domingo, 18 de abril de 2021

Unipersonal



En aquel municipio había empadronado un solo habitante quien, además era alcalde electo por sí mismo y vecino único que contravenía las órdenes que aparecían en los edictos de la municipalidad. Así cuando estaba en desacuerdo con alguna normativa se iba a protestar a la casa del primer edil sin que ello causara ninguna alteración del orden público. Igualmente, cuando celebraba una sesión plenaria, todos los acuerdos se alcanzaban por mayoría absoluta, lo cual constituía una incuestionable paz social en el pueblo.

En cierta ocasión, el ayuntamiento le otorgó una licencia para construir un parterre donde colocar sus macetas y verlas florecer, aunque hubo de renunciar, después de ser acusado por su alter ego de corrupción urbanística ya que se beneficiaba del acuerdo.

Los bandos municipales consistían en largos exordios que nadie leía, a excepción de él que los escribía, inspirados en la Ilíada y desarrollados en igual número de quince mil versos homéricos.

Una vez a la semana abría la ventanilla de atención ciudadana que cerraba a los cinco minutos tras la ausencia de usuarios.

Cuando se marchó el último residente a la ciudad porque decía que el silencio era insoportable, tuvo que prescindir de los actos protocolarios como los desfiles, la entrega de medallas de oro, el libro de firmas ilustres y la izada de banderas.

Posteriormente a su fallecimiento, acontecido por un acceso de falta de popularidad y una pleuresía administrativa, el lugar fue declarado zona de despoblamiento rural.

En su honor, los servicios funerarios, a continuación de incinerarlo, guardaron sus cenizas en una hornacina del salón de plenos.



1 comentario:

  1. Siempre encontrará quien lo recuerde, aunque más no sea la soledad.

    Saludos,

    J.

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