domingo, 29 de diciembre de 2024
Los desplazados
domingo, 22 de diciembre de 2024
Ofertas
domingo, 15 de diciembre de 2024
Firma de libros
domingo, 8 de diciembre de 2024
Flotabilidad
domingo, 1 de diciembre de 2024
'Levitantes'
domingo, 24 de noviembre de 2024
Excursionistas
domingo, 17 de noviembre de 2024
Rituales
domingo, 10 de noviembre de 2024
Brote psicótico
domingo, 3 de noviembre de 2024
Las tres Evas
domingo, 27 de octubre de 2024
Levitantes
domingo, 20 de octubre de 2024
Rituales
domingo, 13 de octubre de 2024
El liquidador
domingo, 28 de julio de 2024
Pasajeros
domingo, 21 de julio de 2024
Amistosas
domingo, 14 de julio de 2024
Terrón de azúcar
domingo, 7 de julio de 2024
El juego quimérico
domingo, 30 de junio de 2024
No estaba muerto
domingo, 23 de junio de 2024
El vestido de la boda
Érase una vez un vestido rojo con lunares blancos, de corte ajustado y escote pronunciado. Lo vio en el escaparate de una tienda de segunda mano y se enamoró al instante. Era la prenda perfecta para la boda de su mejor amiga, que se celebraría dentro de un mes. Entró en el comercio y preguntó por el precio. Era una ganga: solo diez euros. Ensayó en el probador y se miró al espejo. El atuendo le quedaba como un guante, pero no precisamente en el buen sentido. Le apretaba tanto que apenas podía respirar. Le marcaba los rollitos de la cintura, le hacía bolsas en las caderas y le acentuaba el busto hasta el punto de parecer vulgar.
—No me queda bien— se dijo con tristeza.
Pero no pudo resistirse a comprarlo. Tal vez si adelgazaba unos kilos podría lucirlo sin complejos. Se lo llevó a casa y lo colgó en su armario, como un trofeo, como un desafío.
Desde ese día se propuso hacer dieta y ejercicio para entrar en el vestido alunarado. Se apuntó a un gimnasio cercano y empezó a ir todos los días después del trabajo. Corría en la cinta, levantaba pesas, hacía abdominales y sentadillas. Sudaba como nunca y se dolía de todos los músculos. También cambió sus hábitos alimenticios: dejó de comer pan, pasta, dulces y frituras; se alimentaba a base de ensaladas, frutas, yogures y agua.
Cada semana se probaba el vestido para ver cómo le estaba. Al principio no advertía mucha diferencia y seguía sintiéndose apretada e incómoda dentro del traje. Pero poco a poco su cuerpo fue moldeándose hasta conseguir, al cabo de tres semanas abrocharse la cremallera sin dificultad y moverse con soltura, iluminándose su cara.
Su carácter perfeccionista le hizo continuar porque quería ser la más atractiva de la ceremonia, y deslumbrar a todos con su figura escultural. Así que siguió con su rutinaria dieta, ejercitándose hasta el día anterior al bodorrio.
Esa noche se lo volvió a probar por última vez y comprobó que la vestimenta le quedaba holgada, sobrándole centímetros por todas partes. Incrédula se percató que había adelgazado tanto que se había pasado de talla al perder más peso del necesario, por esa exagerada obsesión de embutirse en la vestidura colorada.
Se miró al espejo sin reconocerse en aquella mujer enflaquecida y demacrada, de mejillas hundidas y ojos tristones, con los huesos marcados bajo una piel exangüe. Se observó irreconocible y lloró con desconsuelo porque no había una indumentaria alternativa para ponerse al día siguiente, ni tiempo para arreglar aquel infortunio.
El desenlace de este cuento se ve venir de lejos porque es cuando el narrador mete el bisturí y construye una historia extractiva de sus divagaciones y extravíos, sin importarle despistar al lector, exagerando el desastre que, en la realidad, toma otro cariz muy diferente al que él idea.
