domingo, 3 de marzo de 2024

Júbilos



Noelia distraída en sus pensamientos caminaba en busca de su próxima tarea y se encontró con Araceli, una conocida algo más joven que ella.

—Te veo muy bien Noe —le espetó sin saludar.

—No me quejo ahora que ando más libre y con menos estrés.

—Ya me he enterado que te has jubilado.

—No.

—¿Cómo que no te has jubilado?

—No, una se jubila cuando se muere. Tan solo he cumplido con una condena de cuarenta años trabajando y recupero, con suerte, mi libertad. Y me molesta mucho que definan mi vida en función de la utilidad del trabajo, con un antes y un después, como si fuéramos individuos programados para serles útiles a este sistema que te exprime los mejores años de tu vida y te suelta si ya no le interesas. Además, no tengo más tiempo, tengo mi tiempo para ocuparlo en lo que quiero e invertirlo en mí, para detenerme en la calle y hablar con la gente, igual que en este momento, sin ninguna prisa, y de hacer cosas por mero desinterés.

—No sabía que pensaras así.

—Es más, pocas cuestiones me desencantan ya, quiero a las personas tal como son y puedo decir que ‘trabajo por amor al arte’ en las cosas que hago.

—¿Y la edad, los achaques, el cansancio de vivir?

—Bueno los acepto como parte del equipaje que va conmigo y trato de relativizarlos mirando hacia el paisanaje o haciendo bosque con las personas que me importan, o alegrándome porque nada me ancle y pueda observar, escuchar, atender a la vida que pasa.

Araceli calló y, tras despedirse, se marchó pensativa pero feliz por su amiga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Un tiempo único

    Nauplio Fernández observó, al despertar, que no se había movido de la cama en toda la noche. Entonces una idea iluminó su cerebro: e...