domingo, 30 de diciembre de 2018

Dos grados







Dos grados centígrados es el aumento medio que las temperaturas experimentarán este verano según han anunciado los expertos. Y dos grados dan para mucho. Dan para una evapotranspiración superior a la de canículas pasadas, algo que nos forzará a aumentar el consumo de agua embotellada y por, consiguiente, a que se eleve el precio en el mercado y la especulación en el sector. 

Otra de las consecuencias previsibles de la acentuación de las temperaturas será una mayor eclosión de insectos, que puede hacer pensar en las siete plagas bíblicas de Egipto. Veremos aparecer moscas por doquier, mosquitos, cucarachas volantonas, luciérnagas, polillas, escarabajos y otros artrópodos. Puede que a estos insectos se agregue una plaga más de predicadores de anuncios apocalípticos. 

La venta exagerada de aires acondicionados será otro de los factores a considerar debido, primero a la especulación y baja calidad de los aparatos en el mercado y, segundo, a que la gente se refugiará en sus hogares y las calles quedarán semidesiertas con la imagen impactante para los veraneantes que sólo verán pasear a los desposeídos de un refrigerador de aire. El crecimiento del negocio de aires acondicionados contrastará con la posible ruina de las terrazas al aire libre. 

Además, está el problema de la oxigenación derivado del mayor consumo que hace el cuerpo humano de este elemento cuando se eleva su temperatura y que empeorará la calidad del aire.

domingo, 23 de diciembre de 2018

El filo de la cama



Las personas que tienen por costumbre dormir solas no saben el tesoro que poseen. En su descargo argumentan que, en esa práctica, echan de menos al alguien a quien poder abrazar las largas noches de inverno, un otro con quien charlar las cortas y calurosas noches de verano. Quieren, en definitiva, compartir los pensamientos del día y los sueños de una vida mejor y no estar solos en ese viaje que es el sueño nocturno. 

Está claro que hablan desde la inexperiencia sobre un hecho que resulta trascendente en la vida marital. La cama, una vez decides compartirla, se convierte en un mapamundi geopolítico y estratégico. Para empezar, debes elegir una parte de ella que será como si te condenaran a cadena perpetua, porque ya nunca podrás regresar al otro lado. Para seguir tendrás que ser de izquierdas o de derechas (en la cama), porque no hay punto intermedio. Podrás mirar la otra mesilla de noche, pero ya no te pertenecerá y hasta la lamparilla con nostalgia, pero ese interruptor no lo tocarás jamás de no ser que se rompa y tengas que acudir, no como usuario, sino como chapuzas doméstico. Es como si vivieras en España y te acordaras de China. 

Una vez te acomodas en la mitad del uso del colchón, lo peor está por llegar al sucederse una serie de litigios y calamidades que nunca habías previsto. El primero es el uso y abuso de la almohada que puede derivar en una tortícolis crónica o síndrome del pescuezo torcido, al que le esperan mañanas de masaje y Reflex. El segundo de los avatares es la llamada batalla por las sábanas, una guerra de tirones en la medio consciencia del sueño que, las más de las veces, acaba en trágica destapada, por no mencionar el tinglado que produce cuando a las sábanas añades la ropa de invierno (colcha, cobertor, edredón, etcétera), o cuando notas que tus pies están fríos y tu cabeza caliente. El tercero es cuando el enemigo avanza hasta sitiarte al mismo filo del precipicio (hay quien llega a caer al vacío). Entonces recuerdas con nostalgia como tu cama te recordaba a las grandes praderas donde solías retozar largas horas, buenos sueños.

domingo, 16 de diciembre de 2018

Leyenda oriental




Cuenta una leyenda oriental que, cierto día, se cerraron las puertas del Paraíso y que todas las oraciones de los fieles no lograron hacerlas abrir para que pudieran entrar las almas que trasmigraban de este mundo. La preocupación y los rezos fueron en aumento, igual que las almas de los difuntos que, desorientados, bajaban de nuevo al mundo con la importante crecida de almas en pena. Llegado un momento tal, el punto crítico del fluido inmaterial de almas, superó en mucho al de cuerpos materiales y colapsó la vida. Desde entonces La Tierra está habitada por fantasmas.

domingo, 9 de diciembre de 2018

Realidad virtual




Entré a aquel bar para tomarme algo fresco. Me atendió un camarero con acento cortés y de mediana edad, calvo. Cogí mi consumición y me senté en una mesa. Eché una mirada en derredor del establecimiento y vi a un hombre enjuto que echaba monedas en una tragaperras sin parar. Junto a él una mujer sobremaquillada y con la ropa pegada al cuerpo que dibujaba un perfil de bultos irregulares, rodeándole con el brazo. Al fondo en una mesa cuatro hombres miraban distraídos un partido de fútbol en el televisor, dos con poco pelo, otros dos barrigones, uno de ellos carraspeaba de vez en cuando y a otro le costaba masticar porque no tenía dientes. También había dos parejas entretenidas en sus juegos eróticos, pero que no eran adolescentes, una de las mujeres con la ropa tan pegada que dejaba adivinar los kilos que le sobraban. Más allá dos compadres, uno de inmenso cuerpo y otro diminuto, cargados de alcohol. Otros que entraban y salían con rostros poco afortunados que alguno reconocía en decir: “anda que eres más feo que yo”. Y estaba yo que no era muy diferente a todos ellos. 

