 24 de febrero de 2019

Reencuentro



Dos antiguos amantes se volvieron a encontrar en una cafetería después de muchos años. Tras intercambiar información sobre sus vidas él confesó: 
—Contigo me equivoqué, nunca debía haberte dejado. 
Ella lo miró dulcemente para tranquilizarlo. 
—No, no te equivocaste. Acertaste por mí y me diste la oportunidad de conocer y querer a otros hombres.



domingo, 17 de febrero de 2019

Oficio




Trabajo como Ángel de la Guarda a turno corrido de veinticuatro horas y no tengo vacaciones. Mi contrato es eterno. No estoy afiliado a ningún sindicato ni adscrito a ningún convenio colectivo y mi jefe es divino, aunque no me paga nada. 

Mi labor consiste en ver sin tocar, oír sin hablar, guardar sin proteger, predecir sin avisar, soportar sin sufrir; percibir los sentimientos sin sentir. 

Estoy cuando despierta el día del que va a trabajar, junto al suicida en el momento antes de colgarse en el vacío, al lado del niño que gime tras dieciséis horas de trabajo, cuando grita la parturienta, en el paroxismo de dos cuerpos amándose, en la oscuridad del insomne, cerca del viejo solitario que se arropa con recuerdos, atento a quien ríe despreocupado y en el miedo infantil por el distanciamiento maternal. 

Oigo los pensamientos del asesino antes de matar, miro cómo oculta el ‘dinero negro’ el mafioso, me acerco al presidente de una nación cuando piensa su poder y al magnate cuando se siente todopoderoso. 

Escucho el golpe sordo de un cuerpo cuando cae al suelo desde un andamio, la agonía del enfermo, el pensamiento de aquel que llaman loco, la bofetada en la cara a una mujer, el dolor de un amante abandonado y la amargura de la violada. 

Sé del absurdo deambular del toxicómano, del fanatismo del terrorista, de la impotencia del parapléjico tras un accidente y del dolor de la misma muerte. También estoy al corriente de la emoción del enamorado y del que se sabe alegre. 

Y nada puedo hacer si no pasar como un ángel.

domingo, 10 de febrero de 2019

La invitada




Leticia era una soltera incombustible de esas que ve cómo se casan todas sus amigas mientras ella se queda para ‘vestir santos’. Siempre aguantando bromas del tipo: «Leti que se te va a pasar el arroz» y otras de condición similar. Ella sonreía siempre ante estas sandeces, pero guardaba un pozo de resentimiento colmado por el goteo de tanto retintín.
               Invitada al enlace matrimonial de sus queridos amigos Vanesa y Carlos, Leticia, como manda el protocolo, entregó igual que el resto de invitados un sobre a los novios en el día de su boda.

Este presente es para desearos mucha felicidad en vuestra nueva vida de casados. Después de pensar mucho qué cantidad de dinero debía meter en este sobre, he llegado a la conclusión que el mejor regalo que os podía hacer es mi sinceridad la cual será un lazo de unión más seguro que el sacramento matrimonial.
               En primer lugar, quiero decirte a ti, Carlos, que tu flamante esposa, en los últimos dos años, te la ha estado pegando con tu primo Rodrigo, y me ahorro los detalles que te los puede contar ella mejor que yo.
               Tú, Carlos, tampoco te quedas atrás y aunque en lo sexual, aparte de restregarte con la puta en la despedida de soltero, no hay nada achacable, le deberías contar a Vanesa que tu boda es una estrategia económica, planificada junto a tu madre, para reflotar la empresa familiar. También me ahorro los calificativos con que designan a la familia política en tu casa. En fin, creo que estáis empatados y deberías uníos ante la adversidad.

Vuestra amiga siempre,
Leticia

Vanesa y Carlos pasaron por varios estados emocionales en cuestión de segundos. Pensaron intercambiar muchos reproches, pero decidieron como gente civilizada. Vanesa recordó que pronto sería la boda de su amiga Esperanza y Carlos pensó en el casamiento de su primo Rodrigo. Ambos rumiaron que Leticia estaría invitada y les llevaría un sobre con sus mejores deseos y algunos secretos que ellos conocían.

sábado, 9 de febrero de 2019

Vagabundos







Al salir de casa se topó, sin quererlo, con un rhinovirus que deambulaba por la acera. Tenía un aspecto lamentable. En un acto de humanidad le dijo se cuidara que tenía mala cara. «Márchese a casa, métase en la cama y descanse». Enfadado, el rhinovirus se revolvió contra él y lo colonizó. 