De esa forma es capaz de contar que la protagonista se quitó el vestido rojo con rabia y lo tiró al suelo que, en ese instante, cobra vida propia moviéndose como una serpiente que se arrastra hacia ella, enrollándose alrededor de sus piernas como una boa constrictora y apretándose contra su cuerpo.
La mujer entonces siente que el atavío le aprieta el cuello y le impide tomar aire e intenta quitárselo con las manos, pero el tejido, demasiado fuerte y resistente, no cede. Grita y pide auxilio sin que nadie la oiga porque está en casa sola a merced de aquel trapo maldito.
En un flashback, recurso que introduce el cuentista, la hace recordar la primera vez que lo vio en la tienda y cómo se prendó del mismo. También tiene que rememorar cómo se había esforzado por adelgazar para poder exhibirlo en la boda de su mejor amiga. Pensó en todas las horas que había pasado entrenando, las comidas que había rechazado, las privaciones sufridas.
Había perdido su salud, su belleza y su alegría por culpa de aquella tela: un vestido que ahora quería matarla. Se arrepintió de haberlo comprado, de su deseo compulsivo y de obsesivo apasionamiento, en un momento que era tarde para lamentarse.
En la culminación de su desvarío, el autor escribe que la vestimenta le apretó aún más el cuello y le rompió la tráquea. La mujer dejó de respirar y cayó al suelo sin vida. El vestido rojo se soltó de su cuerpo y quedó tendido junto a ella, como una mancha de sangre sobre la alfombra.
domingo, 16 de junio de 2024
La realidad irreal
domingo, 9 de junio de 2024
‘Escriturientos’
—A ti no te pasa que cuando
escribes dejas blancos en el papel que después completas.
—Sí, a veces, cuando escribo es
como si armara un puzle donde hay piezas que no encajan y otras que no
aparecen.
—Y qué haces entonces.
—Me tomo un par de copas.
—Para tener más agudeza mental
supongo.
—No, que va, a la tercera copa,
las palabras se transforman en hormigas.
—Y qué haces con las hormigas.
—Dejarlas que se ordenen solas.
―Y si no lo hacen.
—Las fumigo y dejo el papel en
blanco.
domingo, 2 de junio de 2024
Cambios
Alberto, cercano a la sesentena, pulcro y canoso, caminaba
lento por el paseo marítimo, con la mirada perdida en el horizonte de un día descolorido.
El sol, tímido entre las nubes, proyectaba sus rayos crepusculares tiñendo de
naranja los edificios y las copas de los árboles. Alberto suspiró. La soledad
lo envolvía como una capa invisible cada vez más pesada.
Su vida había cambiado de ritmo desde hacía unos años. Su
matrimonio, antes tabla de estabilidad y rutina, se había extinguido en un mar
de reproches y desapegos. Sus hijos, dos jóvenes con profesiones liberales bien
remuneradas, habían emprendido su propio camino, ahondando más la sensación de vacío
y silente incomodidad.
Alberto, con el corazón aun latiendo por las brasas de un
amor marchito, se había propuesto reinsertarse en el ámbito social. Anhelaba
nuevas amistades, quizás un nuevo amor, que le permitieran llenar el vacío que
habitaba en su interior. Sin embargo, pronto se topó con una realidad que lo
desarmó: el mundo había cambiado, y él ya no era el centro del escenario.
Las mujeres, antes relegadas a un segundo plano, ahora
brillaban con luz propia. Ocupaban puestos de poder, lideraban proyectos,
expresaban sus opiniones sin timidez. Su voz, otrora suave y sumisa, ahora
resonaba con fuerza y determinación. Alberto, por su parte, se sentía como un
actor secundario en una obra donde antes era el protagonista.
