Los dos permanecieron abrazados
largo rato en el sofá sin decir palabra. Un deseo, entonces, rompió el
silencio.
—Deja a tu mujer y cásate
conmigo.
El hombre la miró con asombro y
le respondió.
—Tú eres mi mujer.
—Ay, ay —el paciente no paraba de quejarse. —Ya no le dolerá más —dijo el médico mientras le extirpaba las interjecciones. Con precisión cas...
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