Sintió como su mirada le entraba dentro hasta herirlo, como sus ojos lo desnudaban hasta exponerlo indefenso. Parecía como si un millón de agujas le hubieran penetrado cada poro de su piel. Apenas podía balbucir una palabra porque aquella que 𝘩𝘢𝘤𝘦 𝘵𝘦𝘮𝘣𝘭𝘢𝘳
𝘥𝘦
𝘤𝘭𝘢𝘳𝘪𝘥𝘢𝘥
𝘦𝘭
𝘢𝘪𝘳𝘦 lo había desarmado y sentía como se hundía hasta naufragar. El parpadeo de sus pestañas, como el batir de alas de una mariposa, le hizo salir del mal trago. Había mucho rímel. «Me pones un cubata».
domingo, 6 de enero de 2019
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Un tiempo único
Nauplio Fernández observó, al despertar, que no se había movido de la cama en toda la noche. Entonces una idea iluminó su cerebro: e...
-
1 Andrea posó sus lábiles dedos sobre la octava baja del piano vertical y comenzó los ejercicios de quinto curso, como cada tarde entre l...
-
Heredero de la picaresca Jean-Luc se entrega a su destino y es capturado con un tiro en la pierna. Desconocemos su faz, pero sabemos, por la...
No hay comentarios:
Publicar un comentario