Para la fiebre alta y los estornudos el médico le ha mandado paracetamol y tomar mucho líquido. Un alma caritativa le prepara infusiones calentitas de miel con limón. Contra la ingratitud, nada. Curarse, si acaso, y caminar de nuevo.

domingo, 3 de febrero de 2019

Renovación del DNI




Tras fijarme que tenía caducado el Documento Nacional de Identidad desde hace veinte años, he tomado la drástica decisión de renovarlo. Sobre todo, porque no acababa de reconocer al tipo de la foto. Un examen de conciencia ciudadana me encaminó hacia la Comisaría de Policía.
−Buenas.
−Dígame.
−Es aquí para renovar el carné.
−Sí.
−¿Qué hace falta?
−Dos fotografías y el carné antiguo.
−Tome.
−¿Es usted Juan Pérez Martínez?
−No estoy seguro.
−¿Cómo dice?
−Que a veces siento que no soy esa persona.
−Un poco de seriedad, eh.
−Es por mi enfermedad.
−¿Está usted enfermo?
−Sí. Tengo un trastorno bipolar serio.
− ¿Eso qué es?
−Que unas mañanas me siento bien, como el del anuncio del donut, y otras todo lo contrario. Por eso no sé si soy yo u otro.
−Pero ¿usted cambia de apellidos durante el día?
−No.
−Pues entonces usted es este.
−Vale, si usted lo dice.
−¿Es hijo de Juan y Juana?
−De Juana sí, porque me crió, pero de Juan no sé.
−¿Cómo que no sabe?
−Es que yo tengo varios padres.
−A ver, explíquese.
−Sí porque a mi madre le hicieron varias transfusiones sanguíneas durante el embarazo.
−Eso no cuenta. Su padre es Juan y ya está.
−¿Vive en la calle del Agua número 7?
−No, se llama calle Sequía, le han cambiado el nombre; como no llueve.
−Oiga me está usted impacientando.
−Disculpe, es por culpa de mi falta de identidad que caducó hace veinte años.
−Ya veo. Ande, deme el dedo índice de la mano derecha.
−Ese no. ¿No le importa que sea el de la izquierda?
−Me parece que usted y yo vamos a acabar mal. Muy mal.
−No se ponga usted así, hombre. Se lo digo porque el derecho, como lo utilizo mucho para señalar, lo tengo un poco gastado e igual las dactilares salen un poco cubistas.
−¿Acaso tengo cara de tonto? ¡Traiga acá el dedo ahora mismo o se lo corto!
−Vale, no se me irrite que igual le afecta el síndrome scriba infensus.
−Quiere dejar de decir chorradas de una vez. Y ahora deme el pulgar.
−Sabía usted que gracias a que el pulgar se opone a los otros cuatro dedos hemos podido evolucionar. Sin él ni usted ni yo sería lo que somos.
−Me tiene harto. Son 6 con 45 euros.
−Ah, pero hay que pagar por tener identidad.
               En ese momento observé como la cara de aquel hombre enrojeció hasta un color rojo sanguina. Parecía que sus ojos se le iban a salir y dejó de respirar. Inmediatamente cayó al suelo. Dijeron que era un infarto. Entonces otro señor se me acercó y me dijo:
−Vuelva usted mañana.
               Pero no he vuelto, a fin de cuentas, prefiero ser un sujeto no identificado.

sábado, 2 de febrero de 2019

Olvido



Syna, transida de dolor por la separación de su amante, comió flor de loto para borrar de su memoria aquel amor y encontrar la serenidad. Pasados los años volvió a estar frente a él y aunque lo reconoció nada más verle, en cambio no pudo recordar nada de cómo fueron los besos y las caricias pasadas.



Un tiempo único

    Nauplio Fernández observó, al despertar, que no se había movido de la cama en toda la noche. Entonces una idea iluminó su cerebro: e...