domingo, 23 de mayo de 2021

martes, 18 de mayo de 2021

Vacaciones en el mar de China

 


 

Día 1

Hoy han comenzado mis vacaciones. Este verano he decidido ir al mar de China. Pensaba que estaba muy lejos, pero ha sido abrir la puerta de mi casa y lo he encontrado ahí, parado frente a mis ojos, contemplativo.

Una línea azul parte el jade horizontal entre el cielo y el mar. De pronto he sentido lo reconfortante que es respirar este aire salino, este brillo de luz tan vertical.

En mi primer paseo, he conocido a Qiang, un albañil de la antigua Gran Muralla, hombre de trato áspero, empeñado en contravenir cualquier trazado urbanístico que no se ajuste al canon de su amurallada mente.

Al atardecer miro un cielo filatélico donde aparecen pegadas algunas las estrellas mientras el mar respira.

La perspectiva del mundo cambia según el punto de fuga.

 

Día 2

El día amaneció jaspeado y yo con un murmullo de rutinas que aún no me he sacudido. Vinieron conmigo en la maleta de las equivocaciones y las traje sin querer.

He conocido a la joven vendedora de ajos Su Xiaoxiao. El color de sus ojos cambia según la luz del mar. Hoy sus destellos eran de un cobalto urgente. Cada cabeza de ajos que oferta tiene su historia. A mí me ha vendido una que narra su experiencia vital: la de una mujer que entrega siempre su corazón al hombre equivocado. Por eso su desdicha es profunda como el mar de China, pero no tiene riberas.

Al pasear por la playa he observado un grupo de jóvenes jugando a las cartas. Entre risas una zagala ha dicho: afortunada en el juego, desgraciada en amores. Me he acordado de Su Xiaoxiao, su sonrisa rota y sus noches de nadie.

 

Día 3

Me levanto y el aire es de un azul celestial, abajo el mar reflejo de ese cielo. En mi bolsillo aun guardo la premura que llegó conmigo.

En el trazo quebrado del horizonte Yuan, un lugareño que conocí la noche anterior, pesca con su balsa de bambú como cada amanecida. Espera extraer peces fabulosos de los que ya no existen en los océanos, porque imagina bajo la superficie, una realidad inversa. La verdad oficial para él no cuenta porque inventa adversidades, como la plaga de medusas que se materializa cada estío gracias a la propaganda del gobierno.

Pasa Li Ye, una mujer menuda de carácter fuerte, me regala una sonrisa y unos buenos días. Me siento en un sombrajo frente al mar y me pierdo en un cielo de pensamientos, mientras la brisa me cuchichea inconfesables.

 

Día 4

Anoche unos amigos me invitaron al Festival de los Dragones Voladores, una fiesta de la música y la amistad. La música traspasa el alma y la amistad el corazón. La melodía del tiempo interpretó una partitura estelar que se quedó conmigo casi hasta la alborada.

La sonrisa prístina de la mañana ha sido la de Xue, la pescadera que me vende los peces asombrosos de Yuan. Me ha pesado el apetito y me ha ofrecido media docena de piezas.

      

Día 5

La muerte es desconcertante a veces. Su impacto no procura tristeza, ni dolor; solo perplejidad y absurdo. Obstruye la conciencia y abre un paisaje vacío que, al mirarlo, no ofrece detalles ni escenas. Es como una perspectiva sin punto de fuga.

Xu Yueying, una mujer viuda del vecindario, me aconseja que no me pierda la suelta de las linternas volantes. Simbolizan el dejar las preocupaciones y alejarlas de nosotros y su luz apunta hacia el camino a seguir.

Sé que el camino no está fuera y que la luz alumbra el interior como una llama oscura. La flama del día la refresca un ocaso sin tristeza.

 

Día 6

Nanshianjiao es un pequeño lugar en el mapa del mundo y un gran espacio en el corazón de las gentes que lo habitan generación tras generación, donde los vínculos de amistad, vecindad y sangre se entremezclan con el paso del tiempo.

Todo parece espontáneo y sencillo, aunque bajo esa pintura apacible y bondadosa existen vínculos ancestrales y secretos que contienen la génesis de este minúsculo pueblo.

A mitad de la tarde un banco de niebla ha inundado la playa y en él se podía leer una lista de cosas olvidadas como los primeros saludos y los besos callados.