En las citas, las mujeres conversaban con soltura sobre sus
logros profesionales, sus viajes y sus sueños. Alberto, con sus anécdotas de
oficina y sus planes de fin de semana, se sentía desfasado, como un fósil
viviente en un mundo en constante evolución. Incluso percibía cierta mirada
condescendiente en algunos ojos femeninos, como si "ser hombre" ya no
fuera un valor en sí mismo, sino un concepto anticuado, tal vez hasta
devaluado.
Esta nueva realidad lo perturbó profundamente. Comenzó a
elaborar una teoría, casi una paranoia, que lo atormentaba: ante el
empoderamiento femenino, muchos hombres, especialmente los más jóvenes, se
plantearían cambiar de sexo para obtener las ventajas que ahora ostentaban las
mujeres.
Imaginaba una sociedad futura donde los roles se invertían
por completo. Hombres convertidos en mujeres, ocupando puestos tradicionalmente
femeninos, buscando la protección y el cuidado que antes brindaban. Un mundo
donde la masculinidad tradicional, con su fuerza física y su espíritu
competitivo, era ridiculizada y obsoleta.
Alberto se sentía perdido en este nuevo paradigma. No sabía
cómo adaptarse, cómo encontrar su lugar en un mundo que ya no lo reconocía. La
soledad lo acorralaba cada vez más, y el miedo a la irrelevancia lo consumía
como una lenta agonía.
Caminando por el paseo marítimo, Alberto se detuvo frente a
un grupo de jóvenes que charlaban animadamente. Entre ellos, vio a un chico de
cabello castaño y ojos verdes, con una sonrisa radiante que contagiaba alegría.
De pronto, una idea descabellada cruzó su mente: ¿y si él también...?
La idea lo asustó, pero al mismo tiempo lo intrigó preguntándose
si sería posible cambiar su destino, reescribir su historia, o podría convertirse
en alguien nuevo, alguien que encajara en este mundo cambiante.
Alberto miró hacia el horizonte, donde el sol se hundía
definitivamente en el mar, dejando atrás un cielo teñido de colores anaranjados
y violetas. Un nuevo día estaba por llegar, y con él, la oportunidad de
reinventarse.
Con un paso más firme, Alberto reanudó su camino, decidido a
enfrentar sus miedos y a descubrir un nuevo lugar en un mundo que ya no era el
que él recordaba.
domingo, 26 de mayo de 2024
Cuentos de hoy día
Los cuentos modernos no tienen terapia contra la narrativa que describen. No son como aquellos otros que contenían una enseñanza o moraleja. Sus personajes hoy son seres atribulados en un mar de confusión, desgarro y supervivencia. Los interpretan quienes encuentran en el final la solución de su historia. Le ocurre al protagonista de este cuento quien lleva negándose a ser sí mismo desde que era un joven estudiante de Medicina. Entonces se propuso como reto personal sacarse una carrera pero desde que comenzó sabía que él no curaría a nadie, que todo lo que hiciera como galeno no serviría para sanar a los pacientes y que no valdría la pena ejercer su profesión. Y así estuvo dedicado a la práctica médica durante décadas hasta que empezó a ser tratado por sus colegas bajo el síndrome de no quiero ser yo mismo porque niego lo que soy y quién soy. No importaba la vida que había vivido, ni sus tres maravillosas hijas, ni sus nietas, ni el largo pacienciario de su compañera. Sabía que la vida era un absurdo dentro de un absurdo y que su conciencia era el soporte de esa aberración existencial. Ni sufro ni padezco, solía señalar a quienes lo interpelaban. Desanclarlo de donde estaba era inverosímil para todas las personas que acudían en su ayuda, en las que estaba incluido él. Su negación era la afirmación que lo negaba y lo hacía navegar sonámbulo por los días. Seguramente morirá de viejo y no de incertidumbre y, por ello, cuando se sitúa frente a él, es como la imagen depositada en la capa de plata del espejo donde se observa un cuerpo encarcelado semejante al suyo, imposible de sacarlo de ahí si no es rompiendo la estructura silicatosa.
