domingo, 28 de septiembre de 2025

Plagio


Fiel a su estilo creativo no hizo otra cosa que copiarse a sí mismo. Y fue denunciado por la sociedad de autores. El juicio fue breve. El perito literario presentó pruebas irrefutables: metáforas calcadas, personajes idénticos disfrazados con otros nombres, finales reciclados con apenas un giro de tuerca.

—Usted no evoluciona, repite —dictaminó el juez, golpeando el mazo con tono de sentencia.

Lo condenaron a escribir algo nuevo. Sin ecos, sin homenajes, sin sombras del pasado. A la semana, desapareció. Algunos dicen que vive entre notas a pie de página de sus viejas novelas, buscando una idea que no le pertenezca.



domingo, 21 de septiembre de 2025

Cervantina

 


 

Cuando despertó, don Quijote todavía estaba allí. Sentado al borde del lecho, con lanza en astillero y adarga antigua, repasaba con gravedad un soneto mal rimado que decía haber escrito a Dulcinea en sueños.

—Señor Alonso —balbuceó Cervantes—, ¿no os habíais ido con la cordura?

—¿Y qué gana un caballero con ella? —replicó el hidalgo—. He vuelto, porque el mundo aún requiere locura justa y molinos que recordar.

Fue entonces que, el Caballero de la Triste Figura, a lomos de un dinosaurio, se alejó de allí, no sin antes obsequiarle con una pluma para que, con su único brazo útil, comenzara a escribir.

domingo, 14 de septiembre de 2025

Cambio de hora





Cuando adelantó el reloj se le movió la vida y supo entonces que estaba muerto en esa hora.

A las dos fue padre, a las tres viudo, a las cuatro sospechosamente feliz. Descubrió que cada minuto nuevo era un universo descartado.

Decidió no tocar más el reloj. Lo enterró en el patio, justo a la hora en que nunca fue nadie. Desde entonces vive en un tiempo prestado, sin segundero, donde no se muere —pero tampoco se llega.

domingo, 7 de septiembre de 2025

Escritura onírica


Escribió el cuento dormido y al despertar lo leyó con los ojos cerrados.

Era un texto imposible: no tenía principio ni fin, pero contenía todas las historias. Cambiaba cada vez que lo pensaba y, sin embargo, cada versión era definitiva. En una línea, moría un rey; en la siguiente, renacía una idea.

Intentó transcribirlo, pero la tinta despertaba y huía del papel.

Entonces comprendió que no lo había escrito él, sino un sueño antiguo, quizás de otro Borges, en otra biblioteca sin salida. Y decidió no escribir más: solo dormir, para seguir leyéndose.

Llegadas

La mujer que viene a verme todos los atardeceres no tiene nombre o quizás lo tenga pero es impronunciable. Es muy atenta conmigo y me habla ...