De repente el volumen de televisor aumentó y llamó mi atención sobre el ruido de fondo que había en el bar. Comenzaba un intermedio publicitario. Me fijé y sólo vi gente joven, inmaculada, dermoestéticamente perfeccionados por la genética y los tratamientos antiarrugas. Gente que parecía feliz, casi perfecta en sus deseos y en sus realidades. 

Entonces me pregunté que, si la gente es así realmente, los que estábamos en aquel bar no existíamos. Éramos virtuales.

domingo, 2 de diciembre de 2018

Dominical




Me llamo Fina, tengo tres hijos. Me casé muy joven embarazada y ahora trabajo en una empresa de limpieza en la que también lo hace mi marido. Hoy domingo me he levantado temprano. Todos duermen. Al ir a lavarme la cara he notado que un puntito negro afeaba mi piel. Mientras me revisaba el cutis he pensado que no estoy tan mal para mis veinticinco años. 

Me he preparado un café cargado y me he sentado en el sofá para desayunar tranquila mientras veo la tele. De repente un anuncio me ha hecho sentirme mal. Una chica, que podría tener mi edad, aunque mejor cuidada porque debe ser modelo, ha hecho igual que yo delante del espejo y tras mirarse durante unos segundos ha aparecido un rótulo que decía: “Mientras unos se miran al espejo, 40 millones se mueren de hambre”. Manos Unidas. 

Me he sentido mal. He agachado la cabeza y he comenzado a leer en una revista. La reina de Jordania “debe hacer hueco en su apretada agenda para coger el jet y visitar Nueva York, Roma y París. Allí la esperan con expectación los directores de las marcas más exclusivas, que se disputan el honor de contribuir a su fondo de armario: Ralph Lauren”. 

Me he sentido peor.

sábado, 1 de diciembre de 2018

Desdoblamiento




Llamé a mi casa y me contestó mi voz.
—¿Sí? Dígame.
—Soy tú le dije.
—Me gasta una broma o qué.
—¿No me reconoces?
—Mire no tengo mucho tiempo que perder. O me explica lo que quiere o le cuelgo.
—No te pongas en ese plan de situarte en un plano superior que te conozco.
—Usted a mí no me conoce de nada.
—¿Cómo qué no? Te conozco cuando te levantas por la mañana maldiciendo el hecho de tener que ir a trabajar; cuando te impacientas en los atascos; cuando te exaltas porque alguien se demora haciendo la compra, mientras tú esperas… ¿Quieres que siga?
—Vale, no siga usted. ¿Qué quiere venderme? ¿Es una nueva oferta telefónica, libros, algo a plazos? ¿O se trata de una encuesta camuflada? Le aseguro que si es algo de alguna confesión religiosa hemos terminado de hablar.
—No vas a cambiar nunca, siempre te precipitas sobre las cosas.
—Hombre, encima me da consejos de comportamiento. Dígame qué quiere.
—Quiero que reflexiones sobre tu vida.
—Eso es muy metafísico.
—No eso es muy real. Piensa a qué dedicas tu tiempo.
—Lo dedico a aquello que me veo obligado a hacer y, cuando puedo, a lo que me gusta.
—Pierdes el tiempo en cosas absurdas: escribir, Internet, en especial esas dos cosas juntas, bajar al mar, hablar con los amigos, intercambiar afectos, dedicarte al tiempo inútil de la meditación, leer, poner un acento escéptico y pesimista a la forma de ver el mundo… ¿Crees que por ahí vas a llegar a alguna parte?
—No lo sé. ¿Si usted me dice dónde hay que llegar?
—Podrías replantearte tu modo de vida. Antes no eras así.
—Me parece que es un poco tarde para cambiar las cosas. Además, ya no recuerdo como era antes.
—Inocente, espontáneo, combativo, enamoradizo, libre.
—También cabezota, inconsciente, irresponsable, indolente con los que me rodeaban.
—Pero ahora eres demasiado metódico y ritualista. El pragmatismo se ha apoderado de ti y no haces nada que no tengas programado.
—Se me escapa el tiempo.
—Por eso, no echas de menos el cometer más errores, correr más riesgos. Hacer más tonterías. Jugar como un niño.
—Siempre me faltará aquello que no tengo, pero lo que no tendré nunca será otra vida para repetirme.
—Por eso come más pasteles y bebe más vino. Ten más complicaciones reales y menos problemas imaginarios.
—Mi realidad imaginaria tiene tanto peso como el mundo físico. Sin uno no podría vivir en el otro.
—La vida está hecha de momentos. No hay que dejar escapar el ahora.
—Vivir es un momento. Ese es mi ahora.
Al colgar pensé: esta es la última vez que hablo con un desconocido.

Embeleso



—Me pasaría la eternidad sin dejar de mirarte. Y no sería bastante.



Desconocimientos

«Tú no sabes lo feliz que soy amándote, aunque tú lo ignores». Las palabras resonaron en la mente de Ana mientras observaba a Marcos desde l...