domingo, 19 de mayo de 2024
Relaciones laborales
Tengo la fortuna de tener un jefe excepcional, que se desvive por nosotros y nos tiende la mano en todo momento. Es el alma de nuestra sección, formada por una docena de empleados. Jamás nos alza la voz, pero en ocasiones debe acatar decisiones drásticas, que contrarían sus sentimientos hacia nosotros y su criterio sobre lo que sería equitativo. Nuestro jefe nos confiesa que su superiora no es una villana, sino más bien todo lo contrario. Mantienen una excelente relación y comparten pasión por el deporte, del que conversan y se narran peripecias. El inconveniente es que ella cumple órdenes de arriba y tiene que ajustarles el cinturón, no por placer, sino por obligación. En realidad, los jefes de cada planta tampoco son perversos, según me han comentado algunos colegas. Solo procuran desempeñar su labor y congraciarse con el jefe de la multinacional. Dicen que, aunque duro, es un tipo con cierto gracejo que se relaciona bien con los responsables de planta. Lo que ocurre es que la empresa pertenece a un grupo multinacional con ambiciones desmedidas. Imagino que los consejeros de ese grupo son personas corrientes, con sus familias y sus afectos, que dan órdenes pensando en el bien general, aunque ellos se lleven la mayor tajada. Al final deducimos que el responsable de las horas extras mal remuneradas y las jornadas extenuantes es Dios, jefe supremo de todos los jefes. Es por ello que ahora estoy pensando en hacerme ateo.
domingo, 12 de mayo de 2024
Textos escogidos
Chuang
Tse pensó dentro de mi cabeza: no sé por
qué soy como soy. Y el mundo giró en torno a mí delicadamente. Adiviné que
era sabio, pero no uno cualquiera sino aquel que debería desentrañar mis
entrañas. Empecé entonces a considerar mi inutilidad aquiescente, desde que mi
padre me dijo que no servía para nada, como una potencia del infinito. Asumí los
peligros del conocimiento, no como un temor, sí, acaso, como un vértigo
cervical de ser ante la cantidad de ausencia que concentra el Universo, y
concebir que el amor es el grosor del vacío. La perfección está en adaptarse a todo con ligero corazón,
manifestó Chuang en mi entender, ante lo espinoso de aceptar el destino de
manera natural, ingenua y espontánea, hasta ser aquel que con inocencia viene y con sencillez se va. Y en este
camino volátil y mudable, desaprender para no seguir ningún patrón porque la vida es cosa prestada.
domingo, 5 de mayo de 2024
Helena ha dejado el grupo
En el WhatsApp se podía leer el mensaje sucinto: Helena ha dejado el grupo.
—¿Por qué se ha ido Helena? —preguntó Héctor.
—No lo sé, pero seguro que le habéis dicho algo malintencionado, porque os conozco —escribió Penélope.
—Bueno ya sabéis lo voluble que es Helena. No le daría mayor importancia, mañana pedirá que la volvamos a meter —medió Paris.
—Lo último que apuntó es que estaba amurallada en este grupo —recordó Penélope.
—¿Amurallada? ¿Eso qué es? — interpeló Briseida.
—Pues que se siente atrapada, incomprendida, juzgada, lo de siempre —respondió Ifigenia.
—No seas así. Helena tiene sus problemas y a veces necesita desahogarse —intentó suavizar Menelao.
—Pues que se desahogue con un psicólogo, no con nosotros. Que ya estamos hartos de sus dramas y sus quejas —replicó Ulises.
—Bueno, no os peleéis por esto. Lo mejor será que alguien hable con Helena y le pregunte qué le pasa. ¿Alguien se ofrece? —propuso Tetis.
—Yo no, desde luego. Ya tuve bastante la última vez que intenté consolarla y me soltó una sarta de reproches —dijo Eudoro.
—Ni yo. No tengo ni idea de cómo tratar con ella. Siempre se enfada por cualquier cosa —añadió Criseida.
