domingo, 29 de noviembre de 2020

Alarmada




Suena una primera alarma. Levanta su larvado cuerpo de la cama. Quién se lo hubiera dicho la noche anterior, que iba a ver otro día, otra mañana. Mira por la ventana y ve que la ciudad permanece fuera, llena de ruido y de furia como el día anterior. Suena un segundo aviso acústico y se dirige a la cocina donde hay huellas invisibles del vuelo de las moscas. Enciende la placa eléctrica para calentar el café. No espera nada del día, no espera nada de la vida. Nunca espera nada ni a nadie. Mientras desayuna la tercera señal llega. Es la hora de hacer las mismas cosas de ayer. Revisa todo antes de salir a la calle y frente a su portal ve la carnicería ‘El pollo feliz’ y su grasiento propietario. Pasa el urbano y no se detiene en la parada. Echa a andar y cruza la calle sin mirar. Escucha en su interior la cuarta alarma. Es el momento. Mira en un parque cercano y se sienta en un banco frente al busto de un insigne poeta. Ahora sabe que no hay esperanza. Ha vuelto a ocurrir.

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