Día 1
Hoy han comenzado mis vacaciones.
Este verano he decidido ir al mar de China. Pensaba que estaba muy lejos, pero
ha sido abrir la puerta de mi casa y lo he encontrado ahí, parado frente a mis
ojos, contemplativo.
Una línea azul parte el jade
horizontal entre el cielo y el mar. De pronto he sentido lo reconfortante que
es respirar este aire salino, este brillo de luz tan vertical.
En mi primer paseo, he conocido a
Qiang, un albañil de la antigua Gran Muralla, hombre de trato áspero, empeñado
en contravenir cualquier trazado urbanístico que no se ajuste al canon de su
amurallada mente.
Al atardecer miro un cielo
filatélico donde aparecen pegadas algunas las estrellas mientras el mar
respira.
La perspectiva del mundo cambia
según el punto de fuga.
Día 2
El día amaneció jaspeado y yo con
un murmullo de rutinas que aún no me he sacudido. Vinieron conmigo en la maleta
de las equivocaciones y las traje sin querer.
He conocido a la joven vendedora de ajos Su Xiaoxiao. El color de sus ojos cambia según la luz del mar. Hoy sus destellos eran de un cobalto urgente. Cada cabeza de ajos que oferta tiene su historia. A mí me ha vendido una que narra su experiencia vital: la de una mujer que entrega siempre su corazón al hombre equivocado. Por eso su desdicha es profunda como el mar de China, pero no tiene riberas.
Al pasear por la playa he observado un grupo de jóvenes jugando a las cartas. Entre risas una zagala ha dicho: afortunada en el juego, desgraciada en amores. Me he acordado de Su Xiaoxiao, su sonrisa rota y sus noches de nadie.
Día 3
Me levanto y el aire es de un
azul celestial, abajo el mar reflejo de ese cielo. En mi bolsillo aun guardo la
premura que llegó conmigo.
En el trazo quebrado del horizonte Yuan, un lugareño que conocí la noche anterior, pesca con su balsa de bambú como cada amanecida. Espera extraer peces fabulosos de los que ya no existen en los océanos, porque imagina bajo la superficie, una realidad inversa. La verdad oficial para él no cuenta porque inventa adversidades, como la plaga de medusas que se materializa cada estío gracias a la propaganda del gobierno.
Pasa Li Ye, una mujer menuda de carácter fuerte, me regala una sonrisa y unos buenos días. Me siento en un sombrajo frente al mar y me pierdo en un cielo de pensamientos, mientras la brisa me cuchichea inconfesables.
Día 4
Anoche unos amigos me invitaron
al Festival de los Dragones Voladores, una fiesta de la música y la amistad. La
música traspasa el alma y la amistad el corazón. La melodía del tiempo
interpretó una partitura estelar que se quedó conmigo casi hasta la alborada.
La sonrisa prístina de la mañana ha sido la de Xue, la pescadera que me vende los peces asombrosos de Yuan. Me ha pesado el apetito y me ha ofrecido media docena de piezas.
Día 5
La muerte es desconcertante a
veces. Su impacto no procura tristeza, ni dolor; solo perplejidad y absurdo.
Obstruye la conciencia y abre un paisaje vacío que, al mirarlo, no ofrece
detalles ni escenas. Es como una perspectiva sin punto de fuga.
Xu Yueying, una mujer viuda del
vecindario, me aconseja que no me pierda la suelta de las linternas volantes.
Simbolizan el dejar las preocupaciones y alejarlas de nosotros y su luz apunta
hacia el camino a seguir.
Sé que el camino no está fuera y que
la luz alumbra el interior como una llama oscura. La flama del día la refresca un
ocaso sin tristeza.
Día 6
Nanshianjiao es un pequeño lugar en el mapa del mundo y un gran espacio en el corazón de las gentes que lo habitan generación tras generación, donde los vínculos de amistad, vecindad y sangre se entremezclan con el paso del tiempo.
Todo parece espontáneo y
sencillo, aunque bajo esa pintura apacible y bondadosa existen vínculos
ancestrales y secretos que contienen la génesis de este minúsculo pueblo.
