La mujer que vigila la cuarta
sala del museo, dedicada al impresionismo de Toulouse Lautrec, observaba como
un hombre se embelesa frente a un cuadro. Cada día visitaba la sala y se
quedaba impasible largo rato con la mirada fija en la obra. Después se despedía
de la mujer.
La vigilante, abonada a su rutina,
en una ocasión levantó la vista del libro que leía y vio al hombre enfrentado a
la pintura nuevamente. Volvió a embeberse de letras hasta que terminó su turno
de trabajo y cayó, entonces, en que el hombre no se había despedido. Desde ese
día no lo volvió a ver por el museo.
Ahora, cada vez que vuelve a su
rutina laboral y mira el cuadro 'Baile en el Moulin Rouge', siente una especie
de repelús.
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