domingo, 18 de diciembre de 2022

Solipsistas


—¿Es usted el juez que presidirá esta sesión?
—Lo soy —contestó con una serenidad majestuosa— ¿Y usted quién es?
—Soy el fiscal narrador de esta historia.
—Quiero dejarle claro que en este juzgado soy la Ley y nadie está por encima de mí.
—Quiero que tenga en cuenta que soy quien escribe su destino.
El juicio comenzó con las alegaciones por parte de los abogados de los litigantes, quienes expusieron de manera muy subjetiva sus alegatos. El juez los escuchó peripatético y poco entusiasmado. Las defensas presentaron a sus testigos, bien aleccionados sobre qué tenían que responder a sus preguntas y qué no debían decir a la parte contraria.
—Esto parece un espectáculo —apostilló la voz narrativa—, un cenáculo de la probidad.
—Es el procedimiento judicial.
—Los testimonios de esas personas son sesgados y tendenciosos. Vienen instruidos sobre qué deben manifestar.
—Mi deber es escucharlos antes de un pronunciamiento salomónico.
—Ahora entiendo porque llevan toga.
—Sí, por qué —preguntó contrariado—.
—Porque en la judicatura todo es oscuro.
—Le voy a expulsar de la sala.
—No puede. En todo caso podría echarme de su cabeza.
—Pues eso haré. Dejaré de pensar.
—Si lo hace se estará condenado a perder el juicio.



domingo, 4 de diciembre de 2022

Una muerte anunciada



Al pasar por aquella plaza vi cómo la gente se arremolinaba en una esquina. Algunas personas hacían grandes aspavientos y otras llamaban por teléfono. Me acerqué con cautela y curiosidad para saber qué pasaba. Una joven se cruzó sollozando en mi camino. Después escuché a alguien decir: «ha sido un infarto». Mi interés primó por encima de mi prudencia y esquivando el gentío comencé a observar el cuerpo de un hombre tendido en el pavimento, mientras otro intentaba reanimarlo presionando su pecho e insuflándole aire por la boca.

Al principio no aprecié nada raro, pero enseguida distinguí en aquel rostro el mismo que suelo ver por las mañanas en el espejo o al menos guardaba bastante parecido. Pude comprobar que su vestimenta era idéntica a la mía, incluso los zapatos eran similares y, en ese momento, me invadió una angustiosa sensación de inexistencia.

Al poco, apareció una mujer compungida que al acercarse se asemejaba terriblemente a mi compañera. Los servicios sanitarios llegaron y comenzaron a atender al accidentado que permanecía en estado inconsciente. Lo introdujeron en una ambulancia y sentí como si me despidiera de la vida.

Uno de los médicos preguntó por la identidad del infartado. La esposa le dio los datos.

No era mi nombre y respiré tranquilo.



domingo, 27 de noviembre de 2022

No hay niños



Las parejas se reunieron a cenar y pasar una noche alegre. Todas tenían hijos menores de doce años y pensaron que, para tener una velada tranquila la solución sería alimentar a sus retoños primero y, después, llevarlos a una sala amplia, donde bien acomodados fueran abandonados al cuidado de la nodriza llamada Internet, para los cual fueron dotados cada uno de su terminal.

Rieron, chalaron, bebieron y comieron, en un ambiente adulto despejado de requerimientos infantiles. Durante bastante tiempo nadie escuchó un «¡¡¡mamá!!!» o un «¡¡¡papá!!!».

No echaron en falta a su descendencia hasta que alguien dijo: «no haya niños». Los medios de comunicación tildaron el suceso de desaparición masiva.



domingo, 20 de noviembre de 2022

Abuelita



La abuela de Caperucita Roja, harta de que el lobo se la comiera cada vez que contaban el cuento, hizo una reclamación al Colegio Oficial de Narradores. En la misma reclamó una cierta dignidad como personaje popular y, por tanto, el pago de una pensión como cualquier persona del colectivo de la tercera edad, una dieta sana —no solo tarta y leche—, ser beneficiaria de los viajes de Imserso, la prestación de atención geriátrica y médica y, sobre todo, demandaba una nieta más espabilada que no la confundiera con un lobo en camisón.



domingo, 13 de noviembre de 2022

Calima




El cielo descargó una inesperada lluvia anaranjada coloreando la urbe de albaricoque maduro. El polvillo rubicundo tiñó las calles, los árboles, los coches y penetró en las casas anegando con sigilo todas las dependencias, impregnando cada rincón y objeto con una película de limaduras de mandarina.

Bajo el cielo leonado el asfalto parecía alfombrado de caléndulas, los edificios semejaban torres bermejas, las fuentes aparentaban ser surtidores melifluos y los parques cuadros donde se fundían ocres, caquis y cobrizos.