A mitad de la tarde un banco de
niebla ha inundado la playa y en él se podía leer una lista de cosas olvidadas
como los primeros saludos y los besos callados.
La marina refresca los
pensamientos y, por un momento, me siento aliviado de la opresión del mundo y
de las algas que pueblan el deseo.
Día 7
Los días de vacaciones parecen no tener fin porque sus cuerdas vocales vibran en tonos inusuales y su tempo es largo y soleado.
Al refrescar el día la gente se
arremolina en grupos a lo largo del paseo marítimo. Las charlas se animan sobre
temas varios y cotidianos.
Xu Yueying refiere como sus
antepasados despertaron el pueblo con su esfuerzo de campesinos.
Xu habla de los años cuando la
gente pasaba hambre, cuando se amasaba pan para una semana y las hortalizas
crecían con el esfuerzo de manos que las mimaban.
Arriba, en la montaña, celebran
sus fiestas populares y los fuegos artificiales pintan con su colorido la
oscuridad del Universo.
Día 8
El oleaje de las horas llena la
orilla de ausencias. El mar del tiempo moja de recuerdos esmeraldas el rebalaje
de la vida, la existencia líquida.
En tierra firme la gente se
apresura a resolver sus asuntos cotidianos.
Yu Xuanji hace tres días que se
marchó a la capital.
Yu es una mujer ancestral que
mueve hilos invisibles en la realidad de este lugar de veraneo.
Es capaz de tejer finalmente un
bordado de relaciones encantadoras en su senectud, con delicado encaje y
palabras amables, para todos los vecinos que pueblan el barrio. Su ausencia es
el ojo enmudecido del sueño.
Ahora el crepúsculo cierra el día
con escarchados juncos reflejados en el mar que ahonda en su sentimiento de
plenitud y de ausencia.
Día 9
Hoy escuchado el canto de las libélulas y me ha hecho recordar el sonido familiar de otros veranos, aquel que recitaban las solitarias chicharras.
Entonces las fronteras estaban
delineadas por el trazo de la imaginación y el espontáneo tiempo de la
infancia.
El mar era un pentagrama de
líneas de colores donde se podía leer notas entusiasmadas y el ritmo de las
olas. Nunca la vida ha vuelto a ser tan espléndida.
Día 10
El viento de Poniente ha dibujado
de escamas de peces la superficie de este mar de la China.
Wei Zifu, el tabernero, seca cada
mañana sus tomates al sol. Calmo con una grulla este hombre parece escuchar
todas las confesiones de sus parroquianos. Nunca habla en voz alta y junto a
cada consumición regala un poema. A mí me ha tocado uno que dice:
Abrir los ojos de par en par y
buscar, a ciegas,
el sentido de la luz.
Día 11
El día amanece teñido de azul
vibrante y, como cada mañana, ejecuto el ritual de la sombrilla de playa. Clavo
en la arena el tubo de hierro y la abro dispuesto a conquistar el paisaje.
Hoy he ayudado a Xu Yueying a
colocar las suyas y me ha expresado su gratitud con un: «¡Ay, las manos de un
hombre!». Y en la frase he entendido que se refería a las manos que acarician,
a las manos solidarias, a las que crean y levantan sus alas. No esas otras que
golpean, a esas manos violentas y castigadoras, manos de verdugos sobre
víctimas.
Al caer la tarde un vuelo de
gansos en formación traza la geometría opalina del cielo. Se alejan y me alejo
con la imaginación hacia el contorno del verano, mientras un grupo de
chiquillos lanzar piedras que rebotan, dibujando ondas, sobre la superficie del
agua, igual que repetí yo en el pasado.
Día 12
Hoy se han reído las olas de los
bañistas. Lui Chauchun se ha preocupado porque ha perdido de vista por un
momento a sus dos hijos. La playa tenía como bandera la libertad de una cometa.
Ha sido un día familiar. A Xu
Yueying la han visitado sus tres hijas: Guan, Yu y Zhang. Tres mujeres cargadas
con la diversidad del destino a quien devuelven, cada día, optimismo y
entereza.