La marina refresca los pensamientos y, por un momento, me siento aliviado de la opresión del mundo y de las algas que pueblan el deseo.

 

Día 7

Los días de vacaciones parecen no tener fin porque sus cuerdas vocales vibran en tonos inusuales y su tempo es largo y soleado.

Al refrescar el día la gente se arremolina en grupos a lo largo del paseo marítimo. Las charlas se animan sobre temas varios y cotidianos.

Xu Yueying refiere como sus antepasados despertaron el pueblo con su esfuerzo de campesinos.

Xu habla de los años cuando la gente pasaba hambre, cuando se amasaba pan para una semana y las hortalizas crecían con el esfuerzo de manos que las mimaban.

Arriba, en la montaña, celebran sus fiestas populares y los fuegos artificiales pintan con su colorido la oscuridad del Universo.

 

Día 8

El oleaje de las horas llena la orilla de ausencias. El mar del tiempo moja de recuerdos esmeraldas el rebalaje de la vida, la existencia líquida.

En tierra firme la gente se apresura a resolver sus asuntos cotidianos.

Yu Xuanji hace tres días que se marchó a la capital.

Yu es una mujer ancestral que mueve hilos invisibles en la realidad de este lugar de veraneo.

Es capaz de tejer finalmente un bordado de relaciones encantadoras en su senectud, con delicado encaje y palabras amables, para todos los vecinos que pueblan el barrio. Su ausencia es el ojo enmudecido del sueño.

Ahora el crepúsculo cierra el día con escarchados juncos reflejados en el mar que ahonda en su sentimiento de plenitud y de ausencia.

 

Día 9

Hoy escuchado el canto de las libélulas y me ha hecho recordar el sonido familiar de otros veranos, aquel que recitaban las solitarias chicharras.

Entonces las fronteras estaban delineadas por el trazo de la imaginación y el espontáneo tiempo de la infancia.

El mar era un pentagrama de líneas de colores donde se podía leer notas entusiasmadas y el ritmo de las olas. Nunca la vida ha vuelto a ser tan espléndida.

 

Día 10

El viento de Poniente ha dibujado de escamas de peces la superficie de este mar de la China.

Wei Zifu, el tabernero, seca cada mañana sus tomates al sol. Calmo con una grulla este hombre parece escuchar todas las confesiones de sus parroquianos. Nunca habla en voz alta y junto a cada consumición regala un poema. A mí me ha tocado uno que dice:

Abrir los ojos de par en par y buscar, a ciegas,

el sentido de la luz.

           

Día 11

El día amanece teñido de azul vibrante y, como cada mañana, ejecuto el ritual de la sombrilla de playa. Clavo en la arena el tubo de hierro y la abro dispuesto a conquistar el paisaje.

Hoy he ayudado a Xu Yueying a colocar las suyas y me ha expresado su gratitud con un: «¡Ay, las manos de un hombre!». Y en la frase he entendido que se refería a las manos que acarician, a las manos solidarias, a las que crean y levantan sus alas. No esas otras que golpean, a esas manos violentas y castigadoras, manos de verdugos sobre víctimas.

Al caer la tarde un vuelo de gansos en formación traza la geometría opalina del cielo. Se alejan y me alejo con la imaginación hacia el contorno del verano, mientras un grupo de chiquillos lanzar piedras que rebotan, dibujando ondas, sobre la superficie del agua, igual que repetí yo en el pasado.

 

Día 12

Hoy se han reído las olas de los bañistas. Lui Chauchun se ha preocupado porque ha perdido de vista por un momento a sus dos hijos. La playa tenía como bandera la libertad de una cometa.

Ha sido un día familiar. A Xu Yueying la han visitado sus tres hijas: Guan, Yu y Zhang. Tres mujeres cargadas con la diversidad del destino a quien devuelven, cada día, optimismo y entereza.

También ha regresado la octogenaria Du Qiuliang, ahora recogida en un centro para personas mayores, pero que no falta a su cita dominical para regar las macetas de su vieja casa ahora deshabitada.

La tarde es una golondrina sin reposo que espera el vuelo de una noche de estrellas.

 

Día 13

El fantasma de los veranos anteriores recorre la orilla del mar de China, entre la niebla que ha regalado el día.

Inmortales las olas cuentan en melodía una canción de algas y pisadas sin prisa. Son las huellas del tiempo que navegan como un velero con las velas de seda.