Los habitantes comenzaron, primero a respirar y, luego, a masticar aquel aire azafranado que se les coló por la nariz y por los ojos, y los fue pintando de un tono zanahoria, hasta que se volvieron de arcilla en una ciudad de barro.




domingo, 6 de noviembre de 2022

Crimen pasional



Había pasado el día desterrando cualquier hilo de suciedad y limpiando hasta el último rincón, para que todo quedara reluciente, impecable e impoluto. Al culminar el trabajo, sentada, suspiró. En ese instante, su marido cruzó la casa con las botas embarradas y un aire de borracho estrambótico. Los informativos lo adjetivaron como crimen pasional.



domingo, 30 de octubre de 2022

Irrepetible



Encontró un libro asombroso que, cada vez que lo abría, aparecían narraciones nunca antes leídas por alguien. Y que nadie volvería a leer.



domingo, 23 de octubre de 2022

Líquido vital



El alumno esperó paciente a que el maestro terminar su meditación.

—¿Qué te preocupa? —le dijo al abrir los ojos.

—Saber qué significación tendrá mi vida al final.

—Imagina una botella vacía que vas llenando con las experiencias vividas que, a la par, desaloja el aire que es el tiempo consumido. Solo tendrá sentido si aquello de lo que la has rellenado ha merecido la pena.



domingo, 16 de octubre de 2022

domingo, 9 de octubre de 2022

Wéstern



Todas las mañanas llena un cubo con el agua de la fuente que hay en el parque. Antes, la mujer, da varias vueltas alrededor del surtidor y luego mira al cielo. Mientras el chorro colma el recipiente invoca un viejo rezo en una lengua desconocida para los transeúntes. En el barrio todos la consideran loca. A ella no le importa lo que piense el vecindario y cuenta, cuando le preguntan, que un antepasado suyo vivió en el lejano Oeste. De un tiempo a esta parte vengo observando muchas cabezas rapadas por la calle.



domingo, 2 de octubre de 2022

Équidos



Era un lugar oscuro y olía a madera salada. Todos debíamos permanecer en silencio durante bastante tiempo. Así que me entretuve en imaginar cómo sería el vientre de un caballo y me quedé dormido. Al despertar me encontraba dentro de las murallas de Ilión.




domingo, 11 de septiembre de 2022

Encuentro en la primera fase

 

Un hombre de neandertal y un homo sapiens se encuentran hace 40.000 años en la península Ibérica. Después de mirarse fijamente a los ojos mantienen una conversación.

—¿Vienes de lejos? —preguntó el neandertal.

—Llevo andado miles de años hasta llegar aquí —respondió el sapiens.

—¿Estás cansado?

—No. Todo lo contrario, me siento pujante y lleno de energía. Dueño del futuro y de este mundo.

—Eres optimista. Yo en cambio sé que no veré el futuro.

—No lo verás; te extinguirás antes.

—¿Y no te da miedo tanta responsabilidad, ser la especie que domine la Tierra?

—¿Miedo? Me espera una vida apasionante llena de evolución. Inventaré la escritura, dominaré el fuego, practicaré las artes y cultivaré las ciencias. Descubriré el Universo que nos rodea y el átomo. Viajaré fuera del planeta.

—También inventarás a Dios y conocerás la muerte. Matarás de manera intensiva e indiscriminada. Acabarás con los recursos de este mundo y con otras especies y te adueñarás del planeta.

El homo sapiens bajo la mirada y meditó un momento.

—Tienes razón, hermano. Quizás yo tampoco tenga futuro.

—Entonces no parece tan bueno ni inteligente este diseño.

—Tú déjame que pensar es lo mío.

domingo, 4 de septiembre de 2022

Excusas



Primero fue el reloj del ayuntamiento, al que siguieron otros también señeros en toda la ciudad. Se detuvieron, incluso, relojes tan míticos como el de Grand Central Station en Nueva York, la torre Spasskaya en Moscú, el Big Ben en Londres o la Puerta del Sol en Madrid. Los digitales también pausaron su pulso y nadie sabía con exactitud qué hora era. Hasta los atómicos pararon su frecuencia de resonancia. El tiempo desapareció.

Pronto aparecieron vertederos con piezas en desuso: montañas de clepsidras oxidadas y retorcidas en sus diseños de los más variados y bellos estilos artísticos; desguaces con cúmulos de biseles, diales, coronas, orejetas, marcadores, manecillas y fornituras varias; cementerios con desechos de horas muertas, cronófagos inutilizados y vectores de cálculo inservibles.

Alguien dirá, ahora, qué pasó con los relojes de arena, de agua, de fuego, solar o de vapor. Y la respuesta es que la naturaleza suspendió las leyes que hacían funcionar estos instrumentos. Todas las personas andaban como perdidas tras la muerte del tiempo.

Este fue el argumento expuesta por el protagonista de la historia aquí leída cuando apareció con retraso a la entrevista de trabajo. Y luego, el escritor responsable del relato, hubo de levantar la restricción horaria para que todo el mundo pudiera saber qué tiempo era.



domingo, 28 de agosto de 2022

El almuerzo



Sentada frente a su madre de noventa y nueve años, Sofía contaba las arrugas mientras llevaba de manera casi mecánica a su boca el alimento. Cada línea en la piel auguraba la lectura de un recuerdo próximo o lejano. Su madre apenas la miraba porque desde hacía años el mundo le era indiferente.