—Vale, pues me toca a mí. A ver si consigo que me explique qué le ha molestado tanto como para dejar el grupo —se ofreció Casandra.
—Suerte con eso. Ya nos contarás qué te dice —deseó Glauco.
—Y no te dejes manipular por sus lágrimas de cocodrilo —advirtió Hécuba.
—¿Cómo os pasáis con la pobre Helena? —sentenció Briseida.
—Esto va a terminar peor que la guerra de Troya —se mofó Aquiles.
domingo, 21 de abril de 2024
Un tiempo único
Nauplio Fernández observó, al
despertar, que no se había movido de la cama en toda la noche. Entonces una
idea iluminó su cerebro: espacio y tiempo eran una misma magnitud o, en
realidad, el tiempo no existía, concibiendo el Universo como un bloque, que
propone que el tiempo no se desarrolla sino que existe en un estado inmutable.
A Fernández lo conocí en un
congreso de Ciencia alternativa que me mandaron cubrir para el periódico que
trabajaba en la década de los años noventa. Sus ideas me impactaron
profundamente, desafiando mi propia percepción de la realidad. En una
entrevista personal, Nauplio me explicó con gran pasión su teoría sobre la
inexistencia del tiempo. «Solo existe el espacio ya que el ser humano como
observador del mismo tiene un punto de vista variable, y aunque su percepción
es la de estar estático, su cuerpo viaja por el espacio lo que le produce la
alucinación del tiempo», me confesó.
Sus explicaciones me animaron a
realizar un reportaje sobre la vida y obra de este hombre nacido en Alcañiz en
la década de los setenta que, desde niño se vio cautivado por los enigmas del
cosmos y su infancia, en la apacible ciudad aragonesa, estuvo llena de
curiosidad por los misterios del cosmos, inquietud que lo llevó a leer
innumerables libros de ciencia y a pasar horas observando la bóveda celeste. Al
cumplir los dieciocho, tras acabar con excelentes notas el Bachillerato, se
trasladó a Madrid para cursar estudios de Física en la Universidad Politécnica.
Allí creció su pasión por esta disciplina abrazado por mentes brillantes y las
últimas investigaciones científicas. Su talento excepcional no pasó
desapercibido entre sus profesores destacando su perspicacia analítica, su
creatividad desbordante y su incansable búsqueda de conocimiento. Tras
graduarse con honores, Nauplio continuó su formación de doctorado en la
Universidad de Oxford, donde se especializó en cosmología y gravitación.
Allí, según su relato, se unió a
un equipo de investigadores de renombre internacional que trabajaban en la
vanguardia de la física teórica y, junto a ellos abordó los problemas más
desafiantes de la ciencia moderna, como la naturaleza de la materia oscura, la
transfiguración de la energía y la unificación de las fuerzas fundamentales.
Las contribuciones de Nauplio al
campo de la física han sido invaluables. Ha publicado numerosos artículos en
revistas científicas de alto impacto, ha participado en conferencias
internacionales y ha recibido prestigiosos galardones por su labor
investigativa. Su trabajo ha sido fundamental para avanzar en nuestra
comprensión del universo y ha abierto nuevas vías de investigación en el campo
de la física teórica.
Las ideas de Nauplio, aunque
radicales y desafiantes para la ciencia convencional, podrían abrir un espacio
de debate y reflexión sobre la naturaleza del universo y la percepción humana. Su
trabajo inspira a cuestionar las certezas establecidas y a explorar nuevas
fronteras en la búsqueda del conocimiento.
Sin embargo, la entrevista que
realicé a Nauplio nunca vio la luz. El director del periódico, tras una
consulta a las altas instancias, decidió que sus ideas eran demasiado radicales
para el público y las condenó al olvido.
Nauplio Fernández continúa su
incansable búsqueda de la verdad, explorando los confines del conocimiento
humano y desafiando los límites de nuestra comprensión del universo. Sus ideas,
aunque controvertidas, siguen inspirando a las nuevas generaciones de científicos
a cuestionar lo establecido y a buscar nuevas respuestas a los enigmas más
profundos de la existencia.