 

Día 14

Los niños de Qiang juegan en el rompeolas. Qiang los mira mientras siente la extrañeza de ser padre, de saberse en otros cuerpos distintos a su cuerpo, tan próximos y a la vez tan lejanos.

Escuchó la vieja leyenda de que un padre es como un árbol al que le crecen las ramas, a cuyas hojas le nacen alas para ser pájaros.

Hijos, suyos, cuando él apenas ha dejado de ser el hijo amado de su padre que, igualmente, lo miraba desde la extrañeza de comprender a su hijo.

Qiang se sabe padre no porque haya razonado la descendencia de su biología, lo sabe por el constante zumbido de sus hijos que revolotean alrededor entre necesitados y autosuficientes, aunque nunca conscientes de que el vuelo alcanzado fue impulsado desde un corazón vegetal.

Los niños van y vienen con las olas como estas mañanas certeras de verano. Lo siente tan dentro de sí que le duele no estar con ellos cuando él ya no esté, cuando no pueda fijar más su mirada en los ojos de los niños y hablarles con palabras que surgen de la savia del corazón.

Tomo el sorbo refrescante de una bebida y suspiro, igual que Qiang, ante el suspense de la vida.

 

Día 15

El verano es la metáfora de las cosas sentidas que caben en un bolsillo de la imaginación. Es el tiempo de aquello que creímos posible.

 

Día 16

Esta mañana me he apresurado para ir al mercado local. Llegué con la urgente impaciencia del consumidor occidental y, de repente, tuve que desacelerar mi mente.

Me paré en el puesto de Du y Chang A esperar mi turno y poder comprar algunas viandas mientras asistía al regateo y de las compras.

El tiempo se detuvo entonces ante la parsimonia de estos vendedores que platicaban entre ellos y con los clientes.

El coloquio varió, comenzando con el diálogo matrimonial de Du y Chang que no cejaban de hacerse reproches humorísticos y cotidianos de su relación, pasando a las cuitas y alegrías de la vida entera que parecía no tener nada que hacer el resto del día. Aquí el tiempo parece tener otro precio.

En la espera Chang se refirió al calor que hacía esta mañana y que aguantábamos con paciencia «yo, vosotras y todos», para incluirme a mí.

Tras la odisea de la compra me fui a la playa a sumergirme en el agua azul. En el silencio de la profundidad pensé en la hondura del ser humano.

 

Día 17

No deberíamos ser como la roca sino como el agua que se amolda a su cauce para recorrer el camino del lecho del río, leo en la puerta de un templo camino del Festival de la Mala Rima.

Se trata de un evento destinado a la poesía imperfecta que escriben los malos poetas. Es el reflejo invertido del Parnaso cualquiera puede hacer versos sin mayor pretensión que extraviarse en el deleite de la poesía, libre de cualquier condicionamiento.

Allí he advertido la triste soledad de los feriantes, entregados a hacer felices a los demás desde su soledad sórdida, la que hace cerrar la fiesta cuando todos se van a dormir.

 

Día 18

El viento y las olas han arrastrado la barca de Gao y su hermano que, con esfuerzo, han logrado salir del agua.

El mar es traicionero dice, mientras Su Yueying no deja expresar preocupación por acontecimientos como estos. También recuerda como hubo de ‘proteger’ a una persona migrante de la policía: «me preocupa que lleguen en oleadas pero cuando te acercas a ellos y les hablas, sabes que son personas como tú», deja caer en su proclama humanista.

El corazón es una flor que se abre ante la luz del sentimiento.

 

Día 19

El mar es circular. Tiene su centro en la memoria y gira sobre sí mismo. Nie Shengqiong, una mujer cultivada y amante de las artes, me ha invitado a tomar té en su casa.

La imagen de los patos mandarines flotando en el estanque, evocan la melancolía de la quietud mientras el silencio se apodera de todo.

El mar fuera no cesa.

 

Día 20

Nanshianjiao es un lugar pequeño cosido al mar. Sus primeros pobladores no fueron pescadores, fueron campesinos y se dedicaron a labrar la tierra.

Esa es su primera paradoja. La segunda es que casi todos sus habitantes estaban emparentados y se reconocen entre ellos después de muchas generaciones. El parentesco los aísla y los fortalece a la par.