Las estrías iniciales marcadas sobre su cara narraban un tiempo primerísimo no recordado. Un tiempo de leche y de abrazos. Las que continuaban estaban llenas de interrogantes, poderosas preguntas sin contestación alguna como la ausencia de escuela, su desflorecer adolescente, la obligatoriedad matrimonial, el dolor paritorio, la fuga de los hijos, esa amalgama de tristeza y alegrías que se hacen y deshacen como figuras de arena. En los pliegues más señeros era donde se marcaban las ausencias, esas que habían ido vaciando su existencia.

Sofía le hablaba sin palabras, la cuidaba como cuando niña fue mimada por ella con la que nunca tuvo una relación afable. Apenas aquellos momentos de ternura en los que le cantaba para levantarla de la cama, le peinaba con paciencia su larga melena, le hacía vestiditos con faldas de organdí y jerséis de lanas multicolores, o le daba consejos que nunca entendía.

Su rostro ahora era un paisaje de alejadas imágenes, algunas perdidas para siempre, otras más recientes soportaban la caducidad que la naturaleza contiene.

El silencio del almuerzo parecía el anuncio de una despedida que se repetía a diario, aunque las dos lo ignoraban.



domingo, 21 de agosto de 2022

Nadadores



Los pececillos de plata llevaban nadando muchos años en su biblioteca. Los veía pasar a hurtadillas como escualos sigilosos que se deslizaban entre las letras impresas y las portadas coriáceas. En los momentos donde hasta el polvo se aquietaba y ascendía el vapor de la lectura silenciosa, le parecía oírlos desplazarse por los anaqueles moviendo sus colas. Eran como los guardianes de los textos allí colocados sobre los que depositaban una pulvurulenta capa argéntica, dejando hilos de un blanco metalizado por el cual se intuían sus itinerarios.

Los pececillos de plata, pensaba, era la única presencia animada que podía consentir en su acuario de quietud y de tiempo estancado, porque su respiración y el blandir de sus antenas para nada le interfería con su ritmo de lector estocástico. Es más, aquel deslizarse entre las sombras, fuera del círculo de la luz donde concentraba su mente en páginas pobladas por un populacho de palabras, le trasmitían una sensación relajante y desestresada.

Sabía de su voracidad con el papel y de su timidez con la luminiscencia, por eso cada día limpiaba con detenimiento una parte de los estantes y jamás observó el más mínimo deterioro entre sus numerosos libros y eso lo tranquilizaba.

Fue al consultar una vieja edición de la poesía del siglo de Oro que descubrió como en algunos sonetos de Quevedo varios versos habían desaparecido. Intrigado buscó en otros ejemplares y encontró hojas casi borradas en su totalidad. Angustiado intuyó que los pececillos de plata eran responsables, transformados en cultos devoradores de obras literarias.



domingo, 14 de agosto de 2022

Encantos



Sentado a la mesa en la cena de Nochebuena con solo una pajarita, nadie apreció su desnudez y sí la elegancia con que vestía su única prenda.



domingo, 7 de agosto de 2022

domingo, 19 de junio de 2022

Ficciones reales








—Este sitio es encantador.

—Sí que está bien pero no lo conocía.

—Cómo que no, si hemos venido otras veces.

—Habrás venido con otra.

—¿Me estás tomando el pelo?

—Tú y tus recuerdos apócrifos.

—Te aseguro que la última vez que estuvimos aquí vestías un suéter azul.

—Tú me quieres volver loca.

—A veces me haces dudar hasta de lo que digo.

—Y yo también te dudo.

—Igual no existimos y alguien nos están imaginando.

—Igual solo nos estamos inventado ahora.

 

domingo, 12 de junio de 2022

Lecciones



El discípulo interrogó al sabio sobre cómo orientar el sentido de su vida. Y el maestro le respondió: «El destino de cada persona está bajo el cielo y sobre la tierra. Entre ambos discurre el camino invisible de la existencia por el que te debes guiar». Entonces el joven echó a andar.



domingo, 5 de junio de 2022

El artefacto



Había llegado hasta el final del pasillo sin ninguna dificultad apoyándose en su andador. Miró por la ventana y vio el cielo azul raso y las verdes copas vegetales. Escuchó un grito o fue un sonido metálico, la verdad es que ambas percepciones se podían poner en duda. Pensó que alguien podría necesitar ayuda, aunque también podía ser una broma. Caminó de regreso arrastrado los pies y prestando mayor atención mientras apretaba las manos contra el artilugio. Una oleada de silencio inundó la casa. Se detuvo y cerró los ojos. En las películas de terror utilizan música para este tipo de escenas, especuló. Lo que desconocía era que existiera la anticipación perceptiva y que hubiera una partida de andaderas deficientes.



domingo, 29 de mayo de 2022

Algo real



Alejandro se recrea en la escena de amor de la película ‘Blade Runner 2049’ y sueña que alguna vez los mitos se hacen realidad como en este Pigmalión cibernético. «Tocar aquello que no es nada, sentir que la emoción te ahoga, imaginar que hemos sido otra cosa de lo que no quedan testigos», piensa. En ese momento una mujer entra en su habitación, una pelirroja de largas piernas y minifalda, se acerca, le miente y le dice que ella es real pero que lo que va a notar es supuesto igual que el amor, ese si es un gran mito que nunca llega a ser real. Ahora no sabe si está envuelto por lo que ocurre en la película o está dentro de la cinta y despierta.



