viernes, 30 de noviembre de 2018

Pastillera



—Tomo pastillas para los vértigos, el tiroides, la tensión, el azúcar, la depresión, la circulación de la sangre, los gases, para poder dormir y alguna más para los dolores que tengo repartidos por el cuerpo.

—Abuela eres una drogadicta.

—Ay niña, no me digas esas cosas que suenan muy mal.

domingo, 25 de noviembre de 2018

Pezqueñines, no gracias




Una línea de mar azul infinita trazaba el horizonte aquella mañana de agosto. Una muchedumbre de bañistas tomaba el rebalaje con sus juegos de agua y sus chapuzones. La playa estaba invadida por miles de domingueros. 

En medio de la normalidad de aquel tumulto, de repente, surgió de entre las aguas una figura hercúlea, medio hombre y medio pez, que paralizó la imagen cálida y vacacional de aquel momento. Los bañistas asombrados quedaron boquiabiertos ante ese ser monstruoso cubierto de escamas que, con su mano izquierda, sostenía un tridente y una red de pescador con la derecha, como si fuera un gladiador del circo romano. 

Fue entonces que comenzó a girar la red sobre su cabeza y tras varios giros la arrojó contra los bañistas que, despavoridos, comenzaron a huir en todas direcciones hacia la playa. Tras lanzarla atrapó en la red una veintena de éstos, la cargó sobre sus hombros y comenzó a caminar hacia el interior del mar, mientras a sus espaldas se escuchaban gritos de horror y lamentos. 

Una voz, en ese momento, se destacó del resto: «¡Los niños, no! ¡Los niños, no!». El ser escamado se detuvo y pensó: «es cierto, no se deben pescar inmaduros o esquilmaremos los caladeros». 

Miró dentro de la red y sacó los ejemplares más pequeños. La cerró y continuó con el resto de sus capturas hacia el interior del mar mientras el gentío, estupefacto, miraba desde la orilla recomponerse la línea de mar azul infinita que trazaba el horizonte de aquella mañana de agosto. 

En ese instante una avioneta cruzó el cielo de la playa con una pancarta en la que se leía: Este anuncio ha sido patrocinado por el Ministerio de Agricultura y Pesca. ‘Pezqueñines, no gracias, debes dejarlos crecer’.

domingo, 18 de noviembre de 2018

Discusión matrimonial



—Mira Pepe tú no sabes lo difícil que lo tengo para llegar a fin de mes con lo que tú me das —la mujer hizo una pausa—. Por todo, ya te digo, no sólo es por el dinero, es la casa que le hacen falta unos arreglillos —sollozó sincopadamente—. Y luego está lo de la niña que se ha empeñado en trabajar de camarera en un bar de noche, para volver a las tantas. Y tú que nunca me ayudas, te callas y dejas las cosas correr. Pero a mí se me fríe la sangre con cosas como esta, qué quieres que te diga. 

La mujer sacó un pañuelo de papel del bolsillo y se apretó las aletas nasales para proseguir con su retahíla de lamentaciones. 

—Y de tu hijo mayor qué me dices. Va a dejar los estudios porque primero está lo de estabilizar su relación de pareja. Desde que conoció a esa tiene el juicio en otra parte, no se da cuenta dónde se mete. 

Un grupo de personas en silencio se acercaron hasta el lugar donde estaba la mujer que se retiró unos metros. Puso cara de circunstancias, es decir, se apenó mientras pensaba «bueno mi Pepe ya tiene otro más con quien hacer amistad». Cuando el cortejo se marchó pasó el pañuelo de papel por la foto que había en la lápida. 

—Tú siempre tan callado y dándome la razón como a las tontas —y se despidió.

sábado, 17 de noviembre de 2018

Cuentos impúdicos




Pinturas de guerra
Quiso lucir atractiva y eligió como color de labios la lascivia y como maquillaje la perdición.

Fruta prohibida
Su sexo olía a guayaba.

Canicular
Fue un verano demasiado caliente: sus bochornos inguinales ocuparon toda la estación.

Inundación
Se sintió tan húmeda que lo anegó con su amor.

Angelical
Era una delicia de chica, tanto que en su pubis crecía el cabello de ángel.

Éxtasis
El vaivén de los suspiros, el gemido de los besos, el jadeo del espíritu... y el final.

Glotona
Degustaba a los hombres con el exquisito paladar de una ninfa.

Contorsionista
He pensado que amarnos es la única atrocidad que nos queda por hacer.

Gesto
Mientras cogía su mano con ternura imaginó la fantasía más obscena.

Evanescencia
Sintió el aleteo de una mariposa sobre la carnosidad de su vulva y flotó en el tiempo.

Embaucador
Mírame a los ojos le pidió. Y le hizo de todo.

Sismo
Cruzó las piernas y se corrieron las crujías del cielo.

Nido
Un pequeño beso se escurrió por su cuello hasta cobijarse en un mullido canal de carne.

Diosa
Una aurora boreal tatuada en su monte de Venus hizo que el preludio de cada relación fuera deslumbrante.

Ascensión
Extenuada de amor, doblada de placer, en mitad del coito vio la luz y se elevó al cielo.

Escritora de éxito
Cada relato publicado lo imaginó durante la tormenta de un orgasmo.

Tobogán
Se escurrió entre sus piernas y sólo hubo suspiros.

Seductora
Le hizo su mejor striptease y le desnudó su corazón.

viernes, 16 de noviembre de 2018

La vuelta al cole








Después del maestro, al frente sobre la tarima, el resto de la clase estaba por ocupar su puesto en el aula. En primera línea los listos, los que querían llamar la atención, los ‘pelotas’, los concentrados, la minoría selecta y aquellos otros que no veían bien la pizarra. En medio la tropa, los tímidos, los del apellido en mitad del abecedario, los compañeros siameses, las sociedades afines y los intereses comunes. En las esquinas los marginados, los desplazados y, junto a la puerta, los que querían escapar pronto de aquella realidad. Al final, los que armaban jaleo, los que no daban golpe, los vagos y maleantes, los insurrectos, los inconformistas, los repetidores, los que persistían en sus errores, los rebeldes y los que se aburrían. No sé cómo me las apañaba todos los años para terminar en la última fila.

domingo, 11 de noviembre de 2018

El misterio chino



Primero fue lo del abuelo chino. Nadie le vio morir y menos enterrarle, pero un día dejó de toser en el balcón. ¿Alguien ha visto sepultar a un chino en este país? Después fue lo de los rollitos de primavera ¿cómo podían saber igual en cualquier restaurante chino donde fueras? Luego estaba la cara de la simpática camarera que te ofrecía un chupito de licor de lagarto al terminar la comida y que siempre era la misma, pero que cada vez parecía como si hubiera una nueva. Para terminar no me explicaba cómo podían cocinar tan rápido y quién guisaba porque para tantos platos faltaban manos. El misterio me ha quitado el apetito.

Sensibilidad

El pianista se lesionó los dedos a propósito. Quería sentir en cada tecla que pulsara belleza y dolor. Brotaron entonces las notas teñidas d...