Es por ello que el pueblo parece detenido en el tiempo y cada respiración, cada paso de sus habitantes, es como un eco social. Todos los oídos lo oyen, todos los corazones lo sienten.

Su devenir no existe, es pura fantasmagoría. Todo parece circunflejo y detenido. Incluso yo que los miro.

 

Día 21

El sol pone el poema de la tarde con escamas de oro sobre las olas del mar de China.

Un día más mantiene Yu Xuanji. Un día menos asegura Xu Yueying. La tertulia se inicia con la fresca de la anochecida y asegura una crónica de los eventos del día. Son mujeres que han dado vida a la vida como Li Ye, Liu Chaichun o Du Qiuliang, junto a otras que, en su mayoría han perdido a sus compañeros en el camino o se han desprendido de ellos. A mí me dejan escuchar sus largas, tranquilas y prolíficas conversaciones.

En el chiringuito de Wei Zifu, un grupo de hombres hablan y beben a la vez. Dos de ellos dilucidan a qué distancia se debe situar una persona cuando entra en un bar y hay otra dentro bebiendo cerveza.

La vida parece inconmensurable en todos sus recodos y es quebradiza como un junco.

 

Día 22

Como no hay días iguales tampoco hay sueños iguales. Una columna azul se levanta en la cresta del día cuando canta el gallo de la aurora.

Madrugo para verme soñar en los sueños de los míos. Me acerco a su respiración y escucho una cascada onírica que cae dentro de ellos.

Salgo a caminar y me calzo los pies del caminante anónimo, mientras me cruzo en el paseo marítimo con los entusiastas levantadores de la mañana.

De repente un rostro conocido, Wu Shuji, una mujer que renegó a que los prejuicios cerraran su mente y que, desde la valentía, levantó en soledad a su familia.

Wu me refiere la historia de Wen Wan cuyo marido se suicidó igual que el de ella: «dice que ha vuelto a sonreír; yo no podría, no entendería jamás el tiempo caminando al revés. Sonreír implica desatender la conciencia de aquello que es inevitable, lo que nos postra igual que un atardecer».

No sueño. No soñar no es estar despierto. Es caminar descalzo entre la arena y las olas.

 

Día 23

Le Wan, la mujer que camina descalza, madruga para escuchar el mar al amanecer. Me cuenta que su lenguaje, en esos momentos, es calmo, susurrante y bisbisea secretos de las profundidades. Me saluda con una sonrisa y se marcha.

Luego me tropiezo con Liu Rushi y me trata de explicar que hay existencias que pueden ser, al mismo tiempo, hermosas y caóticas como una flor de loto.

 

Día 24

En la casa de Lu Huinu no hay espejos para que la narrativa del tiempo no ocupe ninguna preocupación. Lu prefiere vivir su feminidad desde lo tangencial y los armonioso, retirada del mundo de los reflejos. Desde que se oxidó su alegría reposa los días y la luz del loto.

La tarde evanescente habla del mejor verano, el que tiene detenidos los relojes de arena y hace vaciar el mar en la mirada del pensamiento afable.

La luna llena comienza un hilo de conversaciones que durará hasta la madrugada.

Al alejarnos de nosotros logramos ver el camino que nos ilumina.

 

Día 25

Los niños de Wu Shuji juegan en la orilla del mar. El chapoteo de sus risas contagia el color de la mañana. No hay otros asuntos que dilucidar en el día.

La luz es apolínea, el calor asimétrico, los pasos en la arena son huellas de agua.

Sentirse vivo en la nomenclatura del verano parece un bálsamo recetado para curar las rutinas que acechan ya cercanas.

 

Día 26

La inmersión en el mar temprano es un viaje al silencio mudo de la soledad. La playa al amanecer es un cuento de muchedumbres vacías, y bajo respiran bañistas transparentes y peces con vestidos de algas.

En la orilla un padre recopila, junto a su hijo, cristales de colores que fingieron botellas con mensajes naufragados. El niño pregunta por las cosas que no tienen nombre y el hombre se detiene a definirlas, dando forma al pensamiento infantil para un nuevo recuerdo.

Pasan pájaros hacia Poniente y Su Yueying dice que va a cambiar la corriente marina.