domingo, 22 de mayo de 2022

Quejas vecinales



Cuando trabajaba a media mañana en la redacción, sonó el teléfono. Llamaba un hombre pidiendo ayuda para resolver un problema que le inquietaba desde hacía más de tres décadas. Con paciencia escuché cómo hilaba con palabras su historia que había avejentado tanto como el narrador que la contaba. Lentamente fui conociendo los detalles de su folletín personal mientras con cachaza periodística le interrogaba sobre las cuestiones que desgranaba con aplomado énfasis. Lisandro había imaginado el trazado de una calle invisible que, misteriosamente, dividía la minúscula pedanía donde vivía desde que nació, en dos mitades, a un lado los polimorfos y al otro los uniformes por su forma de pensar. Sus dificultades, con los sucesivos gobiernos locales, comenzaban cada vez que les planteaba la urbanización de esa línea imaginaria, no por imposible sino por incapacidad presupuestaria.



domingo, 15 de mayo de 2022

Guerras literarias



El carabinero golpeó la puerta hasta tres veces. Golpes secos y rotundos. Después con voz aflautada preguntó: «¿Se puede?». Un sonido ronco desde el interior de la habitación le respondió: «adelante, Toledo». Apareció, entonces, un espigado y fornido guardia, de rosto amable y barba rala. «¿Me ha mandado llamar, mi capitán?», inquirió mientras ladeaba una media sonrisa. El oficial sin levantar la cabeza del papel que leía sobre la mesa, observó: «No me ha cuadrado bien el servicio esta semana». «Sí mi capitán ¿dígame por qué?». 

El militar levantó la vista y miró al subordinado con indulgencia: «¿En cuántas ocasiones le he referido que la tropa tiene que estar bien alimentada?». Luego que la pregunta resonara con ímpetu entre las cuatro paredes cuarteleras, moduló su habla a un tono más bajo: «No solo de pan se alimenta el hombre, también hay que nutrir su espíritu. ¿Cuántos versos le ha leído a la unidad?» El carabinero miró al techo y recordó: «Han sido dos sonetos de Quevedo y uno de Góngora; algo de César Vallejo, Machado, Juan Ramón Jiménez y Lorca; todo producto nacional». El superior quedó circunspecto durante unos instantes que al subalterno le perecieron interminables. Después, gravemente, manifestó: «No es suficiente. El destacamento necesita un suplemento de Cernuda, Gil de Biedma y Goytisolo. Y una buena ración de Rosalía de Castro, Idea Vilariño, Pizarnik y Beneyto». «A sus órdenes y si me permite, he escrito unos poemillas que puedo leer a los muchachos». El jefe, con expresión marcial y centrado en su lectura, le ordenó: «Ni se le ocurra, no querrá frustrar la carrera de estos vates de la guerra».



domingo, 1 de mayo de 2022

Buenas fotos



Fotógrafo de una técnica muy depurada, sus instantáneas capturaban la fragancia de aquello que retrataba.



domingo, 24 de abril de 2022

Coitus interruptus


Lorena lo miró aquella mañana de una manera especial como nunca lo había hecho. El largo invierno quedaba atrás y también la secuencia de sucesos luctuosos. La conocía desde que era una niña y cada vez se sentía más atraído por ella, pero el halo enigmático que rodeaba a aquella familia funcionaba como una fuerza repelente. 

El último año los acontecimientos en derredor de la vida de Lorena habían precipitado un drástico panorama familiar. Primero fue la marcha de su hermano mayor hasta Tailandia para casarse con una chica hmong que conoció en Meetic (un comunicado de la embajada española les anunciaría su fallecimiento por coronavirus semanas después de su partida); a los pocos meses su hermano menor murió electrificado al quedar enganchado en unos cables de alta tensión mientras practicaba parapente; su madre entró en depresión y se suicidó bebiendo lejía; y su padre sufrió un ictus, fue ingresado en una residencia de enfermos terminales y palideció hasta fenecer. 

La casa se deshabitó en menos de un año y la muchacha aguantó en pie como pudo ese rosario de calamidades. Palideció, enflaqueció y se apagó su luz. Después su resiliencia y la primavera la volvieron refulgente y más hermosa, algo que no le pasó desapercibido y lo atrajo más hacia ella. 

Los días hipostasiados de sol y coloreados, los acercaron a un idilio hasta untarlos de deseo y felicidad y así, la pareja decidió, una tarde color guayaba, fundirse en la pasión. Lorena lo cogió tiernamente de la mano y lo llevó hasta el dormitorio donde una luz de eclipse dibujaba los perfiles de los objetos. 

