—Yo soy el
hombre de las tres íes —me dijo de
sopetón.
—No entiendo –le
contesté sorprendido.
—Sí. Primero fui
el hombre invisible para las mujeres
que me interesaban; después fui el hombre imposible
para las que me quisieron; y ahora, cumplida cierta edad, soy el hombre inservible para todas ellas.
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