Entra un ladrón al establecimiento con el rostro tapado y empuñando un arma blanca. Los ojos de la dependienta expresan el miedo atenazador del instante que parece transcurrir a cámara lenta. El caco le pide que le entregue lo más valioso que haya en el comercio. Ella accede y le entrega un espejo sin fondo donde cae y desaparece.
domingo, 25 de agosto de 2019
domingo, 18 de agosto de 2019
Turnos
Cinco pacientes reunidos en la sala de espera refieren, uno a uno, su situación:
—Lo peor del cáncer no es que te mate, sino que mientras te mata no te deja vivir —habla el primero.
—Lo malo de vivir no es morir al final, sino que no puedas gozarlo [sic] —explicó el siguiente.
—Corremos hacia la muerte sí pero no todos de igual manera. Ahora sé que estoy condenado a una pronta ejecución.
—Al final estás solo frente al hecho de la muerte.
—Cada uno tiene su turno: ese momento vital que todo lo transforma —dijo el último.
domingo, 11 de agosto de 2019
Santón
Consultó a un asceta al respecto de su trayectoria vital:
—Me puedes decir algo relativo a mi vida —le preguntó.
—Dime con qué sueñas y te diré quién eres.
Tras pensar durante unos instantes dijo:
—Sueño con sexo y con que me toca la lotería.
—Tú estás mal —sentenció el eremita.
—Seguramente. Aunque cuando sueño soy feliz.
domingo, 4 de agosto de 2019
Juanito y las pulgas
Furfur es uno de los setenta y dos demonios relacionados en el 𝘈𝘳𝘴 𝘎𝘰𝘦𝘵𝘪𝘢. De él se refiere que miente a menos que se le obligue a entrar en un triángulo mágico, donde da respuestas certeras a todas las preguntas. Este diablo debió ser el instigador de una fechoría que recuerdo a un grupo de niños de mi infancia.
Varios chavales reclamaron a Juanito, un niño llegado desde Bélgica tras un periodo de inmigración de sus padres que trataba de adaptarse a un país salvaje. Lo llamaron en auxilio de un objeto perdido en un pequeño corral que había servido de cobijo a varios perros. Juanito, ingenuo, buscó entre la broza del cubículo. Movió el estiércol aquí y allá con afán de ayudar a localizar el misterioso objeto hasta desistir de su búsqueda. Lo único que encontró fueron tres días de postración en la cama con fiebre alta, inmensos picores y el cuerpo lleno de sarpullido. Entonces entendió que las pulgas eran invisibles.
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El osmólogo
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