Nauplio Fernández, un visionario
entre el sueño y la realidad, un hombre que se atrevió a cuestionar el tiempo y
el espacio.
domingo, 14 de abril de 2024
Desconocimientos
«Tú no sabes lo feliz que soy amándote, aunque tú lo ignores». Las palabras resonaron en la mente de Ana mientras observaba a Marcos desde la distancia. Su corazón se llenó de una mezcla de alegría y tristeza. Alegría por sentir un amor tan intenso, y tristeza por la imposibilidad de expresarlo.
Un velo de misterio rodeaba a Marcos. Era un hombre introvertido, de pocas palabras y mirada melancólica. Ana lo había conocido en la biblioteca, donde ambos solían pasar horas entre libros y estanterías. Desde el primer momento, Ana se sintió atraída por su aura enigmática. Poco a poco, la atracción se convirtió en un amor profundo y silencioso. Un amor que solo ella podía sentir, un amor que Marcos ignoraba.
Ana se conformaba con observarlo desde lejos, admirando su perfil serio y su sonrisa tímida. Leía sus poemas favoritos en voz baja, imaginando su reacción si supiera que eran dedicados a él. Incluso inventaba historias en las que ambos eran protagonistas de un romance apasionado.
Un día, Ana decidió tomar un riesgo. Escribió una carta anónima, expresando sus sentimientos con palabras sinceras y apasionadas. La dejó en su casillero de la biblioteca, con la esperanza de que algún día la leyera y comprendiera su amor.
Semanas después, Ana recibió una respuesta inesperada. Un poema manuscrito, anotado en la misma caligrafía elegante observada en los márgenes de los libros que Marcos solía leer. Los versos hablaban de un amor secreto, de una pasión escondida, de un alma que anhelaba ser correspondida.
Ana leyó el poema con el corazón palpitante. Sus ojos se llenaron de lágrimas de alegría y emoción. Al fin, Marcos había respondido a sus sentimientos. Aunque no sabía quién era el autor del poema, Ana no tenía dudas: era él.
A partir de ese momento, la relación entre Ana y Marcos comenzó a cambiar. Se comunicaban a través de poemas anónimos, dejando pistas en los libros que compartían. Sus miradas se cruzaban con complicidad en la biblioteca, y sus corazones latían al unísono cuando se encontraban por casualidad en los pasillos.
Un día, finalmente, Marcos se atrevió a hablarle. Le dijo que había leído la carta y que el poema era su respuesta. Confesó que también sentía un amor profundo por ella, un amor que había callado por miedo al rechazo. Ana y Marcos se fundieron en un abrazo, sellando con un beso el amor que los unía. Un amor que había nacido en el silencio de la biblioteca, entre páginas y versos, y que ahora se manifestaba con toda su fuerza en el mundo real.
domingo, 7 de abril de 2024
La escapada
Medio siglo era una cifra importante, redondamente
trascendental, y eso merecía celebrarlo a lo grande, en un escenario apropiado
para festejar la efeméride. Soplar las velas en un lugar eminente desde donde
enseñar al mundo ese momento de felicidad, pensó Ofelia.
Después su mente buscó un lugar destacado en el planeta y
sin saberlo, una imagen se coló en su cabeza mientras veía la televisión: Nueva
York. Destino a esta ciudad comenzó a elaborar su fantasía viajera con la
adición de su gran y cómplice amiga Elisa.
Ofelia, casada, tiene un hijo que vive en Londres y una hija
que estudia en Madrid. Ella vive en una ciudad mediana y su matrimonio
languidece. Su amiga Elisa, con la que comparte una cierta complicidad, algo más
joven, está casada y tiene dos niños pequeños, Rubén y Lidia.
Tras un vuelo de avión se hospedan en un hotel de la Gran Manzana.
