Los visones, contrarios a utilizar pieles de señoras, pidieron adoptarlas como animales domésticos.
Las paseaban por los parques, las alimentaban con té y pasteles, y les compraban sombreros diminutos. Algunas señoras, encantadas, aprendieron a maullar; otras, más rebeldes, arañaban las alfombras o fingían ser de Angora.
Los visones, pacientes, las acurrucaban en sillones mullidos y les leían manifiestos anticapitalistas.
Con el tiempo, se fundó la primera Sociedad Protectora de Damas Elegantes. La peletería cerró. Y en su lugar, abrió una boutique de afectos recíprocos.