Se desnudaron y fundieron sus cuerpos mientras sus respiraciones interpretaban un contrapunto de amor y, en pleno paroxismo, la habitación comenzó a poblarse de pálidos personajes cuyos rostros le resultaban familiares. Allí estaban, un hombre barbado y su esposa hmong; un muchacho calcinado con un parapente al hombro; una mujer lechosa con utensilios de limpieza y un borracho blancuzco con una botella. No faltaron dos abuelas enlutadas y un desconocido hombre arrugado, ni unos primos lejanos color hueso. 

Todos sonreían satisfechos al contemplar la desfloración de Lorena y el tierno amor de los dos. 

El joven espantado corrió hacia la calle semidesnudo y pávido, alejándose a toda prisa del barrio y de la ciudad.


domingo, 17 de abril de 2022

Ingenuidades



El profesor de Historia llevó a su hijo a visitar el museo del Louvre. Al entrar le advirtió: «Vamos a ver cómo ha sido el mundo con los ojos del arte». Al pararse ante la Venus de Milo y tras unos instantes de contemplación, el pequeño preguntó: «papá por qué antes las mujeres nacían sin brazos».




domingo, 10 de abril de 2022

Pasatiempos

 


 

Saca su silla de anea a la puerta de la casa y la coloca en la acera. Parsimonioso se sienta y extrae de una bolsa de tela un libro de crucigramas y pone una botella de agua en el suelo. Es verano. El hombre viste pantalón corto gris y camiseta de hombros interior blanca; calza unas sandalias negras de goma. No se levanta de su asiento hasta que la línea de sol no lo alcanza. Entonces con dificultad se eleva del asiento y entra en la vivienda. Esa rutina es repetida a lo largo de toda la canícula o hasta que dura el buen tiempo, bien entrado el otoño.

 

El hombre orondo de perfiles redondeados y un gran mostacho ceniciento, echa una panorámica con su mirada adusta hacia la calle, de norte a sur. Abre con parsimonia su libreta y coge un bolígrafo Bic de tinta azul. Después se dispone a resolver la primera columna horizontal del crucigrama.

 

Palabra de nueve letras: «Contienda, riña de palabras o de obras». De repente suenan voces en el domicilio de enfrente que llaman su atención. Una voz femenina amonesta a un muchacho: «¡Sabe toda la gente los pormenores de mi casa!» Alguien contesta: «¡Ya me tienes harto!¡Me voy!», y dan un portazo al salir. Él escribe pendencia.

 

Levanta entonces la vista, satisfecho. En ese momento dos jóvenes pasan cogidas de la mano. En la desnudez de sus cuerpos hay dibujados tatuajes que evocan estéticas orientales. Incrédulo baja la mirada otra vez hacia el libreto que sostiene con su mano derecha y lee en horizontal: «Exceso de galantería o rendimiento amoroso». Trece casillas con una te y una ele. Su mente se ilumina y pone amartelarse.

 

Le saluda la cartera que reparte el correo a diario. De manera dulce y calmada le pregunta cómo está y le dice que hoy no tiene nada para él. Le contesta que no se puede quejar y la tranquiliza con un «otro día será». Vuelve a fijarse en el papel y lee: «los filósofos la usan para su imperturbabilidad». En la grilla siguiente término de ocho signos: ataraxia.

 

Sube la temperatura cuando progresa la mañana y echa un trago de agua. Después observa la flor de una maceta que permanece lozana desde hace varios días. Clava sus ojos en el texto: «aquello que permanece siempre fresco». Busca en su cabeza, se detiene, se queda en blanco, piensa: «una ene y una eme seguidas». Rellena las celdas: inmarcesible.

 

Luego se distrae un rato viendo la reata de gente que transcurre por la vía y vagabundea con su pensamiento hacia otros pasajes temporales. «Se utiliza para la evasión, como salida de la realidad o como recurso para sortear una dificultad». Encuentra efugio. Y vuelve a perseguir con la punta del bolígrafo otra definición: «algo valioso que se halla de manera accidental o casual que comienza por ese. Ahora sí: serendipia.

 

El reloj solar avanza hasta más de la mitad de la callejuela. Un olor a fritura inunda sus fosas nasales y recuerda que su apetito está vivo. Vuelve al papel: en vertical, diez letras con una jota en medio: «Embrollo, jaleo, lío». Ahora, lo sabe, huele a berenjenas, y en las casillas escribe berenjenal.

 

Pasa el tiempo, el sol comienza a calentar sus pies y solo queda que encajar una palabra de diez espacios: «Actividad de diversión o entretenimiento en que se ocupa un rato de ocio». De repente tiene una visión donde se ve en esa misma calle cuando era un niño. Juega con la tierra roja haciendo barro con el agua de la lluvia. A los lejos otros niños lo llaman para jugar a la pelota. No va y aparece un joven uniformado con un petate a la espalda. Ahora se reconoce ataviado de novio y después entra en el hogar con un bebé en mantillas. Se ve sucio volviendo del trabajo y enlutado con lágrimas en los ojos… Ya lo entiende: pasatiempo.

domingo, 27 de marzo de 2022

Productora



Valeria, joven enamorada, estaba haciendo tiempo sentada en un banco del parque mientras llegaba su cita que tardaba en llegar. Ante tal dilación se puso a fabricar minutos antes del encuentro con su impuntual amante.