Los primeros rayos de sol se colaban por las rendijas de las persianas,
iluminando la habitación. Tras el desayuno, inician su aventura neoyorkina, con el
entusiasmo propio de quien descubre un nuevo mundo, Ofelia y Elisa se lanzaron
a explorar las calles de la ciudad. El imponente Empire State Building, la
majestuosidad de la Estatua de la Libertad y el verdor de Central Park quedan registrados
en su memoria y en sus móviles. Al atardecer, se embarcaron en un crucero por
el río Hudson. Desde la cubierta del barco, contemplan la ciudad iluminándose
poco a poco, creando una estampa mágica que las deja sin aliento.
Esa noche, se sumergen en la magia de Broadway donde asisten
a un musical lleno de color y energía que las transporta a otro mundo. La
música, las coreografías y la historia del musical las cautivan por completo. Para
cerrar la velada deciden disfrutar de la vida nocturna y se dirigen a un bar
con música en vivo, donde bailan hasta el amanecer, felices y dichosas, antes
de declararse su amor.
domingo, 31 de marzo de 2024
Lecciones
Griselda, una joven enamorada, escucha con tristeza las palabras del viejo maestro quien le indica que el amor se debilita con el tiempo: «es como la llama que necesita ser alimentada para que no cese», le dice. Esas palabras la hacen reflexionar y recuerda la pasión inicial con Tomás y decide que no permitirá que la llama se extinga.
Ambos emprenden un viaje de renovación. Dedican tiempo a la comunicación, al romanticismo y a las actividades que los unen para recuperan la magia que los enamoró. Comprenden entonces que el amor no solo es un sentimiento, es una acción. Es la decisión diaria de cuidar la llama, de alimentarla con paciencia y cariño. Gracias a las lecciones del maestro, Griselda y Tomás convierten su relación en un jardín floreciente de amor eterno. Un refugio donde la llama del amor arde con fuerza, desafiando al tiempo y a la rutina.
domingo, 24 de marzo de 2024
Sensibilidad
El pianista se lesionó los dedos a propósito. Quería sentir en cada tecla que pulsara belleza y dolor. Brotaron entonces las notas teñidas de un rojo carmesí y los dedos vendados y ensangrentados, tocaban con una intensidad desgarradora. Cada tecla era una punzada de dolor, una explosión de belleza.
El público, en un silencio sepulcral, observaba fascinado. La música, impregnada de sufrimiento y pasión, los transportaba a un mundo de emociones encontradas. La belleza del sonido se mezclaba con la crudeza del dolor, creando una experiencia única e inolvidable.
El pianista, con el rostro empapado en sudor y lágrimas, no se detenía. La música era su catarsis, su forma de expresar lo que las palabras no podían. A través del dolor, encontraba la belleza, y a través de la belleza, encontraba la redención.
Las notas finales resonaron en la sala, dejando un vacío que
solo el silencio podía llenar. El público, conmovido y atónito, se levantó en
un aplauso atronador. El pianista, exhausto pero victorioso, se inclinó ante
ellos, con una sonrisa que reflejaba la satisfacción del deber cumplido.
A partir de ese día, el pianista fue conocido como el artista del dolor. Su música, impregnada de una sensibilidad única, cautivaba a todos los que la escuchaban. El público acudía en masa a sus conciertos, ansiosos por experimentar esa mezcla de belleza y sufrimiento que solo él podía ofrecer.
domingo, 17 de marzo de 2024
El editor
domingo, 10 de marzo de 2024
La sexta extinción
domingo, 3 de marzo de 2024
Júbilos
Noelia distraída en sus pensamientos caminaba en busca de su próxima tarea y se encontró con Araceli, una conocida algo más joven que ella.
—Te veo muy bien Noe —le espetó sin saludar.
—No me quejo ahora que ando más libre y con menos estrés.
—Ya me he enterado que te has jubilado.
—No.
—¿Cómo que no te has jubilado?
