domingo, 25 de mayo de 2025

Vendedor ambulante




En la confluencia de las calles de Saint-Denis y Etienne Marcel de París, un hombre ciego vende relojes con la esfera vacía. Cuando le preguntan por qué los relojes no tienen números ni manecillas contesta que porque el tiempo es como un espejo sin fondo.

Algunos turistas compran por curiosidad, otros por lástima. Pero hay quienes, tras mirarlos fijamente, aseguran haber visto en ellos reflejos que no eran los suyos. Un niño que aún no ha nacido, una anciana idéntica a sí misma, una promesa olvidada.

—¿Y usted cómo sabe todo eso si no puede ver? —le pregunta una mujer temblorosa.

El hombre sonríe, señalando su pecho.

—Porque no es con los ojos con lo que uno mira el tiempo.

domingo, 18 de mayo de 2025

Camarera


Tras su escote estaba la barra del bar donde siempre había una fiesta. Una república minúscula de vasos vacíos, cítricos moribundos y botellas que sudaban ginebra como si soñaran con otro continente. Ella se inclinaba sobre ese altar profano con una mezcla de descuido matemático y voluptuosidad sin culpa, como si llevara siglos sirviendo tragos a marineros con acento francés.

Yo la miraba desde el rincón más oscuro, con ese fervor clínico del entomólogo que no se atreve a clavar el alfiler. Cada vez que se reía —y no eran pocas—, algo en mí crujía como una cucaracha atrapada entre páginas húmedas.

No me hablaba, claro está. Pero todas las noches me servía el mismo cóctel sin que yo lo pidiera. Lo bauticé en secreto: el olvido con hielo.

domingo, 11 de mayo de 2025

Hogar


En aquella casa el cartero solo llamó una vez.

Nadie lo notó, salvo ella. El timbre sonó breve, como una advertencia, y la carta quedó sobre la mesa, intacta, sin abrir. En el aire, la quietud de las cosas que no han sido confesadas. No hubo sobresaltos ni segundas oportunidades, solo el rumor de la rutina y el eco de lo que pudo haber sido.

A diferencia de la historia de Frank y Cora donde el destino insiste y retorna, aquí el destino fue discreto, casi tímido. No hubo segunda llamada, ni telegrama fatídico, ni redención ni tragedia anunciada. La fatalidad pasó de largo, o quizá fue ignorada. En esa casa, la vida siguió su curso sin sobresaltos, como si el cartero, ese mensajero del destino, hubiese decidido que una sola visita bastaba para sellar el futuro.

Quizá por eso, nadie en ese hogar supo nunca que, a veces, la tragedia se disfraza de silencio y la suerte de rutina. Porque solo en las casas donde el deseo y la culpa arden, el cartero insiste. Aquí, la puerta nunca volvió a sonar.


domingo, 4 de mayo de 2025

El apagón


Tras un día gris, la noche nos reunió en torno a la tibia luz de las velas, cobijados por la intimidad y el silencio. Las palabras, únicas arquitectas del instante, tejieron puentes hacia la infancia: evocamos miedos antiguos, compartimos anécdotas, y las risas brotaron suaves, como luciérnagas en la penumbra.

Ninguna pantalla, ningún ruido, ninguna sombra ajena perturbaba ese refugio familiar donde los sueños de antaño se confundían con la oscuridad.

Como postre, salimos a la calle envueltos en la negrura, para buscar las estrellas: la Osa Mayor, la Polar, constelaciones que nos guiaron en la noche como lo hicieron en la niñez.


Quizá esta noche, aunque sea solo por una hora, vuelva a apagar la luz y a encender el universo.


Cirugía

—Ay, ay —el paciente no paraba de quejarse. —Ya no le dolerá más —dijo el médico mientras le extirpaba las interjecciones. Con precisión cas...