Los tres tristes tigres, hartos de comer trigo en un trigal y enflaquecidos, pidieron una dieta rica en proteínas.
El primero exigió carne roja; el segundo, pescado fresco; el tercero, palabras crudas y bien sazonadas.
—Estamos hechos para devorar —dijo uno, afilándose la lengua.
—No para rumiar versos sin carne —añadió otro.
Así que abandonaron el trigal, con hambre de otras letras. Esa noche, irrumpieron en una biblioteca. No dejaron ni una metáfora viva.
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