También ha regresado la
octogenaria Du Qiuliang, ahora recogida en un centro para personas mayores,
pero que no falta a su cita dominical para regar las macetas de su vieja casa
ahora deshabitada.
La tarde es una golondrina sin
reposo que espera el vuelo de una noche de estrellas.
Día 13
El fantasma de los veranos
anteriores recorre la orilla del mar de China, entre la niebla que ha regalado
el día.
Inmortales las olas cuentan en
melodía una canción de algas y pisadas sin prisa. Son las huellas del tiempo
que navegan como un velero con las velas de seda.
Día 14
Los niños de Qiang juegan en el rompeolas. Qiang los mira mientras siente la extrañeza de ser padre, de saberse en otros cuerpos distintos a su cuerpo, tan próximos y a la vez tan lejanos.
Escuchó la vieja leyenda de que
un padre es como un árbol al que le crecen las ramas, a cuyas hojas le nacen
alas para ser pájaros.
Hijos, suyos, cuando él apenas ha
dejado de ser el hijo amado de su padre que, igualmente, lo miraba desde la
extrañeza de comprender a su hijo.
Qiang se sabe padre no porque
haya razonado la descendencia de su biología, lo sabe por el constante zumbido
de sus hijos que revolotean alrededor entre necesitados y autosuficientes,
aunque nunca conscientes de que el vuelo alcanzado fue impulsado desde un
corazón vegetal.
Los niños van y vienen con las
olas como estas mañanas certeras de verano. Lo siente tan dentro de sí que le
duele no estar con ellos cuando él ya no esté, cuando no pueda fijar más su
mirada en los ojos de los niños y hablarles con palabras que surgen de la savia
del corazón.
Tomo el sorbo refrescante de una
bebida y suspiro, igual que Qiang, ante el suspense de la vida.
Día 15
El verano es la metáfora de las
cosas sentidas que caben en un bolsillo de la imaginación. Es el tiempo de
aquello que creímos posible.
Día 16
Esta mañana me he apresurado para ir al mercado local. Llegué con la urgente impaciencia del consumidor occidental y, de repente, tuve que desacelerar mi mente.
Me paré en el puesto de Du y
Chang A esperar mi turno y poder comprar algunas viandas mientras asistía al
regateo y de las compras.
El tiempo se detuvo entonces ante
la parsimonia de estos vendedores que platicaban entre ellos y con los
clientes.
El coloquio varió, comenzando con
el diálogo matrimonial de Du y Chang que no cejaban de hacerse reproches
humorísticos y cotidianos de su relación, pasando a las cuitas y alegrías de la
vida entera que parecía no tener nada que hacer el resto del día. Aquí el
tiempo parece tener otro precio.
En la espera Chang se refirió al
calor que hacía esta mañana y que aguantábamos con paciencia «yo, vosotras y
todos», para incluirme a mí.
Tras la odisea de la compra me
fui a la playa a sumergirme en el agua azul. En el silencio de la profundidad
pensé en la hondura del ser humano.
Día 17
No deberíamos ser como la roca sino como el agua que se amolda a su cauce para recorrer el camino del lecho del río, leo en la puerta de un templo camino del Festival de la Mala Rima.
Se trata de un evento destinado a
la poesía imperfecta que escriben los malos poetas. Es el reflejo invertido del
Parnaso cualquiera puede hacer versos sin mayor pretensión que extraviarse en
el deleite de la poesía, libre de cualquier condicionamiento.
Allí he advertido la triste
soledad de los feriantes, entregados a hacer felices a los demás desde su
soledad sórdida, la que hace cerrar la fiesta cuando todos se van a dormir.
Día 18
El viento y las olas han
arrastrado la barca de Gao y su hermano que, con esfuerzo, han logrado salir
del agua.
El mar es traicionero dice,
mientras Su Yueying no deja expresar preocupación por acontecimientos como
estos. También recuerda como hubo de ‘proteger’ a una persona migrante de la
policía: «me preocupa que lleguen en oleadas pero cuando te acercas a ellos y
les hablas, sabes que son personas como tú», deja caer en su proclama
humanista.
El corazón es una flor que se
abre ante la luz del sentimiento.
