Los dos permanecieron abrazados
largo rato en el sofá sin decir palabra. Un deseo, entonces, rompió el
silencio.
—Deja a tu mujer y cásate
conmigo.
El hombre la miró con asombro y
le respondió.
—Tú eres mi mujer.
Nauplio Fernández observó, al despertar, que no se había movido de la cama en toda la noche. Entonces una idea iluminó su cerebro: e...
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