Leticia
era una soltera incombustible de esas que ve cómo se casan todas sus amigas
mientras ella se queda para ‘vestir santos’. Siempre aguantando bromas del
tipo: «Leti que se te va a pasar el arroz» y otras de condición similar. Ella
sonreía siempre ante estas sandeces, pero guardaba un pozo de resentimiento
colmado por el goteo de tanto retintín.
Invitada al enlace matrimonial de
sus queridos amigos Vanesa y Carlos, Leticia, como manda el protocolo, entregó
igual que el resto de invitados un sobre a los novios en el día de su boda.
Este presente es para desearos mucha
felicidad en vuestra nueva vida de casados. Después de pensar mucho qué
cantidad de dinero debía meter en este sobre, he llegado a la conclusión que el
mejor regalo que os podía hacer es mi sinceridad la cual será un lazo de unión
más seguro que el sacramento matrimonial.
En
primer lugar, quiero decirte a ti, Carlos, que tu flamante esposa, en los
últimos dos años, te la ha estado pegando con tu primo Rodrigo, y me ahorro los
detalles que te los puede contar ella mejor que yo.
Tú,
Carlos, tampoco te quedas atrás y aunque en lo sexual, aparte de restregarte
con la puta en la despedida de soltero, no hay nada achacable, le deberías
contar a Vanesa que tu boda es una estrategia económica, planificada junto a tu
madre, para reflotar la empresa familiar. También me ahorro los calificativos
con que designan a la familia política en tu casa. En fin, creo que estáis
empatados y deberías uníos ante la adversidad.
Vuestra amiga siempre,
Leticia
Vanesa
y Carlos pasaron por varios estados emocionales en cuestión de segundos.
Pensaron intercambiar muchos reproches, pero decidieron como gente civilizada.
Vanesa recordó que pronto sería la boda de su amiga Esperanza y Carlos pensó en
el casamiento de su primo Rodrigo. Ambos rumiaron que Leticia estaría invitada
y les llevaría un sobre con sus mejores deseos y algunos secretos que ellos
conocían.
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