Día 19
El mar es circular. Tiene su
centro en la memoria y gira sobre sí mismo. Nie Shengqiong, una mujer cultivada
y amante de las artes, me ha invitado a tomar té en su casa.
La imagen de los patos mandarines
flotando en el estanque, evocan la melancolía de la quietud mientras el
silencio se apodera de todo.
El mar fuera no cesa.
Día 20
Nanshianjiao es un lugar pequeño
cosido al mar. Sus primeros pobladores no fueron pescadores, fueron campesinos
y se dedicaron a labrar la tierra.
Esa es su primera paradoja. La
segunda es que casi todos sus habitantes estaban emparentados y se reconocen
entre ellos después de muchas generaciones. El parentesco los aísla y los
fortalece a la par.
Es por ello que el pueblo parece
detenido en el tiempo y cada respiración, cada paso de sus habitantes, es como
un eco social. Todos los oídos lo oyen, todos los corazones lo sienten.
Su devenir no existe, es pura
fantasmagoría. Todo parece circunflejo y detenido. Incluso yo que los miro.
Día 21
El sol pone el poema de la tarde
con escamas de oro sobre las olas del mar de China.
Un día más mantiene Yu Xuanji. Un
día menos asegura Xu Yueying. La tertulia se inicia con la fresca de la
anochecida y asegura una crónica de los eventos del día. Son mujeres que han
dado vida a la vida como Li Ye, Liu Chaichun o Du Qiuliang, junto a otras que,
en su mayoría han perdido a sus compañeros en el camino o se han desprendido de
ellos. A mí me dejan escuchar sus largas, tranquilas y prolíficas
conversaciones.
En el chiringuito de Wei Zifu, un
grupo de hombres hablan y beben a la vez. Dos de ellos dilucidan a qué
distancia se debe situar una persona cuando entra en un bar y hay otra dentro
bebiendo cerveza.
La vida parece inconmensurable en
todos sus recodos y es quebradiza como un junco.
Día 22
Como no hay días iguales tampoco
hay sueños iguales. Una columna azul se levanta en la cresta del día cuando
canta el gallo de la aurora.
Madrugo para verme soñar en los
sueños de los míos. Me acerco a su respiración y escucho una cascada onírica
que cae dentro de ellos.
Salgo a caminar y me calzo los
pies del caminante anónimo, mientras me cruzo en el paseo marítimo con los
entusiastas levantadores de la mañana.
De repente un rostro conocido, Wu
Shuji, una mujer que renegó a que los prejuicios cerraran su mente y que, desde
la valentía, levantó en soledad a su familia.
Wu me refiere la historia de Wen
Wan cuyo marido se suicidó igual que el de ella: «dice que ha vuelto a sonreír;
yo no podría, no entendería jamás el tiempo caminando al revés. Sonreír implica
desatender la conciencia de aquello que es inevitable, lo que nos postra igual
que un atardecer».
No sueño. No soñar no es estar
despierto. Es caminar descalzo entre la arena y las olas.
Día 23
Le Wan, la mujer que camina
descalza, madruga para escuchar el mar al amanecer. Me cuenta que su lenguaje,
en esos momentos, es calmo, susurrante y bisbisea secretos de las
profundidades. Me saluda con una sonrisa y se marcha.
Luego me tropiezo con Liu Rushi y
me trata de explicar que hay existencias que pueden ser, al mismo tiempo,
hermosas y caóticas como una flor de loto.
Día 24
En la casa de Lu Huinu no hay
espejos para que la narrativa del tiempo no ocupe ninguna preocupación. Lu
prefiere vivir su feminidad desde lo tangencial y los armonioso, retirada del
mundo de los reflejos. Desde que se oxidó su alegría reposa los días y la luz
del loto.
La tarde evanescente habla del
mejor verano, el que tiene detenidos los relojes de arena y hace vaciar el mar
en la mirada del pensamiento afable.
La luna llena comienza un hilo de
conversaciones que durará hasta la madrugada.
Al alejarnos de nosotros logramos
ver el camino que nos ilumina.