 

Día 27

Yu Xuanji, durante el almuerzo al que la invité, me cuenta la génesis de Nanshianjiao. Media docena de familias que, emparentadas, hicieron el ovillo de vida que es ahora. Es por ello que hay un hilo de parentescos, un tejido urdido en un tiempo tardo.

Esta tarde el viento de Levante ha arreciado tanto que se lleva las palabras de la boca. La gente entonces se habla con la mirada, y es cuando más aflora la sinceridad porque los ojos, dicen, son una ventana al alma.

Ahora la tormenta decora un mar de oscuridades metálicas

 

Día 28

¿Qué hay en el fondo de todas las cosas sino la búsqueda del tiempo ido?

En la mañana de jade hay ecos de voces alejadas que son huellas sonoras desvanecidas en los cartílagos de la memoria.

Nanshianjiao es un lugar de observancia matriarcal, de mujeres que trazan pentagramas para interpretar los dilemas del día.

Aquí no me siento extranjero pero tampoco propio del lugar: es una especie de sentimiento apátrida del mundo y hasta de la existencia en sí.

Esta playa está perfumada con el sándalo de la tranquilidad y la paz de las flores de peral y, a veces, llegan de lejos viejos y buenos amigos que esponjan el corazón.

 

Día 29

Entender que la espuma de las olas es la sonrisa que el verano coloca a los días. Saber que una experiencia propia es que el oleaje te dé un revolcón y, desorientado, no puedas escapar del rompeolas. Pensar en el amor aquello que no se comprende desde la altura infantil.

Jian, un vecino que habla con los gatos, entabla largas conversaciones sobre la soledad conmigo. Parece atrapado en el dilema de una existencia acotada entre el mar y el lecho donde duerme.

Es un hombre sin sombra que apenas sonríe y desconoce la inversión del tiempo. Me sujeta con su hilo de resignación para contarme el hecho insólito de su existencia de persona asomada al tapiz del mundo.

Lloro sin lágrimas porque me veo dentro de él como un barco en una botella de cristal. Y para despedirnos, con su mirada me dice ve, llega tan lejos que no te reconozcas.

 

Día 30

¿Y si por un día volvemos a ser jóvenes, sentimos sin saber, reímos sin que nos duela nada y hablamos sin ausencias?

Hoy me han invitado al ‘Baile de la Medusa’, una fiesta interior que despide el veraneo y que sugiere encarnar a seres simples que nadan en un palíndromo temporal de sensaciones olvidadas.

Me ha sentado bien mirar en las aguas de la delicadeza y la vitalidad.

 

Día 31

El teatro de las sombras cierra el día. Antes todos los personajes han interpretado el papel que los encaja en su destino.

La duda se mezcla con la nostalgia a la hora de partir y el pensamiento si fija en la orquídea del porvenir. No hay lugar para las lágrimas ni los largos adioses.

Es todo un pasar página sobre las tardes vividas desde el planeamiento del ocaso.

Luego olas de luna invaden en pleamar las últimas palabras que si duermen en el eco de los días calurosos y las noches consteladas.

Termina la interpretación del estío en este mar de China.

domingo, 16 de mayo de 2021

En concierto



El pianista, ante la queja, observó: «quedarse dormido plácidamente en unos de mis conciertos en el mejor halago para mi interpretación. Quien lo hace sueña mi música».



domingo, 9 de mayo de 2021

Tareas



Mientras extendía los brazos con las palmas de las manos enfrentadas para ayudar a su abuela a ovillar la madeja, pensaba que ese gesto era como liar el mundo: con cada vuelta una pelotera mayor.



domingo, 2 de mayo de 2021

El doble






En una época fui una persona; ahora soy otra. Si las dos pudieran encontrarse a solas, en un lugar incierto, no se reconocerían; apenas si se hablarían.

Aquella que fui miraría a esta que soy con desconfianza, casi con desprecio. Esta que soy observaría a la otra con indulgencia, casi con menoscabo.

Aquella que dejó de ser criticaría de esta, la calmosa forma de amar, el estoicismo en la acción, el militante escéptico. Esta que soy le reprocharía la vehemencia, la impericia de afectos, el desastre utópico.

Ambas no entenderían qué es la otra, dada su incapacidad por el contagio de una sustancia tóxica llamada destiempo.

Un tiempo único

    Nauplio Fernández observó, al despertar, que no se había movido de la cama en toda la noche. Entonces una idea iluminó su cerebro: e...