Farik pela a los niños del barrio. A cada pequeño le marca una letra sobre su cuero cabelludo con la maquinilla eléctrica. Después los chavales, cuando abandonan la barbería, se alinean para formar palabras al azar que dan nombre al pasatiempo de ese día. Hoy han creado el vocablo palimocho, pero no han podido divertirse porque era un juego olvidado.
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