Día 25
Los niños de Wu Shuji juegan en
la orilla del mar. El chapoteo de sus risas contagia el color de la mañana. No
hay otros asuntos que dilucidar en el día.
La luz es apolínea, el calor
asimétrico, los pasos en la arena son huellas de agua.
Sentirse vivo en la nomenclatura
del verano parece un bálsamo recetado para curar las rutinas que acechan ya
cercanas.
Día 26
La inmersión en el mar temprano
es un viaje al silencio mudo de la soledad. La playa al amanecer es un cuento
de muchedumbres vacías, y bajo respiran bañistas transparentes y peces con
vestidos de algas.
En la orilla un padre recopila,
junto a su hijo, cristales de colores que fingieron botellas con mensajes
naufragados. El niño pregunta por las cosas que no tienen nombre y el hombre se
detiene a definirlas, dando forma al pensamiento infantil para un nuevo
recuerdo.
Pasan pájaros hacia Poniente y Su
Yueying dice que va a cambiar la corriente marina.
Día 27
Yu Xuanji, durante el almuerzo al
que la invité, me cuenta la génesis de Nanshianjiao. Media docena de familias
que, emparentadas, hicieron el ovillo de vida que es ahora. Es por ello que hay
un hilo de parentescos, un tejido urdido en un tiempo tardo.
Esta tarde el viento de Levante
ha arreciado tanto que se lleva las palabras de la boca. La gente entonces se
habla con la mirada, y es cuando más aflora la sinceridad porque los ojos,
dicen, son una ventana al alma.
Ahora la tormenta decora un mar
de oscuridades metálicas
Día 28
¿Qué hay en el fondo de todas las
cosas sino la búsqueda del tiempo ido?
En la mañana de jade hay ecos de
voces alejadas que son huellas sonoras desvanecidas en los cartílagos de la
memoria.
Nanshianjiao es un lugar de
observancia matriarcal, de mujeres que trazan pentagramas para interpretar los
dilemas del día.
Aquí no me siento extranjero pero
tampoco propio del lugar: es una especie de sentimiento apátrida del mundo y
hasta de la existencia en sí.
Esta playa está perfumada con el
sándalo de la tranquilidad y la paz de las flores de peral y, a veces, llegan
de lejos viejos y buenos amigos que esponjan el corazón.
Día 29
Entender que la espuma de las
olas es la sonrisa que el verano coloca a los días. Saber que una experiencia
propia es que el oleaje te dé un revolcón y, desorientado, no puedas escapar
del rompeolas. Pensar en el amor aquello que no se comprende desde la altura
infantil.
Jian, un vecino que habla con los
gatos, entabla largas conversaciones sobre la soledad conmigo. Parece atrapado
en el dilema de una existencia acotada entre el mar y el lecho donde duerme.
Es un hombre sin sombra que
apenas sonríe y desconoce la inversión del tiempo. Me sujeta con su hilo de
resignación para contarme el hecho insólito de su existencia de persona asomada
al tapiz del mundo.
Lloro sin lágrimas porque me veo
dentro de él como un barco en una botella de cristal. Y para despedirnos, con
su mirada me dice ve, llega tan lejos que no te reconozcas.
Día 30
¿Y si por un día volvemos a ser
jóvenes, sentimos sin saber, reímos sin que nos duela nada y hablamos sin
ausencias?
Hoy me han invitado al ‘Baile de
la Medusa’, una fiesta interior que despide el veraneo y que sugiere encarnar a
seres simples que nadan en un palíndromo temporal de sensaciones olvidadas.
Me ha sentado bien mirar en las
aguas de la delicadeza y la vitalidad.
Día 31
El teatro de las sombras cierra
el día. Antes todos los personajes han interpretado el papel que los encaja en
su destino.
La duda se mezcla con la
nostalgia a la hora de partir y el pensamiento si fija en la orquídea del
porvenir. No hay lugar para las lágrimas ni los largos adioses.
Es todo un pasar página sobre las
tardes vividas desde el planeamiento del ocaso.
Luego olas de luna invaden en
pleamar las últimas palabras que si duermen en el eco de los días calurosos y
las noches consteladas.
Termina la interpretación del
estío en este mar de China.
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