—No, una se jubila cuando se muere. Tan solo he cumplido con una condena de cuarenta años trabajando y recupero, con suerte, mi libertad. Y me molesta mucho que definan mi vida en función de la utilidad del trabajo, con un antes y un después, como si fuéramos individuos programados para serles útiles a este sistema que te exprime los mejores años de tu vida y te suelta si ya no le interesas. Además, no tengo más tiempo, tengo mi tiempo para ocuparlo en lo que quiero e invertirlo en mí, para detenerme en la calle y hablar con la gente, igual que en este momento, sin ninguna prisa, y de hacer cosas por mero desinterés.
—No sabía que pensaras así.
—Es más, pocas cuestiones me desencantan ya, quiero a las personas tal como son y puedo decir que ‘trabajo por amor al arte’ en las cosas que hago.
—¿Y la edad, los achaques, el cansancio de vivir?
—Bueno los acepto como parte del equipaje que va conmigo y trato de relativizarlos mirando hacia el paisanaje o haciendo bosque con las personas que me importan, o alegrándome porque nada me ancle y pueda observar, escuchar, atender a la vida que pasa.
Araceli calló y, tras despedirse, se marchó pensativa pero feliz por su amiga.
domingo, 28 de enero de 2024
Domingo de resurrección
El timbrazo repentino la sacó del sopor transoceánico del almuerzo. Abrió la puerta para encontrarse con un rostro joven de mujer, bastante arreglada y que sostenía una carpeta bajo el brazo. Seria, elegante, el pelo recogido y una actitud de serena firmeza en su mirada.
—Dígame que quiere —la interrogó.
—Buenas tardes. Vengo porque es la fecha según queda registrado en la póliza.
—¿La póliza?
—Sí, la de doña Lucía Salmerón.
—¿La abuela? ¿qué le ocurre a la abuela?
—Es el día fijado y acudo a realizar el papeleo.
—¿Qué momento?
—Bueno —carraspeó—. El momento del sepelio. Lo siento.
—Pero, cómo… —balbució desconcertada, pensando a la vez si sería una broma o estaba ocurriendo en realidad.
—Ya sabe, hay que hacer los trámites. Decidir si quieren enterramiento o incineración, el tipo de féretro, si van a querer que la arregle la tanatoesteticista…
—Pare, pare, pare, ¿me habla del entierro de la abuela? Si está ahí tan tranquila sentada en el salón, viendo la tele.
—Ya, lo siento mucho y la acompaño en el sentimiento, pero le ha llegado su hora.
—No puede ser, esto es un programa de esos de cámara oculta, ¿verdad? —y miró confundida en derredor.
—Tranquilícese, entiendo que es doloroso, si bien todas las personas tenemos nuestro día señalado.
—Mire, no sé si reír o llorar o lanzarla a usted por el hueco de la escalera —manifestó irritada.
—Solo he venido a que firme estos papeles, es un puro trámite, aunque sea la muerte de su abuela.
—Es mi madre, tiene noventa años y está vivita y coleando. Y usted se la quiere cargar.
—No se equivoque señora —indicó subiendo en tono—. No quiero matar a nadie, simplemente cumplo con mi trabajo y aquí dice que doña Lucía tiene que fallecer hoy.
El texto de la vida se reveló antes sus ojos y se dejó vencer por una sensación como de torbellino cuya gravedad te hunde en su agujero, mezclándose lo real y lo soñado de quien no entiende muy bien por qué cuesta tanto despertar.
domingo, 21 de enero de 2024
Sacapuntas
domingo, 14 de enero de 2024
Faena
domingo, 7 de enero de 2024
El gorrilla
El encuentro
Se juntaron una noche la coma elíptica y el coma etílico. Ella muy sobreentendida y el muy inconsciente, hacían una pareja peculiar. Habían ...
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«Tú no sabes lo feliz que soy amándote, aunque tú lo ignores». Las palabras resonaron en la mente de Ana mientras observaba a Marcos desde l...
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