Se juntaron una noche la coma elíptica y el coma etílico. Ella muy sobreentendida y el muy inconsciente, hacían una pareja peculiar. Habían quedado para cenar con una pareja amiga: él era corrector ortográfico y ella delirium tremens.
Cuando llegaron al restaurante, la coma elíptica, siempre elegante, eligió una mesa discreta en la esquina. El coma etílico, por su parte, tropezó con una silla y casi derriba una lámpara. El corrector ortográfico, con su impecable traje de tweed, examinó el menú como si fuera un tratado de gramática, mientras que delirium tremens, con los ojos vidriosos, veía dragones en las servilletas.
La cena fue un desastre. La coma elíptica intentaba mantener una conversación coherente, pero el coma etílico interrumpía con balbuceos y risas inoportunas. El corrector ortográfico corregía cada palabra que salía de la boca del coma etílico, lo que provocaba que delirium tremens se pusiera aún más nerviosa y comenzara a ver arañas en el techo.
En un momento dado, el coma etílico se levantó y comenzó a bailar una especie de tango tambaleante, derramando vino sobre los manteles. El corrector ortográfico, horrorizado, intentó detenerlo, pero el coma elíptico lo detuvo con una mirada: "Déjalo", dijo con resignación. "Es su manera de ser".
Delirium tremens, mientras tanto, había comenzado a hablar con una servilleta, convencida de que era un loro que hablaba en verso. El corrector ortográfico, al borde de un ataque de nervios, se levantó y anunció que tenía una cita urgente con un diccionario.
La coma elíptica suspiró y miró al coma etílico, que ahora intentaba comerse una lámpara. "Supongo que esta noche no habrá postre", dijo con una sonrisa irónica.
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