domingo, 20 de marzo de 2022

Amor ‘fou’





En el hormiguero hay una pareja que hace el amor todas las tardes después de ducharse. Primero se lava él y a continuación lo hace ella que es quien limpia la ducha. Es una hormiguita que pasa desapercibida en la inmensidad de la urbe mirmecológica pero llena de encanto y con una bonita sonrisa. Su belleza es hiriente y refinada. Le declararía mi amor si no fuera entomólogo.

domingo, 13 de marzo de 2022

Vagabunda



Alma llegó una mañana cálida de invierno después de viajar por medio continente huyendo, como ave, del frío ártico. Cargada de enseres y zarrapastrosa aterrizó a la placidez hiemal de aquella plaza del sur, llena de verdes y ocres, protegida de los vientos por elevados edificios, con una docena de bancos distribuidos en su perímetro circunvalando un monumento ubicada en el espacio central. 

La mujer miró aquella mole de piedra y acero levantada en honor a las personas errantes y comprendió que ese era su sitio. Lo celebró bebiendo a morro media botella de vodka. 

Al principio su estancia en la plazoleta fue una anécdota referida solo en el vecindario similar a la de otras gentes que pululaban por el lugar, paraban unas horas y dejaban papelitos con mensajes en la enorme pieza escultórica. 

En el caso de Alma, a medida que el fenómeno avanzó, el problema alcanzó niveles épicos de epopeya urbana y la situación despertó el interés de gran parte de la sociedad poco acostumbrada a ese tipo de espectáculo, mientras la nómada seguía cantando a las tres de la madrugada, orinando en el basamento monumental o llamando la atención a todo el que pasaba por su órbita, en especial los gobernantes, autoridades policiales o cualquier otra persona con ostensión de poder. 

La junto local de seguridad se reunió para aportar soluciones a tan desdichado suceso, mientras Alma se acogía al derecho constitucional del deambular libremente por los espacios públicos, algo que ningún juez podía dictaminar en su contra. 

Un funcionario tuvo la feliz idea para acabar con tan infortunado acontecimiento de eliminar los asientos de la plazuela para que no pudiera dormir en ellos. La mendiga, entonces resolvió cabecear y refugiarse en la arboleda, por lo que zanjaron que los arboles fueran cortados. 

Alma decidió, ante eso, pernoctar en el escultórico homenaje a los peregrinantes lo que provocó que, a los pocos días, también fue retirada toda la estructura de hierros y hormigón, a la espera de una reposición en fechas más propicias. 

La mendicante, impertérrita, se guareció en los soportales de las construcciones que decidieron derribar ante su persistente presencia. 

Sobre las baldosas del suelo dormía Alma que comprobaba como, con cada despertar, había menos losetas, provocando la desaparición paulatina de la zona que pasó a ser solamente un recuerdo en la memoria colectiva de la ciudad. 

Y, a día de hoy, allí continúa Alma, robusta y llena de corporeidad, con sus cacharros y su casa caracol edificada con cartones, igual que un oso polar en la inmensidad de la nada blanca.



domingo, 6 de marzo de 2022

La muerte del lector



Al escritor Alfredo Padruelo se le murió el único lector que lo leía. Entristecido siguió escribiendo libros y ya, inapetente, anotó obras sin texto llenas de palabras sordas, mudas, apáticas, inapetentes, luctuosas, que nadaban en la orfandad. Fue entonces que imaginó una gran epopeya donde poder contar las heroicidades de su impar leyente. Trazó entonces la figura de un héroe a modo de Ulises que, cruzando un piélago de letras, se aventuró en bibliotecas borgianas, combatiendo las malas creaciones y los poetas petimetres, los folletines románticos, la cascarria de la novela negra, todo el insoportable ruido editorial, destruyendo a su paso los nuevos libros de caballería, esa insufrible saga de fantasía infantiloide y el infumable tostón de los superventas. Al final tuvo que asesinarlo con un Telégono cualquiera porque amenazaba con destruir la obra del propio Padruelo.



domingo, 27 de febrero de 2022

El domesticador



Guardó la mentira en un bolsillo de su americana y cada vez que metía la mano sentía dolor en los dedos por su mordedura. Decidió entonces alimentarla con certezas y la domesticó. Ahora sus mentiras son mansas y ya no muerden a nadie.



