Tenía muchos pájaros en la cabeza y ninguno volaba.
Algunos piaban ideas rotas, otros chocaban contra las paredes de su cráneo como sueños sin alas.
Probó abrir una ventana. Solo entró más viento.
Entonces entendió: no era cuestión de plumas, sino de miedo. Así que cerró los ojos, pensó en cielo… y por fin, uno despegó.
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