Apresado en un reloj de arena se hundió en el tiempo.
Intentó escalar los granos, pero cada segundo era un alud. Al principio gritó; luego tosió años. Finalmente, comprendió que nadie lo había encerrado: él mismo se dio la vuelta.
La mujer que viene a verme todos los atardeceres no tiene nombre o quizás lo tenga pero es impronunciable. Es muy atenta conmigo y me habla ...
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