martes, 22 de febrero de 2022

Lectura nocturna


La noche parecía tranquila. El celador leía distraído una novela de Franzen que le habían recomendado. Ningún signo de inquietud en la residencia.
—La mayoría de los libros actuales tienen el aspecto de haberse escrito en un solo día con libros leídos la víspera ―dijo una voz.
—¿Y tú quién eres— preguntó mientras levantaba la vista de la lectura con desgana.
—Soy el fantasma de Chamfort— respondió la voz con aplomo.
—Vaya, siempre he querido conocer a una celebridad y saber su punto de vista sobre la experiencia del mundo.
—El mundo está compuesto por dos grandes clases: aquellos que poseen más comida que apetito, y los que tienen más apetito que comida.
—Y así nos va aunque no estemos conforme.
—A dos cosas hay que acostumbrarse, so pena de hallar intolerable la vida: a las injurias del tiempo y a las injusticias de los hombres.
—Pero nadie escarmienta en cabeza ajena.
—El hombre llega novato a cada edad de la vida; cada edad tiene su aprendizaje.
―Extraña naturaleza.
—El hombre es un necio animal, si juzgo por mí.
―Eso puede cambiar.
—El cambio de moda es el impuesto que la industria de la gente pobre carga sobre la vanidad del rico.
―Es usted un genio.
—La falsa modestia es la más decente de todas las mentiras.
―Siempre es necesario pararse a pensar en esos y otros asuntos.
—Todos los días aumento la lista de las cosas que no hablo nunca. El mayor filósofo es aquel cuya lista es más larga.
―La meditación es un buen ejercicio.
—La vida contemplativa es a menudo miserable. Es preciso obrar más, pensar menos y no mirarse vivir.
―Es un poco contradictorio, si me permite, lo que dice.
—Las pasiones hacen vivir al hombre, la sabiduría sólo le hace dudar.
―Placer, dolor, mire lo que me rodea.
—Goza y haz gozar sin causar daño ni a ti ni a nadie; eso es a mi entender toda moral.
El celador se sorprendió vencido por el sueño y levantó de repente la cabeza que se inclinaba hacia el libro. Lo cerró y pensó que todo había sido fruto de una mala lectura.



domingo, 13 de febrero de 2022

Iliteratos



Provskoye es un pueblo donde todos sus habitantes son analfabetos y nadie sabe leer ni escribir. El nueve de enero de 1869 del calendario juliano el termómetro marcaba menos catorce grados centígrados, pero como la vecindad no conoce los números no entienden muy bien si hace poco o mucho frío. Se arropan por la costumbre del invierno. 



Las casas de madera con sus techos azules y rojos cobijan a numerosos pobladores aunque por la soledad siberiana de sus calles parece lo contrario, un lugar desérticamente blanqueado por la nieve y pintado de álamos negros y abetos. 



Entre los aspectos más desoladores está el hecho de no recibir cartas porque nadie las escribe y si llega alguna nadie puede descifrar sus grafismos, por lo que el papel es utilizado para encender las estufas de carbón, igual que el de los pocos periódicos que pueden dejar estrafalarios viajeros. En toda la zona no existe libro alguno y sus moradores desconocen a los grandes genios literarios y sus obras. 



Tampoco existe un registro de la propiedad y se da por sentado que la pertenencia es la que es, sin ponerla en duda, porque lo que es de uno es de uno y no es de los demás. Los medicamentos son marcados con ideogramas para no confundirlos. 



Nadie puede leer la Biblia y por tanto cada persona reza para sí lo que entiende o quiere sin tener que edificar iglesia alguna. Niños, mujeres y hombres, están igualados en ignorancia. 



Su historia no está escrita y sus gentes cuentan oralmente los sucesos más importantes que se van perdiendo con el paso de las generaciones en sus trescientos años de existencia. 

Viven de trabajar la tierra cuando el clima lo permite y cuidan de sus caballos que les sirven para ir a comprar provisiones al poblado vecino que se aparta medio centenar de kilómetros. 



Una tarde de finales de verano, las nubes esparcidas sobre la estepa del cielo que repartía una luz difusa, algo sorprendente ocurrió. No se trataba de la llegada de la luz eléctrica que aún no estaba inventada o de la máquina de escribir, tampoco la venida de un vehículo con motor de gasolina. No era una gran autoridad ni un profeta. 



En el alejado horizonte sobre su montura, lentamente una figura se fue haciendo mayor hasta llegar a la altura de dos aldeanos eternos. 

—Es el maestro que viene al pueblo —advirtió el primero. 

—Se acabó la tranquilidad.

 

 

domingo, 6 de febrero de 2022

Retornada




Nos conocíamos desde la época escolar y le perdí el rastro en la universidad. Había regresado a la ciudad tras medio siglo ausente, sola y enferma. Tenía dos hijas pero estaban lejos, una trabajaba como doctora en Suecia y la más pequeña, pintora, vivía en Nueva York (la gente, ya se sabe, tiene preferencia por vivir en los lugares más insólitos). 

La vi sentada en el porche de su casa y apenas la reconocí. Había vuelto después de enviudar. Fue ella la que me llamó la atención: 

—Sigues igual, no has cambiado nada. 

—Ni tú tampoco— le mentí, consciente de que mi mentira le sentaría bien. 

No era la misma, es más, su rostro no guardaba recuerdo alguno de juventud. Incluso llegué a dudar sobre su identidad hasta que fue desgranando un manojo de anécdotas que derribaron mis vacilaciones. Perdía vista y se estaba quedando ciega a pasos acelerados. Leer era lo que más añoraba y ya no lo podía hacer, por lo que le propuse usar audio libros, algo que rechazó porque no se llevaba bien con la tecnología, así que acordamos que pasaría algunas tardes a realizar una lectura de los libros que más interés le despertaran. Me pidió nombres, sobre todo de mujeres: Matute, Beauvoir, Bazán, Highsmith, Gaite, Lessig, Zambrano, Berlín… Los textos fueron cayendo como fruta madura. 

