Después del maestro, al frente sobre la tarima, el resto de la clase estaba por ocupar su puesto en el aula. En primera línea los listos, los que querían llamar la atención, los ‘pelotas’, los concentrados, la minoría selecta y aquellos otros que no veían bien la pizarra. En medio la tropa, los tímidos, los del apellido en mitad del abecedario, los compañeros siameses, las sociedades afines y los intereses comunes. En las esquinas los marginados, los desplazados y, junto a la puerta, los que querían escapar pronto de aquella realidad. Al final, los que armaban jaleo, los que no daban golpe, los vagos y maleantes, los insurrectos, los inconformistas, los repetidores, los que persistían en sus errores, los rebeldes y los que se aburrían. No sé cómo me las apañaba todos los años para terminar en la última fila.
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