—La lectura que realizo ahora es este mismo relato—. Ella entonces me interrumpió. 

—¡Alto! ¡alto! ¡alto! Eso que haces es muy borgiano y aunque es un escritor a quien admiro soy más de escuchar Cortázar pero sin frenillo en la voz. 

—No puedo hacer nada porque el relato se está escribiendo solo. 

domingo, 30 de enero de 2022

Castillo de naipes



Lu-Chi Ai-ti acudió al gran maestro para que le aconsejara sobre las adversidades que el destino, a veces, depara.
–Sabio anciano –interpeló–. Si después de colocar con trabajo y esmero cada pieza importante de mi vida, el infortunio se empeña en derribarlo todo como si fuera un castillo de naipes, ¿debo abandonar toda empresa y rendirme a la indolencia?
El anciano lo miró, extendió sus manos y cerró sus párpados. Permaneció callado durante un tiempo que a Lu-Chi le pareció eterno. Luego dijo:
–No eres tú quien contiene a la existencia dada sino ella quien te contiene a ti. Tú eres ese destino que se derrumba en un instante y quien al acto debe levantarse. No te abandones a la suerte porque tú eres el azar mismo de esa carta caída y levantada hasta la eternidad.

domingo, 23 de enero de 2022

Tú ponte en mi lugar



Fui a visitarlo al hospital después del grave accidente que había sufrido al quemarse en una explosión de un cuadro de luces donde trabajaba. Tras preguntarle cómo se encontraba me contestó: «esto es para mí». 

Entonces le pedí que desalojará la cama y su dolencia y me puse en su lugar. Y, efectivamente, lo miré tendido y sentí su dolor, desesperante y profundo. Ahora él me sonreía feliz. 

En ese instante llegaron unos familiares a visitar al paciente que ignoraban lo que estaba ocurriendo y comenzaron a hablar. Conversaban hasta por los codos de trivialidades y como no me podía mover del lecho por las heridas, mi amigo me dio de beber agua con una pajita y me secó la boca con un pañuelo de papel. Después continuó hablando, alegremente, con las personas que habían ido para saber sobre su salud. Divagaban sobre mi aspecto deteriorado por las quemaduras y lo mal que debería estar pasándolo, no sin darme todo tipo de ánimos. 

Al poco llegó una enfermera y me tomó la temperatura, miró mis constantes vitales y me proporcionó la medicación, mientras comprendía, cada vez más, por lo que pasaba. Después entró el doctor y mandó desalojar la habitación del personal innecesario. Se marchó, según creí escuchar, a la cafetería a tomarse algo con los parientes. 

Desde ese momento llevo cuarenta días hospitalizado y él no ha vuelto ni para que le den el alta.

domingo, 16 de enero de 2022

Incontable



—¡Rápido! Que venga el cuentero.

—¿Qué ocurre? ¿A qué tanta urgencia?

—Necesito escribir un microrrelato y no se me ocurre nada.

—Pues el narrador de historias está de vacaciones.

—Qué ruina de vida, sin nada que contar.



domingo, 9 de enero de 2022

Rayajos



La doctora me dio dos recetas tras de escuchar mis achaques y de reconocerme. Me dijo que mi padecimiento carecía de importancia pero que tomara aquellas gotas antes de dormir y las pastillas una después de cada comida. Lo expresó sin mirarme a la cara en tanto rellenaba con rapidez las instrucciones para la farmacia que me entregó en mano cuando cerró el recetario, el cual me quedé mirando mientras pensaba cuanta farmacopea estaba anotada en las copias de calco allí guardadas. 

Me despedí de mi médica agradeció por la atención prestada y al salir de la consulta no me pude resistirá ver qué había escrito en la receta. Las rayas anotadas no se correspondían con ninguna grafía compresible para mí y esa falta de legibilidad me imponía bastante respeto. ¿Por qué los médicos no escribían para que todo el mundo pudiera entender lo que recetaban a los pacientes? ¡Qué rayos eran aquellos medicamentos y a qué sabrían esos brebajes! Afortunadamente la boticaria parecía interpretar la escritura de trazos sin dificultad. 




domingo, 2 de enero de 2022

Cuento chino



Mientras mamá preparaba el flan yo miraba con atención el colorista dibujo del mandarín y su coleta de tamaño colosal, como cantaba el coro infantil en el anuncio de la radio. Me imaginaba la vida de aquel hombre sonriente llevando el exquisito y tembloroso postre a sus hijos, igual de amarillos que él, viviendo tras la gran muralla vestido con su chaqueta de seda roja. Si los chinos tenían los ojos cerrados era porque estaban estreñidos, según contaba tía Carmelina de comer tanto arroz, más ese mandarín llevaba un dulce a su familia que debía ser numerosa, porque los chinos eran muchos, más de mil millones según mi hermano mayor. Creo que me gustaba el flan por las dulces historias que sospechaba en cada cucharada.



Un tiempo único

    Nauplio Fernández observó, al despertar, que no se había movido de la cama en toda la noche. Entonces una idea iluminó su cerebro: e...